Anticipada como la serie más cara nunca producida por DC Entertainment, es la mayor obra de Neil Gaiman, quizás las más ambiciosa literaria y filosóficamente para el cómic, y sin duda lo que le llevó al éxito mundial junto con sus novelas. El propio autor había sido uno de los mayores escollos: el miedo a un fiasco (más habitual de lo que se cree) le había echado para atrás. Hasta ahora. Hasta que llegó Netflix.

La plataforma es la que se ha quedado con el pastel, según The Hollywood Reporter, junto con Warner Bros; ambas adaptarán en un proyecto común la saga principal para una serie de imagen real, y que ha quedado en manos de Allan Heinberg como showrunner (guionista de ‘The Catch’ o ‘Anatomía de Grey’, entre otras) junto al también guionista David Goyer. Eso sí, Gaiman ha forzado su puesto como productor ejecutivo para evitar que la producción se “tuerza” hacia donde el autor no quiere. Ese miedo de Gaiman a que la traslación a la pantalla no respete el complicado mundo de ‘The Sandman’ (mitología, terror, fantasía, creado junto a Sam Keith y Mike Dringenberg entre 1988 y 1996) ha forzado tanto la situación como los desencuentros para su adaptación.

Ya hubo intentos en los años 90 del pasado siglo para convertirlo en una película, para luego recuperar impulso en 2013 a través del propio autor unto con el actor Joseph Gordon-Levitt como director y personaje principal, pero también terminó en un cajón. Ahora, con la casa madre dueña de DC (Warner) y los ingentes recursos de Netflix (que ha dedicado más de 9.000 millones de dólares en producciones), parece que llegará a buen puerto. Y no ha sido fácil su conversión de película a serie: HBO dijo que no por el alto coste, justo cuando dedicada sus esfuerzos en ‘Juego de Tronos’. Gaiman además no es novato en las adaptaciones: no hay que olvidar que ya se llevó a la pequeña pantalla ‘Lucifer’, ‘American Gods’ y ahora con Amazon ‘Good Omens’.

Neil Gaiman, el todoterreno multigénero

Leyenda viva del cómic, creador de algunas de las sagas más célebres de este arte, Gaiman es sobre todo un autor de letras en tinta y papel, un motor literario que se apropia de mitologías, sentimientos y tradiciones culturales para desarrollar su creatividad. Y la literatura es una de ellas, algo escondida por su trabajo en el cómic. Es más conocido por ser uno de los mayores autores de cómic vivos, el padre de ‘The Sandman’, un clásico original salido de las páginas de relatos que él mismo creó. También por ser uno de los que más y mejor ha empujado hacia la adaptación de calidad del cómic a la pequeña y gran pantalla. Pero antes que nada Gaiman es escritor. Gaiman es inglés, y desde su infancia bebió de la literatura nacional con una fuerza desmedida.

Entre sus fuentes siempre ha citado a Tolkien, pero también a otros autores como C. S. Lewis o G. K. Chesterton, así como toda la literatura épica tradicional europea, desde el ‘Beowulf’ que todo escolar británico ha leído a las sagas nórdicas. Acunado desde sus primeros años por esos mundos, convertido en un niño-lector ávido de más historias, es lógico que se estimulara su vena artística. Tanto que desde muy temprano decidió ser escritor. Es decir: Gaiman primero fue autor, y sólo después llegó hasta el mundo del noveno arte, como una expansión de su talento y también por azares del destino. Uno de ellos fue más que determinante y tiene el punto de arranque en el momento en el que abandona los estudios y se mete de lleno en el mundo de la prensa. Colaboró con revistas, periódicos, como articulista, crítico literario y entrevistador… todo fue bien hasta que en una de esas entrevistas conoció a Alan Moore.

Moore es lo más parecido al modelo del guionista casi perfecto del mundo del cómic, un autor que tiene más de escritor y filósofo que de guionista, y que ayudó a realizar el gran cambio de rumbo del cómic en los años 80 y 90. Fue como darse de bruces con el maestro, una figura dominante que despertó en Gaiman su amor por el cómic y, sobre todo, le mostró que el camino de lo literario muchas veces puede pasar por trasladarse a otras artes y formas de representación. A través de Moore llegaría hasta Dave McKean en los años 80, con el que crearía su primer tándem profesional y una novela gráfica iniciática, ‘Casos violentos’. De ahí pasó a DC Comics en EEUU, bajo cuyo paraguas editorial crearía su gran saga, ‘The Sandman’.

Esta saga, y su personaje principal homónimo, es un dios de los sueños que camina entre la fantasía y la realidad, un mundo-puente onírico y sobrenatural que obedece a las tendencias de literatura fantástica de Gaiman, que encontró así camino abierto para su imaginación. Y siempre con McKean como compañero de viaje para darle salida a su labora literaria. Porque hay que tener claro que Gaiman es un autor. Una prueba de ello es que una de sus primeras arremetidas literarias fue nada menos que con Terry Pratchett en 1990, ‘Buenos presagios’, cuando ya trabajaba como guionista. Un buen bautizo: Gaiman ha tenido buenos padrinos y socios: en 2011 publicó ‘Interworld’ junto a Michael Reaves, y ha sido constante la presencia de ilustradores en sus novelas y creaciones, principalmente Chris Riddell y Skottie Young.

Convirtió su querida ‘The Sandman’ en novela, pero fue desde luego con ‘American Gods’, publicada en 2001, donde se destapó como autor literario de género: fue la gran piedra de toque, su salto a las letras, con la que ganó el Premio Stoker en 2001, el Premio Hugo en 2002 y el Premio Nébula de Novela con esta obra. Repetiría éxito con ‘El libro del cementerio’ (publicada en 2008), que también le llevaría a ser Premio Hugo. El mismo mecanismo repetiría con otras dos obras, la novela corta ‘Stardust’ y su zambullida en la literatura juvenil, ‘Coraline’, que le consagraron como uno de los autores anglosajones más leídos y con más influencia en las nuevas generaciones. Y muchas de ellas han dado el salto al cine y la televisión.

Al igual que en su trabajo en el cómic, el estilo de Gaiman es un amor por el tenebrismo más que elocuente, la confluencia de la narración propia de la literatura fantástica y de terror mezclada con elementos de la ciencia-ficción. Y es así desde el principio: siendo niño, en su colegio era famoso por sus cuentos de una rana que viajaba en el tiempo. Su estilo bascula entre el necesario tono onírico y lírico con la agilidad narrativa para poder enganchar a millones de lectores. El resultado es un autor de género y con un gran éxito que en muchas ocasiones se confunde con su otro yo, un guionista de cómic y ficción audiovisual como hay pocos. Dos Neil, un solo Gaiman.