California, y buena parte de toda la costa americana que va desde el oeste de México hasta Alaska, esperan el llamado Big One, el terremoto más esperado y temido.
En realidad no es uno solo sino una cadena de sismos capaces de desfigurar toda la costa oeste, porque tal y como argumentan los investigadores del Servicio Geológico de EEUU, el temido gran terremoto podría ser en realidad una cadena más larga y prolongada en el tiempo que podrían ser incluso más letales que uno solitario. La última vez que tembló la zona fue en 1906, cuando la ciudad de San Francisco quedó arrasada como si la hubieran bombardeado hasta los cimientos. Antes, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, cuando era territorio del imperio español, la zona del norte de California ya experimentó estas cadenas de terremotos.
La energía liberada por esas cadenas fue superior incluso que la de ese gran terremoto. El problema no es lo alto que llegue en la escala de Richter, sino el efecto sobre las placas y sobre la corteza. Las ondas sísmicas funcionan de forma parecida al sonido: cuanta mayor reverberación hay, más letal es el impacto, y se consigue más con una serie sincronizada de ondas que con un solo golpe, por poner un ejemplo cercano. Así, en EEUU manejan dos escenarios: el tradicional, con un megaterremoto que pudiera superar la barrera de los 8 grados en la escala y que, como principal consecuencia, provocaría probablemente un tsunami que barriera las costas no sólo de EEUU sino también de Canadá, México y Centroamérica.
El segundo escenario es el preocupante, una cadena de sismos más pequeños a lo largo de las fallas de la región (San Andrés, San Gregorio, Calaveras, Hayward-Rodgers Creek, Greenville, y Concord-Green Valley) que al estar sincronizados pudieran alterar toda la fisionomía de la corteza por la inmensa cantidad de energía liberada. El problema es que han detectado que esas fallas se mueven y que la energía acumulada tiene que liberarse por propia lógica geológica y física, y esa liberación se traduce en terremotos. A más energía, mayores ondas y peores consecuencias. Una vez que surge el terremoto, la placa y la corteza se “relajan” y permite que la superficie se asiente y sea estable durante décadas o incluso siglos.
Fotografías de la devastación del terremoto de 1906 en San Francisco
El problema es que la bahía de San Francisco ha acumulado más tensión que otras (como la de la zona sur de Los Ángeles) y eso presupone que cuando llegue el momento de liberación de energía podría ser descomunal. Uno de los trucos de la sismología (estudio de terremotos dentro de la geología) es la acumulación de datos y la extrapolación de comportamiento a partir de ellos. Problema: mientras que los registros en Europa abarcan siglos y casi milenios, en el caso de California sólo hay datos desde que se fundaron las misiones franciscanas en la zona, es decir, desde la década de 1770. Por eso la organización americana intenta hacer una regresión hacia el comportamiento de las placas en siglos anteriores a través de investigaciones de campo en la zona de las fallas.
Las excavaciones en dichas fallas y el uso de la tecnología de datación geológica permite conocer mejor lo que va a suceder comprendiendo lo que sucedió. Así, el Servicio Geológico ha logrado remontarse hasta el siglo XVII, y lo que apuntan recalcan la idea del grupo de grandes terremotos. Han determinado que en el siglo anterior a la fundición de las misiones se produjeron al menos dos grandes épocas sísmicas, pero que una de ellas fue sincronizada y concentrada en la zona del norte de California. De concretarse este mismo fenómeno en épocas anteriores (y todo indica que se producen más o menos cada 100 o 150 años de actividad de las fallas), estaría más cerca la posibilidad de que la Bahía de San Francisco, y con ella toda California y la costa occidental de América del Norte, tiemble de nuevo.
El Big One asiático, cada vez más cerca
San Francisco no es la única región que apunta hacia un crack telúrico. Después del terremoto y tsunami que arrasó Japón en 2011 los científicos también estiman que se acerca el Big One en Asia, y que podría superar en daños y bajas incluso el terrible terremoto y tsunami en el océano Índico que causó más de 220.000 muertos en 2004. Éste tuvo una magnitud de 8,5 grados en la escala Richter y formó un tsumani demoledor. Mientras, un reciente estudio de EEUU, Indonesia y Reino Unido ha demostrado que se prepara otro más grande aun cerca de Sumatra, en las islas Mentawai y que podría superar incluso el nivel del de 2004.
Un movimiento telúrico de gran magnitud y epicentro próximo al litoral puede generar una ola gigante que arrase las pobladas costas de Sumatra y cause decenas de miles de víctimas. Una de las zonas más proclives a ser devastada es Padang, capital de la provincia de Sumatra Occidental, con una población de un millón de habitantes. La teoría es que el epicentro se situaría bajo la pequeña isla de Siberut, en las Mentawai, un apartado archipiélago al oeste de Sumatra con un extenso historial sísmico. Atraviesa su fondo marino la falla de Sonda, donde colisionan las placas tectónicas indoaustraliana y euroasiática, una de las fracturas más activas de la corteza terrestre. Según las investigaciones de McCloskey, la región sufre, de media, un gran terremoto cada dos siglos y la falla lleva acumulando tensión desde 1797, el último gran seísmo. No hay datos concretos que permitan saber de qué franja temporal hablamos, si de los próximos 5 minutos o los siguientes 30 años. Pero sucederá.
Récord de terremotos en el mes de abril
Entre tanto, los datos de los últimos meses no apuntan nada bueno tampoco en toda la amplia zona sísmica del océano Pacífico, la cuenca oceánica donde vive la mayor parte de la población mundial. Ha sido el gobierno de EEUU, con sus agencias científicas a la cabeza, la que ha compilado y dado la voz de alarma geológica sobre algo que empieza a ser un rumor insistente: la tectónica de placas terrestre se está acelerando. Que en menos de un mes se concentren cerca de 13 terremotos de gran magnitud, junto con cientos de réplicas menores, es un récord mundial y un aviso de que el suelo bajo nuestros pies se mueve más de lo que nos pensamos. La Agencia Nacional Atmosférica y Oceánica de EEUU (más conocida por sus siglas, NOAA), es la que ha alertado que incluso cinco de ellos provocaron alerta de tsunami.
La NOAA empieza a acostumbrarse a ser el gran vigilante mundial: sus alertas abarcan todo el planeta y han servido a muchos gobiernos de Asia y América Latina para prepararse en caso de tsunami. La agencia monitoriza el territorio norteamericano, y de paso casi todo el globo. Ellos son los que han compilado y concretado en un mapa que adjuntamos esa gran concentración de terremotos. El peor de todos fue el 1 de abril, una bestialidad de 8,2 grados en la escala Richter que sacudió Chile. Los siguientes no superaron los 6,5 grados pero también sacudieron medio planeta, desde el Atlántico Sur hasta México, Canadá, Nicaragua o el Cinturón de Fuego del Pacífico.