No hay mejor sitio en Navidad para viajar que Jerusalén, aunque no es un viaje sencillo, fácil o exento de problemas. La situación política de la ciudad sagrada del judaísmo, el cristianismo y el Islam no es buena, pero, ¿quién dijo miedo?
Mucho ojo: este viaje que les proponemos se circunscribe a la vieja ciudad de Jerusalén, la que emergió de la Edad Media, la de la Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones, los sepulcros, las iglesias y monasterios de cinco variantes del cristianismo, desde católicos a armenios, maronitas y ortodoxos, la de los jesuitas, los benedictinos y los fervorosos peregrinos protestantes. Una ciudad antigua amurallada, bien conservada, repleta de Historia, religión y mitología, la de los cuatro barrios (Armenio, Cristiano, Judío, Musulmán) y el Monte del Templo (15 hectáreas donde se concentran todos los pulsos culturales imaginables), la de la eterna fisura entre judíos y musulmanes con los cristianos de testigos nada inocentes. Una ciudad dentro de otra, la nueva Jerusalén, mucho más grande, caótica y sometida a los zarpazos de un conflicto con más de 60 años que no parece tener fin. Y que tiene, y más ahora, consecuencias. Directamente: ahora mismo, cuando podría estar a punto de empezar una nueva Intifada, viajar a Jerusalén no es la mejor idea. O puede que sí. Y si tiene agallas y le gusta la presión humana, hágalo en Navidad.
Reproducimos ahora el mensaje oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores español sobre viajar a Israel: “La presente recomendación carece de efecto vinculante alguno y opera como mero aviso o consejo. El Estado no resultará responsable en modo alguno ni por ningún concepto de los daños o perjuicios que, tanto por la observancia como por desconocimiento o no atención de la recomendación, pudieran ocasionarse a personas o bienes, no considerando dicha recomendación título que ampare reclamación alguna en tal sentido […]”. Así de claro es el gobierno sobre la idea de viajar a Israel, y más concretamente Jerusalén, uno de los epicentros del conflicto. No hace demasiado hubo disturbios en la explanada de las Mezquitas, junto al Muro de las Lamentaciones, una de las zonas turísticas por definición. Pero prepárese sobre todo para hacer cola, para tener apenas dos minutos en lugares diminutos; ármense de paciencia, porque todo el que ha viajado a Jerusalén en temporada repite lo mismo: un hormiguero humano.
Panorámica del Muro de las Lamentaciones
Pero no se desanimen. Jerusalén es una ciudad única, de las más antiguas de la Humanidad, escenario de la historia religiosa de tres tipos de Fe y varias civilizaciones. Cuentan que el subsuelo de la Ciudad Vieja es como un gran queso de Gruyere repleta de túneles hechos por hebreos, romanos, bizantinos, árabes, cruzados y turcos, donde las capas de Historia se apilan como ropa en un armario, comprimida y dando sustento a la Jerusalén actual, mucho más grande, donde el centro ha quedado para el turismo y las manifestaciones de exaltación religiosa. El turista paseará por calles milenarias llenas de Historia, tanta que incluso ha dado nombre al Síndrome de Jerusalén, una psicopatía que afecta sobre todo a turistas y habitantes que se exterioriza mediante delirios religiosos: el afectado se identifica completamente con un personaje de la Biblia y actúa como tal, desde el mismísimo Jesucristo a Moisés o algún profeta. Incluso se les puede ver deambulando en sus ensoñaciones predicando a voz en grito. En ocasiones incluso se despojan de todo y caminan envueltos en sábanas o túnicas. Curiosamente casi siempre son cristianos y judíos, apenas hay musulmanes afectados.
Mirada desde lo alto, la Ciudad Vieja no se diferencia mucho de las urbes amuralladas medievales. La sucesión de amos de la vieja capital hebrea la conformaron como es hoy: cada uno fundaba, edificaba, delimitaba; los siguientes destruían y reconstruían, y de nuevo el siguiente repetía el proceso. El primero fue el rey David, que según la tradición creó la Ciudad Vieja en el 1.004 a.C. La ciudad está sobre la colina de la Ciudad de David, rodeada por una muralla de casi 4 km, con siete puertas, 34 torres y una fortaleza (la Torre de David). Con el tiempo quedaron construcciones que son más supervivientes que ejercicios artísticos. En cada rincón hay huellas de todos ellos, pero uno muy especial es el Monte del Templo, el antiguo monte Moriá. En un lateral está el Muro de las Lamentaciones, lo poco que quedó en pie del antiguo Segundo Templo destruido por los romanos en el año 70 d.C, a su vez edificado sobre el más grande Primer Templo de Salomón. En la tradición judeocristiana allí fue donde Abraham iba a sacrificar a Isaac, y donde Jacob contempló la escalera a los cielos. También era el lugar donde estaba el corazón sagrado del Templo de Jerusalén, el centro religioso de todos los hebreos.
