Insomnio: un tormento que agota y exaspera a millones de personas en todo el mundo pero que tiene consecuencias en el cerebro humano.
Según una investigación de la Universidad Johns Hopkins (Maryland, Estados Unidos) las personas con insomnio crónico muestran más plasticidad y actividad física que las que duermen bien por culpa de cambios en el funcionamiento interno de la parte del cerebro que regula el movimiento. Durante el insomnio crónico el cerebro humano funciona igual que una máquina a la que no se deja en reposo o que jamás apaga el interruptor, lo cual provoca que se mantenga dinámico más tiempo, pero también consuma más energías.
El estudio demuestra que esta enfermedad transitoria o crónica modifica cómo se comporta la corteza cerebral motora de los pacientes, que se adapta mejor a los cambios, es más plástica que en los pacientes que durmieron bien. También hallaron que las neuronas mantenían un comportamiento más activo en esa región. Resumen: el cerebro de los insomnes es más rápido y se mantiene activo mucho más tiempo, impidiendo, en un círculo vicioso, que se den las condiciones clásicas del sueño, como bajada de la temperatura cerebral, ralentización de la actividad neuronal y relajación muscular.
Estos descubrimientos podrían ayudar a que se encuentren mejores tratamientos y un diagnóstico más certero de este trastorno del sueño, mucho más común de lo que se cree y que en España podría afectar a más de un 10% de la población. Muchos ciudadanos lo son (en diferentes grados) pero no hacen nada para remediarlo o, directamente, no lo saben: duermen poco y a saltos, sin un sueño prolongado que evita las fases del sueño profundo y no permite que el organismo descanse.
El estudio incluyó a 28 participantes adultos, 18 de los cuales sufrían de insomnio durante un año o más y 10 que dormían bien. La experimentación demostró que los cerebros de los insomnes mostraban más plasticidad; no obstante no se conoce la razón final por la cual esto sucede, y lo que es peor, no se sabe si realmente es útil o beneficioso para la persona esa mayor capacidad, quizás una mera compensación del sistema nervioso ante la privación de sueño. Hay indicios de que en realidad el cerebro, al no dormir, podría consumir más energías e incluso deteriorarse más rápidamente con el tiempo. Lo más paradójico es que ese aumento de la plasticidad cerebral se da también en situaciones muy diferentes: por ejemplo en las personas con miembros amputados, cuyo cerebro muestra mayor plasticidad duerman bien o no.
Sea como fuere el experimento y el informe final pueden ser muy útiles para la medicina y los terapeutas, ya que, por ahora, sólo la confesión del paciente y algunas pruebas médicas nocturnas permiten saber si un paciente padece o no insomnio crónico. No existe una prueba objetiva y, además, cada individuo tiene un grado, síntomas y consecuencias diferentes de la falta de sueño. El mismo tratamiento no sirve para todos. El nuevo informe abre una puerta al futuro.