Desde fuera parece un país civilizado, tranquilo, un paraíso natural de fiordos, bosques, nieve y reposados escandinavos famosos por su riqueza y la austeridad con la que suelen vivir. Pero no siempre fue así. ‘El último rey’ te cuenta por qué.

Noruega ha sobrevivido a su propia leyenda de tierra indómita, un macizo montañoso ribeteado de fiordos que se extiende desde el Mar del Norte hasta el Ártico. Es un país rico: tiene petróleo, gas, inmensos rebaños de renos, bosques inacabables, recursos minerales y extensos bancos de pesca. Salen en la cima de todos los ranking imaginables. Son, por así decirlo, un modelo nacional. A todos les gustaría ser como Noruega. Pero esto no siempre fue así.

‘El último rey’ es una película que cuenta parte de esa génesis anterior, una parte del pasado noruego que ellos conocen muy bien, pero desconocida para el resto. Porque Noruega es mucho más que ese sitio que durante un tiempo estuvo de moda entre los exiliados económicos españoles, esa marea de profesionales que el gobierno define como “aventureros” pero que si pudieran le harían un traje nuevo a guantazos al propio gobierno, obligados a emigrar para trabajar. Estuvo de moda hasta que empezaron a levantar esos muros invisibles de visados y trabas migratorias.

Algo parecido a lo que sucede en ‘El último rey’, un exilio, una carrera y también un episodio posterior a esos mismos noruegos. Sucede tiempo después del mitificado pasado vikingo. Los noruegos descienden de las hordas vikingas que asolaron todo el oeste de Europa y parte del Mediterráneo, que le echaron unas agallas tremendas al viajar hacia poniente y colonizar Islandia y Groenlandia, y que incluso llegaron primero a América (Vinland, lo que hoy es la península del Labrador, donde hay incluso yacimientos arqueológicos que lo demuestran).

Pero también de ese arranque del siglo XIII en el que el cristianismo ya ha sepultado casi definitivamente la vieja religión nórdica, en el que han perdido el ímpetu y ya no son el terror de Europa, sino los nuevos hermanos, algo reducidos en capacidad bélica y que dejarían de tener importancia para Occidente hasta que nació la socialdemocracia escandinava. Los noruegos crearon su reino cristiano, que imitó todo lo malo de los vecinos meridionales: traiciones, lucha por el poder, venganzas, asesinatos, represión y guerras pequeñas, pero en cantidad. De una de esas nace la historia de un niño que sobrevive de milagro a un ajuste de cuentas entre señores de la guerra.

Nils Gaup dirige y escribe Ravn Lanesskog, y los protagonistas son un desconocido como Jakob Oftebro y un personaje muy querido, incluso para los españoles: Kritofer Hivju, más conocido por interpretar a Tormund Giantsbane en ‘Juego de Tronos’. También están otras caras conocidos, como Thorbjorn Harr, que interpretó al conde Jarl Borg en la serie ‘Vikingos’ antes de que le dieran “matarile” de la forma más salvaje que se haya rodado (gracias a Dios por las elipsis narrativas y el contraplano), “el águila”. También aparecen Nikolaj Lie Kaas, Pål Sverre Hagen, Benjamin Helstad, Stig Henrik Hoff y Anders Dahlberg. Entre todos crean un mecano histórica, épico y medievalista que no ha gustado demasiado en EEUU (falta de costumbre de interesarse en otras culturas, suponemos) pero que en Noruega fue un éxito y en Europa tendrá algo más de recorrido. Porque, como todos sabemos, en el fondo todas las historias nacionales europeas se parecen. O puede que no.

Estamos en el año 1206 y Noruega ha sido arrasada por una guerra civil entre facciones que ansían el poder. El Rey se muere al mismo tiempo que su hijo bastardo, no reconocido, nace en secreto, lejos de la mirada de sus enemigos y de los que esperan su muerte para poder reclamar el trono. La mitad del reino quiere acabar con el bebé, pero dos hombres leales al trono, Torstein Skevla y Skjervald Skrukka, lo defenderán hasta la muerte en una huida que cambiará para siempre la historia del país; primero porque lograrán que la estirpe siga en pie años más tardes y que Noruega conserve cierta independencia (que perdería mas adelante a manos de suecos y daneses), y segundo porque creó la primera carrera en la nieve que se conoce, la Birkebeiner, que se celebra todavía en honor a estos héroes.

El último rey (2017) mixta

Hasta aquí no hay mucho en qué pensar: dos bandos, y un niño que es la última esperanza, ya que será el futuro rey Håkon Håkonsen, que unificó al país de nuevo. El problema llega cuando para poder comprender mejor la historia tiras de móvil y Wikipedia en medio de la oscuridad de la sala, porque el filme, obviamente, está pensado para noruegos, hecho por noruegos y con la ambición de ser una crónica nacional, al menos de uno de sus episodios más célebres. Lo que sí hay, a raudales, es una persecución invernal por media Noruega con dos rudos cazadores que emulan a los vikingos, con un bebé a cuestas, y que tienen que escapar como sea. Mucha acción, espadas, hachas, guiños al relato épico y efectista de ‘Juego de Tronos’ o incluso ‘Vikingos’ y una ventana abierta a la historia noruega. Eso sí, mejor empollar un poco antes de ir porque si no es posible que el espectador no se entere de nada.

Ficha de ‘El último rey’:

Título original: Birkebeinerne. Año: 2016. Duración: 95 min. País: Noruega. Género: aventuras, histórica. Director: Nils Gaup. Guión: Ravn Lanesskog. Fotografía: Peter Mokrosinski. Reparto: Kristofer Hivju, Jakob Oftebro, Nikolaj Lie Kaas, Thorbjørn Harr, Pål Sverre Hagen, Benjamin Helstad, Stig Henrik Hoff, Anders Dahlberg, Thea Sofie Loch Naess, Ane Ulimoen Øverli, Adam Nemet, Torkel Dommersnes Soldal, Elg Elgesem. Productora: Paradox Film 3.