Allí por donde pasa el Homo Sapiens no vuelve a crecer la hierba. O como poco la megafauna original. Australia es un lugar peculiar, que hace 50.000 años tenía una rama propia y endémica de grandes marsupiales y animales que no había en otro lugar. Hasta que los bípedos llegaron.
Imagen de portada: Ilustración de la megafauna australiana (Universidad Monash y Colorado Boulder)
No importa la época, en la actualidad o hace miles de años, el ser humano es una especie invasiva, transformadora del medio ambiente, ya tenga hachas de piedra y lanzas primitivas o motores de combustión y armas de fuego. El mismo proceso de explotación de recursos se da en todas las épocas y en todos los grupos humanos. Los siempre admirables aborígenes australianos, supuestamente tan bien interconectados con el medio ambiente, aparentemente inofensivos en su condición de tribus en la Edad de Piedra, en realidad tuvieron el mismo efecto que los Sapiens en Eurasia, que arrasaron con todos los mamuts y megafauna de la era glaciar y posterior. La megafauna, especies cuya evolución les llevó al gigantismo por la falta de competidores por la comida, fueron un efecto colateral de la expansión del ser humano.
Hasta ahora se debatía si había sido el cambio climático posterior a la era glaciar o la deriva continua de la isla-continente que es Australia lo que había acabado con la antigua megafauna. No hay que olvidar que Australia es el más rápido de todos los continentes en su deriva tectónica: tan rápido que los sistemas de GPS fallan cuando intentan localizar puntos concretos de un año para otro. Es un viaje geológicamente acelerado desde las zonas antárticas hacia el norte, que llevará a Australia a chocar con el sureste asiático en el futuro, y que ha modelado su aspecto: del frío extremo pasó al calor abrasador, no sin antes gozar de varios miles de años en los que el interior (ahora uno de los desiertos más grandes del mundo) estaba cubierto de espesas junglas. Las mismas que volverán a medida que cambie de latitud de nuevo y colisione con Indonesia y Nueva Guinea.
Los largatos gigantes eran habituales, algunos superaban los ocho metros de largo
Investigaciones de la Universidad Monash y Colorado Boulder han quitado parte del velo de esa extinción. A través del estudio de sedimentos marinos frente a la costa occidental australiana han reconstruido el clima de aquellos tiempos y también su posible ecosistema, siempre en paralelo a los registros fósiles disponibles sobre especies y vegetación. El ciclo estudiado es casi todo el último ciclo glaciar terrestre, arrancando hace 150.000 años en adelante. Uno de los rastros son las esporas del hongo Sporormiella, que crecía en el estierco producido por los herbívoros australianos de aquella época. Esto es: si esos animales estaban vivos, defecaban y el hongo prosperaba.
El resultado es que esas esporas, muy abundantes en la etapa glaciar, desaparecieron hace unos 45.000 años. Su volumen era tan alto como para plantearse la posibilidad de que, en efecto, Australia estaba repleta de este perfil de fauna, animales de gran tamaño que consumían enormes cantidades de plantas, lo que equivale a decir que la vegetación de la época era mucho más abundante que la actual. Pero en apenas unos mil años ese volumen cayó drásticamente. ¿Qué pudo pasar? Hasta ahora se creía que fue un drástico cambio climático generado de forma natural (no como el actual, espoleado por el ser humano), pero las coincidencias no existen: fue también la época en la que el ser humano llegó a Australia.
La megafauna no era algo específico de Australia, existía por todo el planeta, en su mayoría mamíferos y aves terrestres de tamaños increíbles, y que en el continente austral incluía primitivos canguros de media tonelada, lagartos gigantes, tortugas del tamaño de un coche o todo tipo de marsupiales, carnívoros y herbívoros, que superaban los 100 kilos de peso. Especialmente endémicos eran los marsupiales, que sólo existen en un par de lugares del mundo, una variante dentro de los mamíferos que en Australia generó incluso leones y herbívoros gigantes de varias toneladas de peso. Y entonces llegó el ser humano.
Australia en imagen de satélite: el suroeste, el sureste y la costa norte son las regiones verdes en la actualidad
El estudio refleja que casi todos los animales de más de 50 kilos de peso desaparecieron, es decir, todo lo que se podía mover y ser fuente de carne para los humanos, que debieron cazarlos sin parar hasta la extinción. El suroeste australiano (lo que hoy es la región de Perth) era una zona muy fértil y rica en vida, con otras regiones de clima mucho más árido. Allí fue donde se concentró el ser humano, que buscaba áreas con abundancia de comida y un clima menos áspero. Los mismos sedimentos demuestran que el clima apenas cambió en ese arco de tiempo; el verdadero cambio fue la aparición de los humanos.
La relación causa-efecto no está tan clara como en otros lugares (Eurasia), y el peso del cambio climático sigue muy presente: la variación fue tan grande que donde antes hubo bosques se pasó a un lugar más cerca de la estepa que de la sabana o esos ecosistemas intermedios entre el verde y el ocre desértico. Aunque lo más probable es que fuera una combinación de esos dos factores: lo que el clima no mató lo cazó el ser humano hasta la extinción, lo que, en cierta medida, afectó a las posibilidades de desarrollo de estas comunidades, que quedaron ancladas en fases primitivas, sometidas a un clima riguroso que no las dejó evolucionar al siguiente estadio cultural.