Hasta ahora sabíamos que las hormigas pueden comunicarse entre ellas, que trazan mapas precisos del hormiguero y de todo lo que lo rodea, que tienen una jerarquía estricta para su funcionamiento… pero ahora, además, pueden automedicarse.

Las hormigas son los insectos más sofisticados del reino animal junto con un puñado más de especies (como las arañas), no tanto por su tamaño, fiereza o excepcional evolución, sino más bien por justo lo contrario. Su organización jerárquica, cierta identidad colectiva, fuerza relativa (pueden transportar pesos de hasta siete veces su tamaño) y capacidad de comunicarse por marcadores químicos las convierten en la maquinaria biológica más eficiente que existe junto con la propia Humanidad. Una especie que ha sabido adaptarse a nosotros a la perfección y que, de hecho, todo parece indicar que han aumentado en cuantía y en capacidad como especie. Las cosas van bien para las hormigas.

Pero hay más señales de que son mucho más fascinantes y que su abanico de recursos es mucho más grande de lo que pensábamos. Un grupo de investigación de la Universidad de Helsinki han publicado en el medio especializado Evolution los resultados de su estudio de años, en el que queda claro que las hormigas tienen la capacidad de automedicarse. La investigación se centró en la hormiga negra (Formica fusca), la más abundante del hemisferio norte (Norteamérica y Eurasia sobre todo), y demostró que sus individuos pueden cambiar su gusto por la comida si quedan expuestos a patógeno fúngicos.

El estudio demuestra que las hormigas pueden cambiar su dieta incluyendo otro tipo de componentes como el peróxido de hidrógeno, presente en material biológico muertos o dañados (plantas o animales). Al ingerir radicales libres pueden combatir infecciones o patologías llegadas desde fuera por contaminación o enfermedad, de la misma forma que nosotros iríamos a la farmacia para comprar medicamentos. Es más, los investigadores finlandeses detectaron que las hormigas incluso hacían ese “tratamiento” adicional cuando contactaban con determinados hongos, pero no si no lo hacían, lo que supone que las hormigas pueden “elegir” medicarse o no en función de lo que haya pasado. Eso supondría que la hormiga es capaz de discernir lo que puede hacerle daño y lo que no.

Las hormigas serían sus propios médicos y serían capaces de entender cuándo están enfermas y cuándo no, porque ingerir esa dieta sin estar enfermo podría tener consecuencias negativas para la salud de la hormiga sana. Es decir: sí, pueden saber si están enfermas. El porcentaje de hormigas que pudieron curarse después de contactar con este tipo de patologías fúngicas aumentaba un 20% si variaban la dieta, lo que da cierta idea de cómo funciona este tipo de comportamientos, reforzados quizás por su éxito entre las hormigas.