Orgullo y Satisfacción publica con Astiberri sus “grandes éxitos”, una excusa perfecta para conocer mejor el trabajo de este grupo de dibujantes e ilustradores que hacen doble juego con su propia definición, porque ilustran visualmente y al mismo tiempo mantienen esa actitud “ilustrada” de inteligencia analítica que usa el humor como un bisturí de la realidad social y política de España. Y quizás por eso han cerrado este año. Pero nos ofrecen lo mejor de su trabajo.

Dos cosas antes de abordar el trabajo de Orgullo y Satisfacción: primero, no es un trabajo individual, sino colectivo, y no sólo de dos dibujantes o tres, sino de todo un grupo que mantiene el grupo en forma de revista, lo que en estos tiempos es ya encomiable y digno de elogio. Y segundo, son humor inteligente basado en algo tan primitivo y básico para el ser humano como la combinación de imagen y mensaje. Por así decirlo, usan el la inteligencia analítica con herramientas que ya existían hace miles de años, usadas durante siglos por el poder y la Fe para divulgar sus ideas y dogmas, y que ellos usan para desnudar a ese mismo poder, esa misma Fe, pero sobre todo las contradicciones y miserias de la sociedad española.

La Editorial Astiberri acaba de publicar ‘Orgullo y Satisfacción: Grandes Éxitos’, 312 páginas a color con lo mejor del trabajo de este tándem-grupo entre 2014 y 2017, surgido tras la dimisión de un grupo de autores del semanaria El Jueves por la censura del grupo editorial sobre una portada que abordaba la abdicación de Juan Carlos I. En total 40 números en tres años de trabajo antes de que la revista perdiera fuelle y rendimiento, algo que no es raro en el trabajo de cómic e ilustración en España.

Viñeta explicativa del cierre publicada en la web de la revista

Porque hay un tercer punto que abordar: Orgullo y Satisfacción ha cerrado por la falta de público dispuesto a comprar su forma de ver el mundo. Ellos mismos lo explicaron en una serie de viñetas que os incluimos en este reportaje, y que muestra lo complicado que es este oficio y arte de la ilustración combinada con el humor político y social en un país acostumbrado a usar los libros y revistas para calzar mesas que cojean o como presunción de una cultura que no se tiene. Ya lo avisaba Valle-Inclán en ‘Luces de Bohemia’, cuando avisaba de que en aquella España esperpéntica resumida en ese otro Madrid esperpéntico había gente que llevaba lentes para leer sin necesitarlas “para aparentar ser cultos y lectores” cuando apenas leían la primera página.

Necesitaban 12.000 ejemplares para sobrevivir y no pasaban de los 5.000, razón por la cual el proyecto cerró. Pero han sido tres años gloriosos donde la censura de la Casa Real y el miedo editorial tuvieron justo el efecto contrario. El Jueves sigue ahí, con la espada de Damocles encima (es el precio de pasar la independencia económica a manos de un grupo editorial con más dinero y mucho más miedo), y ellos buscarán acomodo en otros lugares. La frase “fue bonito mientras duró” es una buena forma de despedida, por muy manida que esté.

La revista dio cobijo a muchos de los mejores profesionales del humor gráfico y no gráfico con firmas como Ágreda, Albert Monteys, Alberto González Vázquez, Asier y Javier, Bernardo Vergara, El Mundo Today, Flavita Banana, Guillermo, Isaac Rosa, Lalo Kubala, Luis Bustos, Malagón, Manel Fontdevila, Manuel Bartual, Mel, Miguel Brieva, Morán, Oroz, Paco Alcázar, Paco Sordo, Pacheco & Pacheco, Toni o Triz. Todos ellos por solidaridad o por filiación formaron la idea de hacer otro El Jueves sin ser El Jueves, pero que contara además cosas que en el mismo El Jueves quedaban en el cajón de los descartes. O no, porque este semanario ya histórico no han parado de meter el dedo en la llaga. La escisión no consolidó, pero el camino andado durante tres años es de los más prometedores.

