Miles de años de patriarcado han enterrado a la inmensa mayoría de las mujeres en el mundo de la cultura, la política, la ciencia o la economía. Pero en el siglo XX eclosionó el feminismo y en España también hubo pioneras que aprovecharon las pocas opciones que tuvieron. Ahora la Residencia de Estudiantes de Madrid recupera en una muestra multidisciplinar su legado para recordarlas.

Muchas de ellas fueron testigos y partícipes durante la II República y que terminaron sepultadas por la censura franquista en muchos aspectos. ‘Mujeres de Vanguardia’ es un granito de arena a la larga labor de recuperación de la memoria y el trabajo de todas aquellas mujeres, todavía hoy prácticamente desconocidas y que las nuevas generaciones deben conocer para entender mejor su pasado. Abierta hasta el 27 de marzo próximo, la exposición multidisciplinar se compone de más de más de 400 documentos, libros, fotografías y obras de arte, legado de todas las mujeres que pasaron por la llamada “Residencia de Señoritas” de Madrid durante el primer cuarto de siglo, creada para dar cobertura académica a las mujeres en el nuevo siglo, un asunto pendiente durante mucho tiempo después.

La organización conjunta entre Residencia de Estudiantes (ahora centro cultural, de formación becada e investigación) y Acción Cultural Española (dependiente del Estado) da cierta idea de cómo sigue siendo un tema pendiente la reivindicación de la mujer; mucho más cuando hoy varios partidos políticos en liza en las elecciones cuestionan que las leyes las protejan por motivos de género, cuando es obvio que están desguarnecidas con leyes simétricas. Esa invisibilidad (extensible a casi todas las esferas de la cultura, y si no que se lean las listas de los mejores libros de cada año y apenas verán mujeres) es el enemigo a batir.

Y el camino ha sido (y es) largo: en 1910 el ministro Burell promulgaba la Ley de Educación que permitía el acceso de la mujer a la Universidad. Sí, en 1910. Fue entonces cuando María de Maeztu consigue que los edificios vacíos de la Residencia de Estudiantes de Madrid crea los espacios para mujeres. La aventura empezó con tres mujeres y en 1936, cuando se rompe todo el ciclo expansivo de España, se pasa a más de 300, que eran lo mejor de lo mejor. O que podían pagárselo.

Por esa residencia pasaron mujeres como María Zambrano, Maruja Mallo, Victoria Kent, María Goyri, Zenobia Camprubí y muchas otras que engrosan el legado de la exposición. Todas tenían un régimen estricto de movimientos y control montado por la propia Maeztu para evitar escándalos y dar combustible al machismo. La vida interna estaba perfectamente regulada (más que con los hombres) y en general el perfil de las alumnas era superior: se aplicaban, estudiaban más horas y rendían de media por encima de sus compañeros masculinos porque, como recuerda la exposición, “ellas estaban concienciadas de que aquella era una oportunidad única que había que aprovechar”.

La muestra se divide en varios segmentos para dar fondo y contexto a una experiencia de más de dos décadas; además de grabaciones de muchas de las protagonistas (gracias a la radio) y varias de las obras creadas por ellas, donde se demuestra que muchas formaron parte de las oleadas de vanguardias culturales que también pasaron durante el periodo de Entreguerras por España, ya fuera en literatura como en arte o política social. Todo terminó en 1936. La rebelión militar, la Guerra Civil y la dictadura posterior dieron al traste con esta iniciativa. María de Maeztu intentó sostener la estructura pero no pudo: la guerra se llevó por delante la residencia antes incluso de que la República la perdiera.

Ella marcharía al exilio (murió en Argentina a finales de los 40) y la residencia a Valencia. En 1940, durante la reorganización franquista, desaparece por completo y es sustituida por un colegio mayor controlado por el estado. Entonces empezó la diáspora y el olvido. Para cuando muchas de aquellas intelectuales, escritoras y artistas regresaron a España (en algunos casos después de la muerte de Franco) ya no tenían memoria en la sociedad. Vivieron la invisibilidad y sobre todo, muchas de las que se quedaron incluso durante el franquismo, el exilio interior, condenadas a ser simples amas de casa apartadas y minusvaloradas.