Hollywood, a través del nuevo servicio de TV de Apple y la productora Skyline, van a hacer el enésimo asalto de adaptación audiovisual sobre la saga primigenia de la ciencia-ficción, ‘Fundación’, escrita por Isaac Asimov, quizás el autor más famoso y prolífico del género en el siglo XX, creador de un universo propio en 16 libros que revisaremos brevemente. Una excusa perfecta para hablar de Asimov.
En 2014 sonaron las campanas: los hermanos Nolan, Jonathan (el guionista) y Christopher (el director) se reunían para adaptar ‘Fundación’ con la producción en manos de HBO. Un bombazo. Que terminó en humo. No salió adelante y los derechos quedaron al margen hasta que Apple decidió tomar el testigo. Fue en abril de este año cuando se hizo público el proyecto que podría, finalmente, adaptar la obra cumbre de Isaac Asimov. Está por ver si culmina o se diluye como el anterior intento, pero para la inmensa tarea (luego explicaremos al lector novato por qué esta adaptación es como hacer la Gran Muralla china…) han elegido a David S. Goyer y Josh Friedman con la colaboración de Skydance, productora asociada que ya es responsable de la serie de ciencia-ficción ‘Altered Carbon’ para Netflix. También está presente como productora asociada Robyn Asimov, hija del autor. La razón es muy sencilla: Asimov es una mina de oro para las adaptaciones si se hacen con recursos y criterio, casi no se le ha explotado y, sobre todo, el nuevo servicio de Apple (Apple Worldwide Video) quiere entrar por la puerta grande en el mercado para competir contra Amazon Prime Video, Netflix y la futura plataforma de Disney. Se espera que le estreno sea en marzo de 2019 y de entrada hay diez episodios encargados, según apuntaba la web Deadline.
Es una tarea colosal cuya ejecución pasa por mutilar la propia saga ‘Fundación’: no hablamos de una novela, ni de dos, sino de 16, resultado del proyecto magno de toda una vida de un escritor prolífico como los ha habido pocos, Isaac Asimov, el hombre pegado a unas legendarias patillas y que forma parte de la Santa Trinidad de la ciencia-ficción norteamericana junto con Ray Bradbury y Philip K. Dick, quizás el autor más veces adaptado. La saga Fundación son nada menos que 16 libros, si bien se considera que la parte “canónica” o central son los tres primeros, ‘Fundación’, ‘Fundación e Imperio’ y ‘Segunda Fundación’, publicados entre 1951 y 1953 y que son conocidos por los lectores como la “Trilogía de la Fundación”. A partir de ahí se publicaron otras trece novelas y relatos cruzados que son producto del proceso de “estirar el universo” que hacen muchos autores.
La saga es como una cuerda de múltiples hilos y personajes a lo largo del tiempo que se trenzó desde antes de su publicación definitiva en los 50; Asimov escribió las novelas en dos épocas diferentes de su vida: la primera, entre 1942 y 1957 (la trilogía original), y la segunda entre 1982 y 1992, año de su muerte. El propio Asimov creó el canon de esta saga en 1988 cuando determinó que eran 14 libros y casi millón y medio de palabras, si bien luego añadió dos más. En ese año aparecía ‘Preludio a la Fundación’, y hasta su muerte (y a posteriori) se publicaron ‘Visiones de robot’ (1990) y ‘Hacia la Fundación’ (1993, póstuma). Pero no se trata de una saga del 1 al 16 en forma de novelas, sino que Asimov creó una línea argumental propia en la que se entremezclan novelas, relatos, comentarios y cuentos cortos, creando una densa maraña al estilo de Balzac con su ‘Comedia humana’ o incluso como Tolkien, que amplió la Tierra Media con relatos paralelos a las novelas.
‘Fundación’ es un reto mayúsculo, por su peso literario dentro del género y las ideas que contiene, en especial la creación del concepto de Psicohistoria, la disciplina definitiva que unifica las matemáticas, la física y las ciencias sociales en un corpus único que puede predecir el comportamiento y desarrollo de las sociedades humanas. A grandes rasgos el fuste de la saga gira en torno a un grupo de científicos liderado por Hari Seldon que intenta frenar 30.000 años de oscuridad que seguirán al colapso y caída del Imperio Galáctico que unifica todos los mundos colonizados por los seres humanos y su civilización. El intento de Seldon es, a través de las enseñanzas de la Psicohistoria, reducir a sólo mil años esa decadencia y preparar a la Humanidad hacia un nuevo auge de largo recorrido. La saga arranca cuando esos primeros signos de barbarie ya han aparecido. Seldon crea entonces dos fundaciones (Primera Fundación, pública, y Segunda Fundación, secreta, de ahí el título de la saga) de científicos y psicólogos que desarrollan la Psicohistoria para reconducir a la Humanidad. Cada una está en un extremo de la galaxia y que serán las encargadas de, tras el caos. En realidad es la traslación del devenir de Occidente: tras la caída de Roma, mil años de Medievo antes de la llegada del Renacimiento y la Modernidad.
