Christopher Nolan ha dado un paso al frente con ‘Dunkerque’ o ‘Dunkirk’, un proyecto muy ambicioso que ha recibido muy buenas críticas y ya cuenta con papeletas para los próximos Oscar. Porque junta tres cosas esenciales: la Segunda Guerra Mundial, que siempre da réditos artísticos y de taquilla, un episodio de orgullo nacional, y sobre todo porque quien se pone detrás de la cámara es Nolan, que también construyó el guión a partir de los relatos personales de soldados, la prensa de la época y los archivos militares.

Nolan, londinense con pedigrí (nació en Westminster), ha optado por reflejar en pantalla el principio de todo, antes incluso de que la Luftwaffe empezara el Blitz (bombardeo indiscriminado) sobre Inglaterra, antes incluso de la Batalla de Inglaterra. Dunkerque (Dunkirk en su nombre original y que da título a la película) fue un episodio clave por muchas razones, por motivos militares, humanos, políticos e incluso para algo tan fugaz como el ánimo de un antiguo imperio que se veía en el filo, empujado por una máquina de la guerra como era el ejército alemán de la Blitzkrieg, la guerra relámpago que demostró en apenas un par de meses que todos los planteamientos británicos y franceses eran anticuados, erróneos y condenados al desastre. Fue entre mayo y junio de 1940.

Christopher Nolan construyó un guión propio y eligió a viejos conocidos para poder construir el reparto y el equipo técnico: Tom Hardy (“su” Bane en ‘El Caballero Oscuro’), Mark Rylance (un veterano actor de teatro inglés con premios bajo el brazo), Kenneth Branagh (todo un veterano con más experiencia y tablas que el propio Nolan) y el polivalente Cillian Murphy (con el que ya trabajó en ‘Inception’). Y para los “chicos de las playas” un grupo de debutantes o secundarios con tablas como Fionn Whitehead, Aneurin Barnard, Jack Lowden, James D’Arcy, Barry Keoghan y Tom Glynn-Carney. Y un invitado desconocido a medias, Harry Styles, el ex de One Direction que debuta en el cine con su papel de soldado raso atrapado entre la tenaza alemana y el Canal de la Mancha. Según dijo el propio Nolan, gran parte del reparto estaba decidido de antemano, pero quiso caras nuevas para lo que él mismo llamó “los chicos de las playas”, esa masa de soldados anónimos abandonados en la costa fracesa. “Necesitábamos, de verdad, jóvenes desconocidos. [Styles] no es desconocido, pero nunca había hecho nada como actor hasta ahora. Así que hizo la audición. Pasaron por el ‘casting’ cientos de hombre jóvenes, y él lo tenía”.

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‘Dunkirk’, que se estrenará en la segunda mitad de julio, permitió a Nolan reunir a un equipo técnico en el que confiar para el proyecto. Casi siempre repite con los mismos detrás de las cámaras: el director de fotografía Hoyte van Hoytema, con el que trabajó en ‘Interstellar’, el productor Nathan Crowley (‘Interstellar’ y la trilogía ‘El caballero oscuro’), el montador Lee Smith (trilogía ‘El caballero oscuro’), y el diseñador de vestuario Jeffrey Kurland (‘Inception’). Y una vez que tuvo al grupo humano, enfiló hacia Europa para el rodaje: la costa francesa, incluyendo las playas de Dunkerque, Holanda, Gran Bretaña y Los Ángeles. El deseo de verosimilitud de Nolan llegó incluso al esfuerzo económico y de producción de usar barcos reales de la época, como el destructor francés Maillé-Brézé, de la clase T-47, que a pesar de no ser estrictamente de aquellas operaciones sí que fue contemporáneo de la época y sirvió como escenario parcial del rodaje. Nolan no quiso reconstruir digitalmente esa infraestructura, así que hizo el esfuerzo de usar barcos reales. Un riesgo muy grande que obedece a la obsesión del londinense por el realismo y las viejas técnicas de rodaje.

