Uno de los símbolos de Júpiter, tan grande que podría tragarse varias Tierras, disminuye de tamaño por causas desconocidas. 

La Gran Mancha Roja de Júpiter, una supertormenta tan grande que sería capaz de engullir nuestro planeta sin problema de un simple bocado, está disminuyendo de tamaño lentamente. Al menos antes, porque ahora igual se le indigestaría nuestro planeta: ha reducido tanto su diámetro que a duras penas podría con una sola. Este fenómeno relativamente nuevo para el planeta, pero que siempre ha estado ahí desde el principio del registro astronómico humano, tiene una vinculación clave con el comportamiento de la atmósfera jupiteriana, pero se desconocen muchas cosas de ella y la influencia que pueda tener.

Ha sido el Telescopio Espacial Hubble el que ha registrado los parámetros que, comparados con los registros anteriores realizados por generaciones de astrónomos, han demostrado que la mancha nunca había sido tan pequeña desde el siglo XIX. Ha quedado demostrado, además, que cuanto más reduce su volumen más rápido es el proceso. Según los investigadores, podrían ser casi 1.000 km al año de reducción, lo que da cierta idea de las colosales dimensiones que llegó a tener la tormenta.

El comunicado del equipo del Hubble determina que lo poco que se sabe de la atmósfera jupiteriana no da pistas sobre cómo se puede formar o achicar esta gran tormenta. El texto oficial distribuido en inglés indica que podría tratarse de un efecto colateral temporal de algún proceso interno que “puede estar drenando la energía” que alimenta la Gran Mancha Roja y así reduciendo su tamaño. Esta contracción no es nueva (se conoce desde los años 70), pero nunca había sido tan rápida. Un primer cálculo histórico determina que perdió casi el 50% de su diámetro en apenas 80 años, entre finales del siglo XIX y las mediciones más directas que hizo la misión Voyager a finales de los años 70.

Mancha Roja de Júpiter

Estas supertormentas en los planetas con atmósfera o en los grandes gaseosos (Júpiter y Saturno principalmente) son bastante habituales. Cuanto más dinámica es una atmósfera más opciones hay de que estas tormentas alcancen fuerzas colosales. Cada cuerpo celeste parece tener las suyas. Por ejemplo, en Marte son habituales gigantescas tormentas estacionales de polvo y vientos acelerados que llegan a cubrir por completo todo el planeta. Es un proceso similar a las tormentas de polvo del desierto del Sahara pero llevados a dimensiones planetarias. En Venus la tormenta es continua, en la Tierra son estacionales y sus mayores dimensiones generan los huracanes de fuerza 5.

Pero en los grandes gaseosos la escala alcanza dimensiones inimaginables para la escala terrestre. En Neptuno, por ejemplo, existió temporalmente una supertormenta parecida que sin embargo se esfumó en apenas una década (entre los 80 y 90) y que no ha vuelto a ser vista. Era de tonos oscuros y tenía un comportamiento similar a la jupiteriana, con lo que se deduce que es posible que el comportamiento de atmósferas de planetas gaseosos sea muy parecido y genere este tipo de fenómenos secundarios que son, en realidad, una liberación de energía puntual. Quizás la Gran Mancha Roja desaparezca y apenas haya sido una tormenta estacional en la historia de Júpiter.