Que los insectos servían de inspiración a la ingeniería, la robótica e incluso a los informáticos ya era algo sabido. Y habitual. Pero hemos subido un grado: las hormigas Eciton hamatum tienen un depurado orden asociativo que ahora sirve de base para la ingeniería.

La imitación de las estructuras naturales es algo continuo en la tecnología y la ciencia. Ahora han ido un paso más allá: organización autónoma de robots, inspirándose en las hormigas Eciton hamatum. La Universidad de Princeton y el Instituto Tecnológico de Nueva Jersey se han aliado para investigar a esta especie de hormiga famosa porque construyen puentes resistentes uniéndose entre sí en una estructura que, curiosamente, parecen puentes hechos por humanos. Las hormigas se entrelazan, crean con sus cuerpos la estructura y otras hormigas pasan por encima transportando comida hacia el hormiguero. De esta forma los insectos salvan vacíos y obstáculos insalvables que de otra manera no podrían. La evolución llevada a un nivel organizativo superior.

El equipo de investigadores viajó hasta Panamá para simular pruebas con las Eciton hamatum, cuyos hormigueros son inmensos. Las dividieron en grupos y colocaron sobre plataformas que se abrían creando espacios de diferente tamaño. Las hormigas hacían varios intentos, pero sobre todo recolectaban información. Entonces el aparente caos de cada una se convertía en un movimiento colectivo en el que se alienaban y enganchaban unas con otras para formar puentes de diferente ángulo en función del espacio que tenían ante sí. Cuanto mayor era el espacio, más abierto era el ángulo (se registró hasta un máximo de 60 grados).

Imagen de las hormigas Eciton hamatum construyendo un puente con sus cuerpos

Los investigadores de ambas instituciones se dieron cuenta de que el comportamiento subyacente de las hormigas era mucho más complejo de lo que pensamos. Se basa en una serie de comportamientos de asociación que hasta ahora sólo parecían propios de inteligencias superiores. Lo hacen además sin ningún miembro dirigiendo la operación. No hay “líder”, si así se les puede llamar. Estaríamos ante un proceso aprendido o quizás heredado colectivamente por las hormigas que les permite ejecutarlo sin necesidad de recibir instrucciones, sólo coordinándose con el resto.

Si este comportamiento se traslada a la robótica podríamos estar ante las puertas de una revolución tecnológica. Diseñar robots que se asociaran entre sí de forma intuitiva a partir de patrones aprendidos sería un salto delante de gran importancia. No sólo actuarían por su cuenta a partir de programación inferida por los ingenieros, sino que podrían combinarse y asociarse entre sí fuera de esa programación para conseguir formas más útiles de servir a un propósito. Quizás para más de uno la opción de que un robot “piense” por sí mismo es la puerta a un peligro enorme, pero si lo ponemos en perspectiva, la opción de máquinas que de manera natural se asocien para hacernos la vida más fácil es muy prometedora. Podrían, por ejemplo, crear puentes para rescatar personas atrapadas, construir más deprisa y mejor…

El asociacionismo entre máquinas es una de las metas de las nuevas tecnologías, crear organizaciones entre unidades para que puedan trabajar más, tener más funciones y mejorar la industria… El patrón de las hormigas parece sencillo y complejo a un tiempo: se comunican entre sí y cada una juzga lo que es necesario, de tal forma que la suma de las acciones individuales se convierte en una gran red colectiva con un fin común. Ese mismo proceso es parecido al que ya tienen entre sí las redes de ordenadores. Sería relativamente factible aplicarlo a unidades robóticas para que crearan comportamientos colectivos a partir de información individual.

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