La Segunda Guerra Mundial es un género en sí mismo. Más allá del intento de Nolan de representar el heroísmo fatalista de aquel año de derrotas en cadena frente a la maquinaria alemana, la película intentará ser una demostración de la voluntad y el sentido del deber, también de los miedos que atenazan al soldado y a los humanos involucrados en algo tan demencial e incontrolable como es una guerra. Y no un conflicto bélico al estilo contemporáneo, de baja intensidad y donde las operaciones militares muchas veces son simples escaramuzas de cientos de soldados que se confunden casi con el terrorismo. Aquella fue la última de las grandes guerras, una lucha a cuchillo entre naciones industriales donde el individuo se diluía en la masa de forma inhumana. ‘Dunkirk’ va a intentar llevar a la pantalla la mezcla de desesperación, anarquía, abismo y heroísmo suicida que caracterizó la Operación Dinamo, nombre en clave de aquella desesperada y en ocasiones “cutre” logística que incluyó desde humildes barcazas de los pescadores del sur de Inglaterra a los yates de recreo de la aristocracia, pasando por barcos mercantes, pesqueros y buques de guerra.

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Kenneth Brannagh, Tom-Hardy, Harry Styles y Mark Rylance

Fue un momento muy delicado para los Aliados, que en aquel momento apenas eran el gobierno de Londres en solitario, que salvó al grueso de su ejército al límite de sus posibilidades, que tuvo que dejar cientos de toneladas de equipamiento, armas y municiones en Francia a merced de los alemanes, y sobre todo aquel exiguo ejército francés en proceso de implosión. Una parte se quedó en Francia, otra fue trasladada al sur de Inglaterra para sentar las bases del Ejército de la Francia Libre que luego De Gaulle comandaría el resto de la guerra. Muchos de aquellos soldados franceses vivirían durante años en la isla, y lucharían luego en el norte de África, en Normandía y el oeste de Alemania en el Frente Occidental. Churchill tuvo el ingenio político para espolear a sus fracasados generales a reaccionar, a los medios y la propaganda para disfrazar una gigantesca pifia con el heroísmo. Todavía habrá que descifrar si Nolan también toca este tema o se dejará llevar por el nacionalismo inglés, aunque es muy posible que se centre, por lo visto en los trailers, en el elemento humano y bélico sin más.

El texto que acompaña a las imágenes deja muy claro el momento psicológico y anímico: “En el momento de la crisis. En el momento de la aniquilación. Sobrevivir es la victoria”. Es la frase que surge entre imágenes de playas frías de mareas bajas donde se amontonan soldados ateridos de frío, atrapados entre el enemigo y el mar, donde se entierra a los muertos en la arena, o que flotan en el agua y hay que apartarlos. La escena final es un largo grupo de soldados británicos con sus característicos cascos de plato, de espaldas, pero que lentamente giran la cabeza mientras se oye el inconfundible ulular de los bombarderos Stuka alemanes cayendo sobre ellos. Justo cuando parece que los aviones (que no se ven en ningún momento, la cámara centrada en los rostros de los soldados) están a punto de atacar se corta el trailer. Una forma de demostrar que aquella encerrona fue un milagro: si los alemanes hubieran terminado de cerrar el cerco en lugar de permitir, indirectamente, la evacuación, es muy posible que el desenlace hubiera sido lo que Churchill temió, una masacre. Las unidades blindadas alemanas apretaban contra la costa, la aviación “jugaba” al tiro al pichón con los soldados en las playas, bombardeaban los barcos y apretaban lentamente la soga.

Traducción: nadie sabe convertir un desastre militar en una demostración de valentía, ingenio y fuerza como los ingleses, acostumbrados a disfrazar sus chapuzas en forma de grandes gestas (basta recordar la Carga de la Brigada Ligera durante la Guerra de Crimea, quizás la mayor tontería militar nunca hecha por ejército alguno, directos contra una línea de artillería completa con sables y fusiles). Nolan intentará encontrar esa mezcla de suicida sentido del deber, supervivencia y orden en medio del caos que hubo en las playas, que incluyó suicidios, peleas multitudinarias, hambre, sed, psicopatía y mucha sangre. Un anticipo de lo que pasaría durante los siguientes cinco años. También de lo que Gran Bretaña sufriría en los siguientes meses, la Batalla de Inglaterra.