El resultado es una vida corta pero intensa donde la libertad de expresión y la falta de cortapisas dio alas. Sólo quedaba como frontera visible la calidad y esa estricta autocensura de cada mente, que filtra lo que quiere y puede. Porque no todo vale en el fondo, sobre todo si cualitativamente cae en picado. La revista vivió a través de internet, con número que se podían descargar digitalmente para ahorrarse costes de producción, con ventas en formato pdf cerrado que evitaban que se pudiera piratear, aunque era evidente que iba a pasar. De todas formas cuanta más difusión mejor para ellos, si bien nunca llegaron a superar esa barrera mínima en la que necesitaban vivir (12.000… que parecía canto de sirena).

También tuvieron vida en formato de papel a través de la editorial vasca Astiberri, de las mejores de España, que ha publicado ya este ‘Grandes Éxitos’ más ‘El diccionario ilustrado de la democracia española’ y ‘¿Qué es el humor?’ que sirvieron para apuntalar el trabajo de estos autores, que eligieron como destino de sus ideas sobre papel desde los Borbones (un clásico tanto suyo como de El Jueves, por censurado que fuera) al PP, el PSOE, la democracia, la economía de burbujas explosivas que ha caracterizado España, el poder de los medios de comunicación al servicio del sistema que no del ciudadano, la Iglesia Católica, o las muchas contradicciones sociológicas y culturales que tienen los españoles, y que se cuelan una y otra vez por mucho “buenismo” que se aplique. Con su cierre perdemos una mina de inteligencia y carcajadas, pero podemos volver una y otra vez gracias a internet y Astiberri.

‘El diccionario ilustrado de la democracia española’

Una “obra rigurosa, documentada y contrastada”, entre la sorna y el humor político, fruto del trabajo abnegado de veintiún profesionales que repasan en forma de diccionario por nombres y conceptos, los 40 años de evolución de la democracia en España desde la muerte de Franco. El bisturí se mete de lleno en la crítica a un sistema que la crisis económica de 2007-2008 se llevó por delante al faltar lo que lo sostenía, el progreso económico, aunque este fuera basado en la especulación y sucesivas burbujas financieras. Como indica el texto de la publicación, “un trabajo destinado a convertirse en el referente por antonomasia de las obras de consulta que tratan esta apasionante etapa de nuestra historia. O a lo mejor no”.

Más bien no porque lo que intenta es justo lo contrario de lo que dice, ya que ha sido elaborado (y publicado por Astiberri) como un espejo deformante y a la vez más lúcido y certero. Fue elaborado además con material inédito que no había aparecido antes en la revista Orgullo y Satisfacción. Lo que encontramos va entre el humor satírico hasta el compasivo y de denuncia (basta ver la referencia al 11-M) de los excesos, inmoralidades e incongruencias del poder político. Si bien la obra está claramente escorada hacia una visión progresista, también la izquierda española sale mal parada de esta “revisión”, en la que no hay trinchera en la que guarecerse del bisturí.

¿Qué es el humor?

Cuáles son los límites del humor, qué líneas rojas son las que el humor no debería traspasar, cuándo se convierte el humor en humor negro… pero al final, todo es mucho más sencillo y complejo, caótico, y no tiene leyes universales, depende más del momento y de la catadura “neuronal” de los que ven y escuchan. Del público. Aunque una buena broma puede no hacer gracia, no deja de ser un ejemplo de humor. Quizás habría que diferenciar entre el mensaje en sí y el receptor y que siempre hay dos efectos. Algo de esa flexibilidad y complejidad hay en el trabajo que reunió Orgullo y Satisfacción en este volumen publicado por Astiberri, en el que queda claro que los autores hacen humor porque les gusta, porque creen en él, porque es su idioma y porque seguramente “no saben hacer otra cosa”.

Este volumen, con obras de Ágreda, Albert Monteys, Alberto González Vázquez, Asier y Javier, Bernardo Vergara, Guillermo, Luis Bustos, Manel Fontdevila, Manuel Bartual, Mel, Morán, Oroz, Paco Alcázar, Toni y Triz, cuenta con un compendio de 100 ejemplos de humor gráfico que intentan definir qué es el humor, sus variables, sus efectos, sus orígenes, la razón de existir de algo tan antiguo como hacer un chiste sobre la realidad. Sólo hay que recordar que cuando en el Imperio Romano había una crisis lo primero que hacían los emperadores era prohibir el teatro cómico. Por algo sería. Porque el humor lo corroe todo.