Segunda entrega de pequeñas gotas de escritura, salitre y océanos que se abaten entre páginas que se vuelven azules.
Carlos Fidalgo (1973) recupera para nosotros parte de ‘Tierra adentro y otros cuentos de naufragios’ (2013, en la plataforma digital LEER-E) y una de las píldoras que se acumulan en su bitácora Cuatro Lunas, la entrada al mapa de un pequeño gran autor que como muchos otros se esconde entre las páginas de la prensa española (Diario de León) y que ya ha dado muestras de que el periodismo español es una magnífica incubadora de talento cuando se quita de encima las cadenas de un trabajo jerarquizado. A su estela cuenta ya con dos libros de cuentos (‘El país de las nieblas’ y el mencionado ‘Tierra adentro’), el relato documental ‘El diablo del mar’ que le emparentó con lo mejor de la crónica novelada y la novela ‘El agujero de Helmand’ (2010, Premio Tristana, en Editorial Menoscuarto).
Y todo con poco, con muy poco, sin alardes, con sencillez estructural y de estilo. Un ejemplo de que al todo se llega con poco. De ese talento llegan ‘Tratado de Alquimia’, ‘Cayuco’ y ‘Náufragos’, pertenecientes a ‘Tierra adentro y otros cuentos de naufragios’, y como regalo un pensamiento de una tarde de agosto de 2013, cuando Fidalgo encaró el tiempo y la vida, lo que perdemos y ganamos, lo que ve marcharse y cómo evitar que se esfume la minería, la naturaleza y la vida misma en el rincón que habita, León. Con todos ustedes, por segunda vez, Carlos Fidalgo.
TRATADO DE ALQUIMIA
Todas las palabras escritas en la primera página del cuaderno desaparecieron en cuanto lo abrió. Intentó leer la última cuartilla y tampoco lo consiguió porque todas las letras que había escrito durante la tarde volaron al instante y se evaporaron. Todas menos el punto y final de un párrafo. Se quedó mirando aquel punto solitario en mitad de la página en blanco, la vista comenzó a fallarle, y el signo extraño y desafiante también desapareció.
Sólo entonces comprendió el anciano Fulcanelli que la solución al misterio que le había llevado toda la vida descifrar no podía quedar escrita en ningún tratado de alquimia. Echó un vistazo a las nubes arrebujadas en el cielo de la calle Rochechoaurt, al otro lado de la ventana de aquel desván de París que había convertido en su última morada. Le pareció ver un barco arrastrado por el viento, aguas abajo del Sena. Y a pesar de haber dado con la fórmula del elixir de la vida, se dejó llevar.
EL CAYUCO
Un cayuco de inmigrantes navega con sueños profundos. Viene de Mauritania o el Senegal, cargado de oportunidades, y siguiendo las corrientes del Océano Atlántico, se ve envuelto en un violento temporal que le hace zozobrar antes de tocar tierra en las Islas Canarias. Cuando los inmigrantes despiertan, el cayuco navega con el vientre lleno de piedras.
NÁUFRAGOS
Cuando la tripulación del pesquero recogió a los diecinueve náufragos de aquella patera hundida en el Mediterráneo, todos supieron que estaban rescatando lo mejor de sí mismos.
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves, 29 de agosto de 2013
Cosas que están a punto de extinguirse en todas partes: Los buzones de correos. Las cabinas de monedas. Las monedas. Los pasos a nivel sin barreras. Las escaleras sin rampas para minusválidos. Las calles del centro de las ciudades sin zona azul. Los libros de bolsillo. Los periódicos de papel. Los repartidores de periódicos de papel. El papel. Los lectores de libros.
Cosas que están a punto de extinguirse en Villablino, en Matarrosa del Sil y en Tremor de Abajo: El oso pardo. El urogallo. Los tréboles de cuatro hojas. Los robles centenarios. Las noches de verano en la plaza del pueblo. Y los mineros del carbón.
Cosas que se extinguirán en Villablino, en Tremor de Arriba y en Tremor de Abajo, en Igüeña, en Fabero, en Torre del Bierzo, quizá también en Toreno o en Caboalles, o en Santa Cruz del Sil y en Santa Marina de Torre, en Brañuelas, en La Granja y en Montealegre si dejamos que se extingan los mineros del carbón: Los bares. Los restaurantes. Los cines. Las verbenas. Las tiendas de ultramarinos. Las paradas de autobuses. Los apeaderos del tren. Las vías del tren. El tren. Las tiendas de fotografía. La fotografía. Las fotos del carné. La gente. Los recuerdos.
Cosas que echaré de menos si se extinguen los mineros del carbón: A mi padre. A mi abuelo. La infancia que perdí. Algunos recuerdos que sobrevivieron.
Cosas que hacer para evitar que se extingan los mineros del carbón, y con ellos los últimos recuerdos de la infancia de un niño que ayer cumplió cuarenta años.
Cambiar al ministro de Industria.
Cambiar al Gobierno que sostiene al ministro de Industria.
Cambiar a los parlamentarios que sostienen al Gobierno que sostiene al ministro de Industria, porque anteponen el respeto a unas siglas al respeto a sus electores.
Cambiar el sistema que permite que votemos por ellos en listas cerradas. Refundar esta democracia para que nos represente a todos.
Y cambiarnos a nosotros. Porque si no creemos en nosotros, no dejarán que cambiemos nada y nos extinguiremos como los buzones de correos. Las cabinas de monedas. Y los trenes de vapor.