Occidente entero, y por extensión el resto del mundo del cómic, celebra el siglo del nacimiento de un autor básico, el creador de un formato que hoy es el eje de la creación en el noveno arte, la novela gráfica, nacida en 1978 con su monumental ‘Contrato con Dios’. Pionero, maestro, icono. Le recordamos.
IMÁGENES: Norma Editorial / willeisner.com
Will Eisner tiene una importancia capital en el cómic que no alcanza a tener ni Stan Lee. Básicamente porque Eisner (redoble de tambor) desarrolló esa cosa tan ampulosa y sofisticada llamada “novela gráfica”. Pionero en tantas cosas y guía espiritual de muchas generaciones de creadores, hizo una revolución tranquila al margen de su trabajo con las editoriales norteamericanas. Nacido en 1917 en Brooklyn y fallecido en 2005, fue sobre todo un neoyorquino que amó su ciudad. Tanto como para convertirla en un personaje en sí mismo en muchas de sus obras. Por ejemplo en ‘La vida en la gran ciudad’, un clásico del cómic norteamericano donde se fusionan literatura e ilustración como un guante de seda. El hecho de que casi todas las grandes editoriales del cómic estuvieran en Nueva York no hizo sino cerrar el círculo virtuoso entre la Gran Manzana y uno de sus hijos predilectos. Su poder narrativo es envidiable, superior en muchos aspectos incluso al de los escritores clásicos.
En su carrera profesional supo duplicarse: una parte mantenía su trabajo para las editoriales, como en el caso de The Spirit, mientras que la otra “dibujaba literatura” con historias que eran eso, pequeños relatos o novelas en sí mismas donde sentaba las bases del formato preferido por los grandes autores actuales, y que ha ayudado a convertir al cómic en un arte elevado. Fue a finales de los años 70, la cual difundió (junto con sus técnicas particulares) en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, convertida en la Meca del cómic americano. Desde allí formó a muchos autores que luego recibieron sus premios como recompensa a su trabajo. Fue el autor, además, de los dos ensayos fundacionales de este arte: ‘El cómic y el arte secuencial’ (1985) y ‘La narración gráfica’ (1996). Tanto estos libros como su magisterio sirvieron para sacar al cómic del rincón al que había sido confinado por las artes mayores, el puro entretenimiento. Su carrera fue clave, y todavía hoy es recordado como un pionero y maestro.
Will Eisner en los años 40
Incluso una de sus obras más comerciales, The Spirit, tuvo un calado mucho más grande que sus ventas. En EEUU está considerada obra de culto, canónica, como una sinfonía de Beethoven, porque fue original frente a la industrialización editorial del cómic y sobre todo se adelantó a muchas de las cosas que se haría luego en los años 60. Eisner influyó en muchos autores. Creó en apenas siete páginas por entrega escenas de presentación y desarrollo que todavía hoy son vistas como pura originalidad, un gran impacto visual que sentó cátedra y que son producto de un autor inimitable. Eisner hizo lo que hizo porque era Eisner y nadie más lo haría así, aunque le imitara. Y tuvo muchos “copycat”. Un ejemplo: durante su punto álgido de magisterio, los años 80, se recuperó The Spirit, hubo tortas para trabajar en el proyecto. La nómina de invitados es mareante: Alan Moore, Neil Gaiman, David Lloyd, Eddie Campbell, los españoles Daniel Torres y Jordi Bernet… y más.
Eisner se sacó de la manga un detective con sombrero Fedora, guantes, antifaz y un simple traje anodino de ejecutivo, con el consabido abrigo que si soplaba el viento podía imitar a una capa. Muy años 40 y al mismo tiempo nada que ver con aquella década donde los héroes llevaban leotardos, capa y escudo en el pecho. En ese escenario Eisner desarrolló un cómic de género negro que nada tenía que ver con Superman o Batman. El género policiaco se mezclaba con guiños de humor y un abanico de villanos que parecían más jefes de la mafia de las películas de los 90 que malvados al estilo de los superhéroes. Incluso, en su honestidad de autor, cuando ya era un referente sin paliativos, tuvo tiempo para excusarse por los muchos estereotipos en los que cayó en The Spirit: machismo, clichés racistas e incluso sociológicos. Criticado por ello, aceptó el problema y se limitó a remarcar que “eran los años 40” y que las editoriales mandaban.
Pero eso no es nada comparado con su monumental trabajo en torno al concepto de novela gráfica. Cuando en el centenario le celebran desde el Festival de Angulema (el mejor y más grande de Europa) y la poderosa Sociedad de Ilustradores de Nueva York, es por algo más que por su trabajo como dibujante o creador. En España Norma Editorial, que tiene los derechos de publicación, reeditará sus obras clave como la mencionada ‘Contrato con Dios’, pero también ‘La vida en la gran ciudad’, ‘La vida en viñetas’, ‘Vida en otros planetas’, ‘El edificio’, ‘El soñador’, ‘La avenida Dropsie’, ‘Una cuestión de familia’, ‘Las reglas del juego’, ‘Viaje al corazón de la tormenta’, ‘Pequeños milagros’, ‘El último día en Vietnam’ o ‘La conspiración’. Se le festeja porque cuando ya era un consagrado y vivía en Florida, bajo el Sol y entre su estudio y una buena piscina, cuando podía simplemente haber disfrutado de los derechos de autor el resto de su vida, decidió generar algo más.
