La novena película de Quentin Tarantino, del ex niño rebelde y hoy director maduro que además cambia de productora (pasa a Sony) después de años al lado de The Weinstein Company. Y con el enorme mérito de haber juntado en pantalla a Brad Pitt y Leonardo di Caprio.

IMÁGENES: Sony Pictures / Wikimedia Commons

A Tarantino le encanta trabajar en bucle con gente en la que confía. Tiene más fetiches que un chamán tribal del Amazonas, con la diferencia de que los suyos son seres humanos con largas carreras. A Di Caprio lo reclutó con enorme éxito para ‘Django desencadenado’ en 2012, y a Pitt para ‘Malditos bastardos’ en 2009. También ha tirado de agenda para los secundarios, como con Kurt Russell, Michael Madsen (tiene el récord, siete de nueve películas como amuleto de Quentin), Tim Roth y Bruce Dern. Además ha logrado reclutar a dos “novatos”: Margot Robbie, que encarnará a Sharon Tate en esta historia paralela (sin serlo realmente) de los asesinatos de Charles Manson, y un tal Al Pacino, que cae en manos del director después de muchos años. También aparece en el reparto un reciente fallecido, Luke Perry. El título hace referencia a un guiño personal de Quentin con uno de sus ídolos, Sergio Leone. Directamente se ha apropiado de ellos, al menos por el título en inglés: ‘Once Upon a Time in Hollywood’ hace referencia a y ‘Once Upon a Time in the West’ (1968), filme que en nuestro país se tituló ‘Hasta que llegó su hora’ y ‘Once Upon a Time in America’ (1984).

Lo primero la sinopsis para entender de qué va esta reconstrucción indirecta de uno de los peores crímenes de la Historia de Los Ángeles. Estamos en 1969 en Hollywood, Nixon es el presidente, la NASA ha logrado la proeza de llegar a la Luna, el movimiento contracultural de los 60 ha llegado a su cénit y Woodstock ya es parte de la leyenda. En la ciudad viven el director franco-polaco Roman Polanski y su flamante esposa, Sharon Tate, embarazada y a punto de dar a luz. Pero también entran y salen de la ciudad personajes como Charles Manson y su “familia”, una secta inclasificable que basculaba entre las drogas, la psicopatía y todo tipo de ideas peregrinas sobre el superhombre nietzscheano y la mística religiosa. También pululan por la ciudad Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), un actor de series de western en televisión venido a menos, junto con Cliff Booth (Brad Pitt), su mejor amigo y también su doble en las secuencias de acción.

Ambos intentan abrirse camino como pueden en un Hollywood donde se viven vientos de cambio. En la particular odisea de estos dos actores que buscan su sitio en Hollywood, se cruzarán con la actriz Sharon Tate (Margot Robbie), una nueva estrella que el año anterior había sido nominada al Globo de Oro. Todo cambiará cuando Manson entra en la casa de Polanski y Tate y la asesinan brutalmente, a ella y a los que estaban esa noche allí. El resultado es una matanza especialmente cruel y dura que sacudirá para siempre Hollywood. Nunca jamás volverá a ser el mismo sitio alegre y confiado. A partir de ese 1969 la industria protegerá su negocio a su gente, levantarán muros, el acceso libre se habrá terminado y la era amable dará paso a una más dura y amargada en los 70 antes de que en los 80 otros lo cambien todo. Ese paso, ese punto de inflexión, es lo que trata de retratar Tarantino, que sin embargo no ha escrito y dirigido un biopic sobre los crímenes, que aparecen sólo de forma paralela. Lo que importa es la historia de Dalton y Booth.