Capilla del Gólgota
Sobre esa colina construyeron en el siglo VII los musulmanes la Cúpula porque creían que la gran piedra que protege fue el punto desde donde el arcángel Gabriel ascendió a los cielos para reunirse con Dios. Es la Roca Fundacional, un ente que va mucho más allá de lo histórico y trasciende al Islam: la roca es grande y tiene un agujero por el que se puede acceder a una cámara subterránea llena de mística, un lugar donde dicen que Cielo y Tierra se unen y donde será el Día del Juicio en su tradición y la judía. Lo que hay son pequeños altares en la roca y una abertura que se cree podría ser de ventilación. La roca no fue intocable, ya que hay huellas de que formaba parte del Templo hebreo de alguna manera muy especial. Por eso se presupone que podría haber una cámara subterránea que era parte del Templo de Jerusalén. De todas formas, teniendo en cuenta la sensibilidad religiosa, muy probablemente jamás se podrá excavar. Queda en el plano de la Fe y la Historia. Que es mucho.
La Ciudad Vieja es un gran mosaico, un puzle y una caja china, todo a la vez, un mecano de diferente partes compuesto de iglesias, monasterios, murallas, lonjas usadas por los templarios, antiguos arsenales, casas y escuelas incrustadas donde se podía. Se puede entrar en ella por ocho puertas: Puerta Nueva (noroeste), Puerta de Damasco (norte), Puerta de Herodes (noreste), Puerta de los Leones (este), Puerta del Estiércol (sureste), Puerta de Sion (sur) y la Puerta de Jaffa (oeste). Hay una más, al este, la Puerta Dorada, una antigua entrada ritual de tiempos hebreos por la que se accedía directamente al Monte del Templo y que fue cerrada por Solimán el Magnífico en 1541. Por las dos primeras abiertas se accede al Barrio Cristiano; por la de Herodes y de los Leones, al Barrio Musulmán; por la del Estiércol (llamada así porque por ella salían los detritus de la ciudad durante siglos) se entra en el Barrio Judío; por la de Sion se puede entrar tanto al Barrio Armenio como al Judío, y finalmente la de Jaffa, entre la zona armenia y cristiana, la única del oeste y junto a la que está la Torre de David, con un museo interno que será uno de los puntos que el viajero deberá ver.
Barrio Armenio desde la Ciudadela
Los barrios, uno a uno
El más pequeño es el Armenio. Debe su nombre a este pueblo del Cáucaso, uno de los primeros en cristianizarse, y que llegaron a Jerusalén en el siglo IV para estar presentes en la ciudad santa bajo control, entonces, de los bizantinos. En el siglo XII, con los Cruzados ya en la ciudad, construyeron la catedral de San Jaime, alrededor de la cual nació el barrio; es otro lugar fijo en la lista, construida sobre ruinas bizantinas y una de las más hermosas de Oriente. En el barrio también está el Museo Armenio. Al norte está el Barrio Cristiano, con una saturación de 40 iglesias en un espacio relativamente pequeño. Y en el centro está el otro sitio fijo donde, además, tendrá que hacer cola, especialmente si viaja en Navidad: el Santo Sepulcro, el sitio donde se supone que fue crucificado y enterrado Jesús, es decir, la colina del Gólgota. En la iglesia del Santo Sepulcro hay varios sitios importantes para la tradición cristiana, entre ellos la piedra de la Unción, la zona del Sepulcro, la Cripta de la Cruz y capillas de diversas confesiones cristianas.
No muy lejos está el Zoco de la Ciudad Vieja, otro sitio en la agenda antes de cruzar al Barrio Musulmán, el más grande y el que más ha crecido en las últimas décadas. Pero no es una zona vedada: de hecho sus habitantes islámicos conviven con iglesias y monasterios herencia de los bizantinos y cruzados que quedaron en esa parte del barrio, antiguamente también con población cristiana y judía. Así se explica que albergue iglesias (De la Condena, el arco del Ecce Homo, la de Santa Ana…) monasterios y escuelas rabínicas. Al sur de este gran barrio está el Judío, delimitado con el Muro de las Lamentaciones, el acceso al Monte del Templo, la venerable sinagoga de la Caraíta, la sinagoga Hurva, las cuatro sinagogas sefardíes, el antiguo paseo de columnas romanas del Cardo y la Iglesia Nea, del siglo VI y una obra insustituible de cómo era la arquitectura cristiana primigenia bajo la época bizantina.
Nada más, sólo dos consejos: no se deje llevar (ni por la Historia, la religión o la marabunta humana), tenga paciencia y piense que hay pocos lugares en la Tierra como el corazón de Jerusalén.
Iglesia del Santo Sepulcro
Puerta de Damasco
Zoco de Jerusalén
Mapa de la Ciudad Vieja de Jerusalén