La desconocida historia del quinto Beatle olvidado, Brian Epstein, la nueva apuesta de Panini Comics.

Escrita por Vivek J. Tiwary y dibujada por Andrew C. Robinson, ‘El quinto beatle. La historia de Brian Epstein’ (Panini Comics) es una narración de una caída lenta en la oscuridad de la antigua industria del espectáculo. Mientras que sus cuatro compañeros eran perfectos (simpáticos, perfectamente anglosajones), Epstein tenía dos problemas que le supusieron el olvido y el ostracismo: era judío y gay. En aquella Gran Bretaña que presumía de derechos civiles y de liberalismo Epstein fue apartado con la misma hipocresía que lo fue Alan Turing, el matemático y padre de los computadores que fue decisivo para ganar la Segunda Guerra Mundial. Pero si no se respetaba a héroes, ¿cómo respetar a un simple manager demasiado solitario?

Tiwary trabaja incluso en una potencial adaptación al cine a partir de la novela gráfica sobre la historia de este pobre olvidado, igual pero no tanto que el posterior Rolling Stone Brian Jones que acabaría flotando muerto en una piscina. Ambas desapariciones arreglaron muchas cosas para ambas bandas. Pero lo cierto es que su vida estuvo marcada por esas dos diferencias. Y los Beatles quizás nunca hubieran sido nada salvo una banda más de Liverpool si no llega a ser por el fervor de Epstein por estos dos chicos.

Epstein era un joven adinerado y entusiasta que regentaba el negocio de su familia, una tienda de discos que fue la plataforma inicial para los Beatles. Literalmente se les unió por puro sentimiento fan después de ver sus primeros conciertos en The Cavern, el nido oficial de la banda. Tras convencerles de sus posibilidades, dio forma al proyecto, despojándoles del cuero y dándoles el aire pop de niños buenos que marcó y lastró a la vez a los Beatles en su primera etapa. Les imprimió dos cosas: la humildad y el amor por la madre de todas las ciudades obreras, Liverpool, frente al elitismo y el pijerío de Londres.

En ellos arriesgó dinero y reputación más allá de las muchas críticas que recibió por apostar por aquellos chicos sin demasiada garra frente al potente rock que ya llegaba del otro lado del Atlántico. Pero, como explica el cómic, siguió adelante y se inventó él solo toda la promoción y los viejos trucos del manager de toda la vida, desde recolocar los discos en las tiendas de la competencia a comprárselos para crear tendencia, vender mercadotecnia cuando nadie lo hacía y preparar al gran salto hacia EEUU. Y más concretamente los contactos con Ed Sullivan, el presentador del programa de mayor éxito de la televisión americana. Su aparición en aquel programa fue un antes y un después, para siempre. Fue Epstein quien los colocó en la lanzadera del éxito y les acompañó casi hasta el momento de su muerte.

Pero también fue la primera víctima del monstruo estrenaste que había creado, que se unió a su particular perfil psicológico. Solitario e incomprendido por su homosexualidad, corría el riesgo de terminar en un psiquiátrico en una país cuya legislación consideraba a los gays como enfermos mentales. Este aspecto de su vida es fundamental, igual que la represión y desventuras que le acarreó su condición, desde palizas de falsos amantes hasta la caída en la drogadicción. Entre la soledad, el sentimiento de culpa por la homosexualidad y el abuso de la química se labró su final. Murió en 1967 por un exceso accidental de barbitúricos, si bien muchos han apuntado hacia el suicidio, pero nunca se ha podido demostrar que, simplemente, falleciera por un error en el cálculo de las pastillas. Sólo tres años después los Beatles se separaron. Muchos dicen que sin Epstein de fondo empezó el derrumbe.