Luis de Morales fue una de las personalidades más originales y reconocibles del Renacimiento español, referente fundamental de la pintura en Extremadura durante la segunda mitad del siglo XVI; reconocido por tener un estilo propio, una “marca” distinguible que se reseña en muchos inventarios artísticos y que está presente en numerosas colecciones nacionales y extranjeras.
Las creaciones más representativas de Luis de Morales conocieron una amplia difusión gracias a la existencia de un taller propio y a las repeticiones debidas a otros pintores y seguidores. Sólo el Greco a partir de aproximadamente 1585 repetirá en España un fenómeno semejante de divulgación artística y éxito comercial. La exposición (hasta el 10 de enero) reivindica el trabajo y la figura de Luis de Morales, prácticamente un siglo después de que el Museo del Prado presentara en sus salas la primera exposición monográfica dedicada al artista. El Prado cuenta con 23 tablas de este autor y su taller, obras que por su número y calidad le convierten en el principal depositario de obras del pintor.
Esta exposición ofrece una cuidada revisión de la obra del Divino, apelativo que fue explicado así por el pintor y tratadista Antonio Palomino en el siglo XVIII: Fue cognominado el Divino, así porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo con tan gran primor, y sutileza en los cabellos, que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos para que se muevan, porque parece que tienen la misma sutileza que los naturales. El proyecto se presenta como una posibilidad única de estudiar las composiciones más representativas y conocidas de Morales, especialmente las de carácter devocional.
Luis de Morales nació en 1510 o 1511 y murió probablemente en 1586, tal vez en Alcántara (Cáceres), donde se sabe que residía en 1585. Desconocemos su lugar de nacimiento, pero vivió y pintó en Extremadura. Durante más de cincuenta años fue el pintor más prolífico e importante de esa extensa región, donde realizó numerosos retablos y cuadros de altar, ampliando su producción a Portugal, especialmente a Évora y Elvas, ciudades cercanas a Badajoz. En esta ciudad se estableció en 1539, después de haber trabajado en Plasencia y sus alrededores, un territorio donde se entremezclaban artistas e influencias provenientes de Flandes y Castilla que explican una parte esencial de la pintura de Luis de Morales.

‘Cristo, Varón de Dolores’, de Luis de Morales
El conocimiento de obras de otros artistas, sobre todo de Alonso Berruguete o Sebastiano del Piombo, ayudó a definir el estilo de un pintor que alcanzó temprana fama gracias a sus pequeñas tablas de temática religiosa. Con una marcada vocación comercial, Morales adaptó a la clientela de la época un producto artístico y devocional de factura muy cuidada que enlazaba con las tradiciones flamencas de finales del siglo XV y principios del XVI, matizadas por elementos y modelos italianizantes. Además, el ambiente espiritual de la época se proyectó sutilmente en esas imágenes piadosas. Sencillas en su composición y muy cercanas al creyente, añadían a su gran eficacia visual una indudable carga emocional.
‘Arte transparente. Obras maestras de la talla de cristal en el Renacimiento milanés’
Como colofón, este mismo mes se presenta esta exposición en El Prado (14 de octubre de 2015- 10 de enero de 2016. Sala D). Desde mediados del siglo XVI, artistas y talleres de la ciudad italiana de Milán destacaron en la talla del cristal de roca, una gema natural, creando obras maestras difícilmente superables, que gozaron de la común admiración de sus contemporáneos, con una valoración económica muy superior a la de grandes creaciones de la pintura de su época. Destinadas a las grandes colecciones principescas, son, a la vez, esculturas y objetos útiles, invenciones insólitas extrañas y maravillosas, cuyas proporciones evidencian, en muchos casos, un profundo conocimiento del mundo clásico.
Desde el punto de vista escultórico, destacan por su calidad estética y técnica, y las representaciones en ellas figuradas. Como elaboraciones intelectuales, cabe considerarlas reflejo del pensamiento renacentista y tardo- renacentista, llegando incluso a interpretar visualmente asuntos esotéricos y mágicos. El principal objetivo de esta exposición consiste en presentar al gran público un concepto de arte con el que no está familiarizado, para lo que se han seleccionado catorce de las piezas más bellas del llamado “Tesoro del Delfín” (parte de la herencia de Felipe V de Borbón), a las que se unen obras de primer rango provenientes de Florencia y París.

‘Barco de la tortuga’ (h. 1570), de Annibale Fontana (1540-1587)