La historia de la saga tiene varias líneas argumentales. La primera es la misma que se ha contado mil veces: la expansión del ser humano por la galaxia, el nacimiento de las colonias espaciales en otros planetas, y la posterior guerra civil entre la Tierra y sus colonias para controlar el territorio. El punto de partida también es la degradación ecológica de la Tierra por la radiación, lo que forzó una diáspora que expandió la huella humana. A partir de ahí se desenvuelve la madeja: colonias, los primeros conglomerados galácticos, imperios, y finalmente su paso a Imperio Galáctico y su (inevitable) decadencia posterior. Hay que tener en cuenta que la cronología sucede en un plazo de tiempo muy largo que Seldon quiere reducir “reprogramando” a la sociedad. En realidad Asimov daba rienda suelta a una de sus pasiones, eso que hoy se llama Tercera Cultura pero que en realidad era un decidido intento de darle base a las ciencias sociales. Como todo positivista formado en ciencia, Asimov creía que con una matematización mayor y un nuevo enfoque las denostadas ciencias sociales podían alcanzar el objetivo de mejorar y reconducir a la sociedad humana para que fuera mejor.
La saga también es el campo de expansión literaria de otra de las obsesiones de Asimov, quizás más famosa que la propia Fundación: la robótica y la inteligencia artificial. Los robots son parte primordial de la historia de Fundación, tanto por su influencia en la Humanidad como en el devenir de ese futuro predicho por Seldon, tanto a nivel tecnológico como social. Es en ese escenario literario en el que desarrollaría sus Tres Leyes de la Robótica: Primera Ley: un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño; Segunda Ley: un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando éstas entren en conflicto con la Primera Ley; Tercera Ley: un robot debe proteger su propia integridad, siempre y cuando esto no impida el cumplimiento de las dos leyes anteriores. En una de las obras de la saga, ‘Fundación y Tierra’, también se creó la Ley Cero de la Robótica: “Un robot no puede hacer daño a la Humanidad o, por inacción, permitir que la Humanidad sufra daño”, una extensión de la primera y que es de obligado cumplimiento. Uno de los momentos claves de la saga es la creación del robot R. Daneel Olivaw, convertido casi en un narrador-dios omnipresente que surca todo el tiempo de miles de años de la saga, tanto directa como indirectamente. Es más, su presencia es casi la de un dios: utiliza diferentes identidades humanas para poder tejer tanto la Fundación como el Imperio Galáctico. Asimov lo utilizó como un “deus ex machina” continuo para poder cuadrar todo lo que contaba. Incluso llega a convencer a Seldon para crear la Psicohistoria.
Olivaw es muy importante ya que es, en parte, el cierre de la propia saga cuando la Humanidad se ve amenazada, además de por su decadencia, por una potencial entrada de alienígenas. Asimov enlaza el ciclo de la Fundación con el ciclo de los robots e inventa el plan maestro de Olivaw: Gaia-Galaxia, una conciencia galáctica que sirva de escudo colectivo que supera a la propia Psicohistoria (que no deja de ser un parche al problema sistémico de los ciclos de auge y autodestrucción de la Humanidad) y puede frenar el caos y ese ente difuso exterior que quiere destruirlo todo. Olivaw crea el planeta Gaia a imagen y semejanza de ese intento, con una gran menta colectiva que produce seres casi perfectos. Por así decirlo, en el universo creativo de Asimov los robots son una versión más sofisticada, ética y lúcida de la propia Humanidad. El problema sin embargo es que el autor no logró superar la aparente contradicción entre el soñado y ansiado Segundo Imperio Galáctico y ese plan Gaia-Galaxia que en realidad desbarataría al primero, ya que no implicaría la necesidad de un poder central protector, sino que sería la propia masa viva de la galaxia la que reaccionaría como una colmena unida ante una amenaza externa y el propio devenir hacia el caos. Asimov murió antes de poder continuar con el futuro desenlace.