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Nolan debuta en la guerra

Christopher Nolan parece haber jugado a ser Stanley Kubrick en algunos puntos de su carrera: una película por género, o cuando menos, poder tocar todos los palos. Pasó del género negro al fantástico y luego a la ciencia-ficción sin demasiado problema, y por el camino dejó perlas como ‘Memento’, la trilogía sobre Batman, ‘Inception’ o ‘Interstellar’. Y ahora ha decidido dar el salto hacia una de las historias reales preferidas del nacionalismo británico, una pifia militar monumental que se convirtió en el primer escalón para la victoria final en 1945. Será la primera vez que Nolan intente basarse en hechos reales y en su propio talento como guionista, porque hasta ahora en su carrera había trabajado sobre textos ajenos (de su hermano o de otros relatos literarios), o bien habían sido adaptaciones y remakes de trabajos anteriores de otros. Y sobre todo, su debut en un género muy específico y exigente: la ciencia-ficción era compleja, pero con ‘Inception’ e ‘Interstellar’ dejó el listón alto, supo adaptarse y hacer grandes películas.

Pero el género bélico es como un corsé: no se pueden alterar los hechos históricos, hay que ajustarse a la complejidad tecnológica de la época y, sobre todo, a la sociología y la psique de una época como los años 30 y 40 cuando se aborda la Segunda Guerra Mundial. Además ha querido ajustarse un poco más de calidad para que la película pueda tener una textura visual lo más realista; por eso tomó una decisión, rodar en IMAX de 15/70 mm y con película Super Panavision de 65 mm. Algo muy arriesgado pero al mismo tiempo una bendición para esa capacidad visual que quiere darle. Será la tercera película que se ruede con este tipo de logística en los últimos diez años después de que Quentin Tarantino experimentara con ‘Los odiosos ocho’ en 2015 y antes Paul Thomas Anderson con ‘The Master’ en 2012. Y para intentar acercarse algo más, rodó en las costas de Dunkerque, en las mismas playas donde se apelotonaron más de 300.000 soldados en aquel triste mayo de 1940.

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Los días en los que Gran Bretaña se asomó al abismo

Dunkerque (Dunkirk españolizado) fue un desastre militar anglo-francés que a punto estuvo de terminar la guerra por defunción del adversario. Un error catastrófico cuando los oficiales franceses y británicos plantearon la defensa de Francia de forma anticuada, al estilo de trincheras de la Gran Guerra, cuando los alemanes habían inventado la Blitzkrieg. Hundido y en repliegue el Ejército francés, los británicos se apiñaron en la zona de Dunkirk para poder ser embarcados hacia Gran Bretaña. Los franceses crearon un perímetro defensivo para evitar que el grueso y la élite de la Royal Army fuera masacrada por los nazis, que contra todo pronóstico frenaron en seco. Churchill, tan hábil político como propagandista, decidió convertir aquel desastre en una gesta de heroísmo y lanzó a cada barco, yate, mercante o pesquero disponible hacia Francia para rescatar a todos los soldados británicos, franceses e incluso belgas y holandeses que pudieran subirse a las embarcaciones. Fue la conocida Operación Dinamo.

Cuentan los historiadores que el Tercer Reich pudo haber masacrado con la aviación y sus divisiones blindadas la bolsa franco-británica, pero que Hitler decidió no hacerlo. Las razones teóricas eran tan múltiples como contradictorias, pero no en la lógica del nazismo: Hitler consideraba a los ingleses el único pueblo a la altura de los alemanes y sus prejuicios racistas quizás le contuvieron; también se piensa que decidió “perdonar” a los británicos para no arruinar una hipotética paz con ellos que le dejara manos libres en el continente. Y la tercera es más bien logística: las tropas alemanas habían hecho un sobreesfuerzo enorme para derrotar a Francia y los generales temieron que otro ataque terminara en derrota alemana. La propaganda transformó una victoria alemana en toda regla en un poco de orgullo para el país. Y eso a pesar de que cientos de civiles se jugaron la vida, e incluso la perdieron, ayudando a los apiñados soldados, refugiados en las playas y que eran martilleados sin parar por los Stukas de la Luftwaffe.

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