La reconstrucción de esa época es especialmente icónica para el director, un declarado fan de esa estética entre los 60 y 70 que ha utilizado recurrentemente en todas las películas que ha filmado, salvo los dos western (‘Django desencadenado’ y ‘Hateful Eight’). Si bien Dalton y Booth son inventados, sí que ha sido fiel al ambiente de ese año: además de Tate (encarnada por Margot Robbie) aparecen personajes reales como Steve McQueen (interpretado por Damian Lewis), Bruce Lee (en la piel de Mike Moh, con escena de tortas incluida con Brad Pitt), Roman Polanski (interpretado por Rafal Zawierucha), además de al asesino Charles Manson (Damon Herriman). La producción no estuvo libre de problemas: desde las críticas a la falta de diversidad del casting (lo que no tiene en cuenta el contexto, el Hollywood blanco blanquísimo de finales de los 60) al cambio de productora por el escándalo sexual de Harvey Weinstein, socio y aliado ejecutivo de Tarantino durante décadas y que está a la espera de juicio y con su compañía en quiebra.

Todo se retrasó y apareció Sony Pictures para tenderle la mano, necesitada la compañía también de un éxito referencial. La relación fue asimétrica: Tarantino, consciente de que estaba en posición de exigir, impuso un contrato en el que se quedaría con un 25% de las ganancias brutas de taquilla en las primeras semanas, la propiedad del filme pasados diez años, así como un presupuesto que ronda los 100 millones de dólares, porque Tarantino quería reconstruir el Hollywood de finales de los 60 a lo grande. También hubo problemas con los actores: Jennifer Lawrence se cayó del elenco, igual que Samuel L. Jackson, y Brad Pitt en un inicio iba a interpretar a un detective que investiga los asesinatos.

Incluso se negoció con Tom Cruise, que hubiera debutado a las órdenes de un director con una forma muy personalista de construir las películas (que para algo también es guionista premiado). Finalmente Cruise no se unió al reparto y la producción siguió su curso, rumbo hacia esa ciudad que ya no existe, tristemente célebre por los asesinatos de Mason, de los que se hablará mucho este año porque se cumple medio siglo de la muerte de Tate. Por lo menos Tarantino no se regodeará en un tema espinoso cultural y socialmente en EEUU. Recuerden, se trata de la historia de Dalton y Booth.

Los Bravos, Tarantino y la música

Un detallito de cómo mima Tarantino sus películas: desde ‘Reservoir Dogs’ ya sabemos que para el director la banda sonora es vital, tanto el score (música de ambiente que canaliza la dramatización, como cuando usó la de Ennio Morricone en ‘Hateful Eight’, o reutilizando piezas de otras películas como en ‘Kill Bill’) como la banda sonora, que se convierten en un personaje más. Sólo hay que recordar ‘Jackie Brown’, ‘Pulp Fiction’ o ‘Kil Bill’ para entenderlo. Incluso los discos de esas BSO son vendidas por millones por el ecléctico gusto, buen gusto musical en realidad, de Tarantino, que tiene en su casa archivos de canciones de los últimos 50 años por encima de muchas instituciones.

Sólo hay que recordar ‘Miserlou’ de Dick Dale & The Del Tones en ‘Pulp Fiction’, ‘Little Green Bag’ de George Baker Selection para ‘Reservoir Dogs’, ‘Stuck in the middle with you’ de los Stealers Wheel en la anterior película, ‘You never can tell’ de Chuck Berry en ‘Pulp Fiction’, ‘Girl you’ll be a Woman soon’ de Urge Overkill en ‘Pulp Fiction’, ‘Freedom’ de Anthony Hamilton & Elayna Boynton en ‘Django desencadenado’, ‘Chick Habit’ de April March en ‘Death Proof’, ‘Street Life’ de Randy Crawford en ‘Jackie Brown’… y la lista es interminable. Para el trailer de ‘Érase una vez en Hollywood’ optó por ‘Bring A Little Lovin’, de Los Bravos, conectando además con los años 60 en España. El grupo español cuyo tema más famoso es ‘Black is Black’, consiguió el cuarto puerto en la lista Billboard por dicha canción e intentó repetir el triunfo con ‘Bring A Little Lovin’ publicada en 1968 y que da título a la película ‘Dame un poco de amor’ de 1968 dirigida por José María Forqué, y que ha terminado de fondo en una película con Brad Pitt y Di Caprio.