De Gaia sale también otro personaje clave, el Mulo, sin nombre, un ente de origen humano que es en realidad una anomalía no prevista del plan de Olivaw, con capacidad para alterar y controlar las emociones humanas a su voluntad, con lo que logra reconducir a las masas humanas y desbaratar por completo el plan de la Psicohistoria de Seldon. Es el anti-Seldon que llega a ser el líder de la Primera Fundación. El Mulo desequilibra el racionalismo lógico de Hari Seldon (casi vulcaniano) con una manipulación emocional continua; el Mulo es, por así decirlo, el reverso de todo el intento de las dos fundaciones y de la voluntad humana, incluso del propio Olivaw, un ser cargado de resentimiento por el rechazo de los humanos por su deformidad física de rostro y miembros desiguales. El Mulo capta a estos humanos, denominados “conversos” en la saga, y los utiliza sucesivamente para conquistar enormes regiones estelares y ser emperador. Se camufla como un bufón y utiliza un instrumento musical para poder controlar a más individuos. Sin hacer muchos spoiler, el Mulo tiene dos objetivos: conquistar la Primera Fundación, lo cual consigue, y destruir la Segunda Fundación (secreta, en el otro extremo de la galaxia)… hasta aquí leemos.
Así pues la saga se asienta sobre esos tres puntos: la Psicohistoria del humano lúcido Hari Seldon, el plan de conciencia colectiva unificada del robot Olivaw y el plan emocional del Mulo, tres puntos distintos a partir de los cuales Asimov teje una historia que transcurre durante 20.000 años y que es una de las cimas de la ciencia-ficción literaria junto con las ‘Crónicas Marcianas’ de Ray Bradbury o la legión de relatos cortos y novelas de Philip K. Dick.
El científico que abrazó la literatura
Emigrante, hijo de emigrantes. Un refugiado en un país, EEUU, construido a golpe de desesperados en busca de libertad que hoy sus gobernantes traicionan. Curiosamente Isaac Asimov es un autor norteamericano que hunde sus raíces en la URSS. Nacido en Petrovichi (en la región de Smolensk) en 1920 y fallecido en Nueva York en 1992, judío y por lo tanto objetivo de cualquier tipo de fobia, hijo de Judah Asimov y Anna Rachel Berman, quien empezó la vida de Isaac engañando, ya que cambió la fecha de nacimiento para que pudiera entrar en la escuela un año antes y aprovechar el potencial que tenía. Al calor del giro autoritario definitivo de la URSS en los años 20, en 1923 la familia emigra a EEUU para una segunda vida que cumple con muchos clichés: Brooklyn, una pastelería que sustentó a la familia y un hijo que termina en la universidad. Fue en esa tienda donde Isaac empezó a leer las revistas de sci-fi que exhibía su padre. Alumno brillante que destacaba del resto, apenas tenía 15 años (reales) cuando dio el salto universitario en Columbia en 1935. Allí estudió Química, su especialidad, para pasar luego al doctorado en Filosofía.
Y fue entonces cuando decidió que su futuro sería la literatura, no la medicina, si bien durante años la Química fue su compañera laboral, como cuando trabajó para la US Navy en la Segunda Guerra Mundial. En 1948 ahondó su formación científica con un segundo doctorado en Bioquímica, también por Columbia. Curiosamente tardó bastante tiempo en liberarse de la necesidad de trabajar: hasta 1958 dio clases en la Medical School de la Universidad de Boston, labor que compaginó con la creación de la saga ‘Fundación’ y de gran parte de sus textos. Esta doble vida fue en realidad triple: investigaba en ciencia, divulgaba (es autor de numerosos ensayos sobre Historia y diversas disciplinas, hasta el punto de que es tan importante como divulgador científico como novelista) y escribía. No paró nunca: escribió casi hasta su muerte, consecuencia de la mala salud derivada de una infección prostática. Falleció de un ataque al corazón en 1992, pero sólo años más tarde se supo la razón de su prematura muerte: había contraído el SIDA en 1983 como consecuencia de una transfusión de sangre contaminada. En su honor se bautizó un asteroide y un cráter de Marte; ganó el Premio Hugo de ciencia-ficción siete veces, el Nébula dos, y acumuló catorce doctorados honoríficos.