Ese impulso a la novela gráfica era la cuestión: sobre una base literaria contenida, el dibujo tomaba la palabra y acompañaba a guiones muy elaborados y complejos, pero al mismo tiempo elocuentes. Historias diferentes, no simples narraciones serializadas: Eisner quería algo más, con profundidad, densidad y ambición. Era, además, una cuenta pendiente consigo mismo y su pasado: así nació ‘Contrato con Dios’ (1978), el golpe de la pobreza y el hundimiento de un sistema después del Crack de 1929, el crujido inmenso que puso a Occidente de rodillas y que generó además oleadas de antisemitismo que él combatió. Fue el primer golpe en la mesa del cómic adulto, el germen de la novela gráfica como una forma de expresión artística al nivel de la novela clásica. La vida íntima, la familia, la injusticia congénita al sistema social, la pobreza y el azar, la religión, un poco de humor negro… todo eso creó Eisner, que convirtió el cómic en un asunto muy serio y para adultos.
Además hizo algo también desde el punto de vista formal del dibujo: romper la viñeta. Algo que ya habían hecho antes Stan Lee y compañía para la Marvel, claro, pero no con el acercamiento humanista. Mientras que Lee rompía el encuadre para generar violencia, movimiento y dinamismo, él lo hacía para hacer pequeñas películas en viñetas; modificaba encuadres, el orden lógico y la forma de expresar visualmente para asemejarse a cómo lo haría un director de cine. Eisner se inspiró en Hitchcock o en otros directores de cine para revolucionar la expresión gráfica en sus historias, hasta el punto de que cualquier estudiante de cine aprecia al primer vistazo esa capacidad para, valga la expresión, hacer cinematografía con el dibujo.
Los Premios Eisner
Son, por comparación, los Oscar del cómic mundial, desde EEUU a Japón pasando por Europa, el premio que todos los autores (guionistas, dibujantes, editores…) quieren tener. Se les llamó igual que el padre de la novela gráfica y el santo y seña del cómic americano; de hecho fue el primer paso para que los mayores premios mundiales del cómic lleven su nombre, que entregó él en persona hasta su muerte en 2005. Fueron creados en 1987 como continuación de los premios Kirby. Normalmente los premios no suelen ser igual que los galardones europeos, donde el peso del cómic realista o de autor suele ser inmenso, ya que Europa no obedece a la larga tradición heroica que marcó al gremio durante décadas.
Fue precisamente Eisner de los primeros en girar sobre los talones para empezar a crear novelas gráficas mucho más intimistas, psicológicas y cercanas a la literatura que al simple entretenimiento. Las nominaciones en cada categoría son propuestas por un grupo de cinco miembros, para luego ser votadas por los profesionales del gremio, desde autores a editores y críticos especializados. Y los ganadores se encumbran, directamente, ya que son los “Oscar el cómic”, una simplificación que no atiende a las diferencias que puede haber entre escuelas de este arte. El peso de la parte americana es inmenso, pero de vez en cuando Europa cuela con fuerza sus candidatos, si bien se les considera “material extranjero” y se les agrupa en categorías propias (Europa y Asia, principalmente).
‘The Spirit’, el héroe de Eisner
Para cuando Eisner creó ‘The Spirit’ ya habían nacido dos de los monstruos devoradores del cómic, Superman y Batman. EEUU todavía no había entrado en el ciclo virtuoso de expansión económica y el cómic todavía era un asunto de niños y adolescentes con centavos sueltos en los bolsillos. En realidad se buscaba las lentejas, como todos. Pero aquel hombre cuyo único poder era su astucia y un antifaz iba a cambiarlo casi todo. No forjó un superhéroe, y de hecho nunca se le consideraría como tal. Tampoco fue una obra ex profeso, sino más bien un relleno de un suplemento de prensa que el 2 de junio de 1940, el vehículo en papel y tinta en el que desveló a Denny Colt, un detective privado que colabora con la policía de Central City, la ciudad imaginaria de escenario (como Metrópolis o Gotham). Tras enfrentarse con un criminal llamado doctor Cobra se le da por muerto. En realidad está vivo y decide regresar como salido de la tumba reconvertido en The Spirit, un justiciero con antifaz que cobra recompensas por la caza de criminales y que sirve a la ciudad. Sólo una persona conoce su identidad, el comisario Dolan, con el que colaboraba antes de su “muerte”.
¿Les suena verdad? Es muy parecido a muchas otras historias de justicieros de papel y tinta. Pero ésta era distinta: frente al mundo de imposibles sin fin de DC y Marvel, Eisner creó un personaje moderno e innovador en la narrativa gráfica, era más “artístico” si se permite tal palabra. Entroncaba directamente con el legado de serie negra de Dashiell Hammett o Raymond Chandler que con lo que hacían en otras editoriales. Aquello le valió a Eisner trabajo, fama, respeto y admiración de mucha gente. Lo que da cuerpo a The Spirit fue una inteligente mezcla de modernidad gráfica (muy por delante de Batman o Superman) combinada con el género negro que triunfaba en EEUU en aquellas dos décadas de expansión “imperial” de América del Norte. Y con humor, a veces irónica, otras más blanco, pero siempre con pequeñas pinceladas que hacían al lector más cómplice. The Spirit vivió entre 1940 y 1952. Regresaría luego con números especiales que reverdecían aquella creación magnífica tantas veces imitada. Uno de los pocos puntos oscuros de la creación fue el uso deliberado de clichés y estereotipos en los personajes afroamericanos y en muchas mujeres. Eisner siempre lamentó públicamente haber caído en esos estereotipos, pero como él mismo dijo “eran los años 40”.
Will Eisner