Las otras adaptaciones en cine y TV
La relación de Asimov con la televisión o el cine no es nueva. Frente a lo que la gente cree, un autor tan prolífico en realidad no ha sido tantas veces adaptado ni con tanto éxito. Ahí reina el eterno Philip K. Dick. Pero sí que colaboró mucho con la industria. Un dato: fue asesor científico de la serie Star Trek en los años 60, y durante su vida acudió a varias convenciones para ensalzar un proyecto que se parecía mucho más a su visión de la ciencia-ficción que la imperante actual, entre el purismo cientificista más absoluto y la eterna distopía de Philip K. Dick. Varias de sus novelas o relatos fueron adaptados al cine o la TV. Quizás la más conocida es ‘Viaje alucinante’ (1966), que en realidad no era suya. Merece una explicación: le encargaron a Asimov hacer una novela basada en el filme de Richard Fleischer, pero el libro se publicó seis meses antes que el estreno, por lo que puede inducir al error. Es, por así decirlo, una adaptación inversa. Pero la primera experiencia con la pantalla fue ese mismo año, cuando uno de sus relatos protagonizó una de las entregas de la serie ‘Out of the unknown’ para la BBC. Destaca una adaptación curiosa: la que en 1987 hizo el soviético Andrei Yermash de ‘El fin de la eternidad’, que ya había sido adaptada por András Rajnai una década antes. En 1988 veía la luz en Francia ‘Gandahar, los años luz’, en formato de animación. También ese año apareció ‘Anochecer’, de Paul Mayersberg, que llevó por primera vez una obra completa en formato de filme para el gran público.
Ya en los 90, y después de una adaptación menor en formato de telefilme, llegaría ‘El hombre bicentenario’ (1999), dirigida por Chris Columbus que eligió a Robin Williams para la visión más edulcorada y sentimental para hablar sobre la inteligencia artificial. Un lustro más tarde Alex Proyas se fue al otro extremo del arco y adaptó ‘Yo, robot’ (2004), aproximación entre el thriller y la película de acción con Will Smith que en realidad, una vez más, no nace directamente de Asimov: se basaba en un relato paralelo de Jeff Vintar (‘Hardwired’) basado en textos del escritor y en muchas de sus ideas sobre robótica. Mucho menos conocida es la serie ‘Probe’ de la ABC: para encontrar alguno de los siete episodios que tuvo este proyecto, cancelado por la cadena de forma prematura, hay que ser todo un espeleólogo de la red, porque la dueña de los derechos hoy (Warner Bros) ha borrado todo lo que ha podido. Esta serie de 1988 no era una adaptación, sino una obra expresa de Asimov, que firmaba los guiones junto con William Link. Su creación fue un científico que resolvía problemas a través de la ciencia y que ayudaba a la policía cuando se lo pedían. ¿Les suena, verdad?
La obra de Asimov
Firmó más de quinientos textos publicados, y muchos otros no publicados, su estilo fue muy claro: divulgación, elegancia, diálogos dominantes, imaginación racional basada en las proyecciones de lo que daban de sí la ciencia y la tecnología. Fue un escritor riguroso al estilo de Julio Verne y H. G. Wells, que no se dejaban llevar por el lirismo o el psicologismo como sí hicieron Ray Bradbury y Philip K. Dick. Con ellos sí que compartió la querencia por la distopía, pero ahondó siempre en su faceta de “tecnófilo”, donde las historias se centraban más en las posibilidades tecnológicas del progreso futuro y sus consecuencias. Fue el creador de las Tres Leyes de la Robótica, un lugar común en la ciencia-ficción y en el propio estudio científico de la Inteligencia Artificial. Su posición era que la robótica generaría una inteligencia mucho más humana en su moralidad y virtud, acosada por la envidia, miedos y egoísmos de los humanos. La rebelión inversa.
Desde un punto de vista literario la calidad se concentra en sus novelas, dominadas por una argumentación continua a través del diálogo que son el vehículo para las ideas preconcebidas de Asimov, que diseñaba sus libros como contenedores de sus posiciones sobre el progreso. Entre las novelas, además de la Saga Fundación, destacan ‘Un guijarro en el cielo’ (1950), ‘Las corrientes del espacio’ (1952), ‘Las bóvedas de acero’ (1954), ‘El fin de la eternidad’ (1955), ‘El sol desnudo’ (1957), ‘Viaje alucinante’ (1966), ‘Los propios dioses’ (1966), los libros de relatos ‘Yo, robot’ (1950), ‘El hombre bicentenario’ (1976) o ‘El robot completo’ (1982). En 1990 y 1992 se publicaron sus Cuentos Completos en dos tomos.