Hay pocos cuadros tan icónicos como el ‘Guernica’, un proyecto sobre otro que a su vez desembocó en símbolo de la tragedia de un pueblo bombardeado, de una guerra fratricida y del dolor de los civiles masacrados. Ahora el Museo Reina Sofía le ha dedicado una gran exposición en su 80 aniversario.

Coincidiendo con el ochenta aniversario de la creación de Guernica, el Museo Reina Sofía presentó la pasada semana ‘Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica’, en la que disecciona cómo nació el cuadro, lo que representa y la maraña simbólica que Pablo Picasso desarrolló para esta representación destinada a un pabellón expositivo de la Segunda República en plena guerra. Picasso reunió en un gran cuadro la visión del malagueño sobre la guerra moderna, fría, a distancia, inhumana y mecanizada, y la agonía del dolor y el horror de la violencia.

La exposición se centra en las raíces del imaginario de ‘Guernica’ que podemos encontrar en obras previas del pintor, realizadas en los años posteriores a 1925, donde ya aparecen escenas de acción frenética y extática, a menudo rodeadas de un halo de peligro, y que presentan situaciones de violencia explícita: bailes desaforados, feroces enfrentamientos entre el artista y la modelo, forcejeos sexuales (son el simbolismo de mujeres atrapadas en sillones con la boca abierta en un grito o rugido salvaje)… En la muestra, donde el inmenso cuadro homenajeado ejerce de pivote, se presentan 180 obras de los fondos del Reina Sofía y de otras 30 instituciones de todo el mundo.

El siglo XX fue devastador: guerras, ideologías asesinas, racismo, nacionalismo, epidemias, corrupción económica… Pero también fue un siglo de ilusiones: cayeron los imperios coloniales, el racismo y la misoginia pasaron de actitud normalizada a actitud reprobable (y en algunas sociedades incluso en vías de extinción, aunque sólo en una minoría), se expandió la democracia y la puerta hacia la libertad se abrió para una parte importante de la Humanidad. Pero fue una centuria terrible. Tanto que un cuadro como el ‘Guernica’ se convirtió en símbolo de ese dolor. Especialmente vinculado a la guerra, que dejó de ser un asunto de crueldad personal (cara a cara, espada o bayoneta, a fusil de corta distancia incluso) para ser algo frío y mecanizado.

El pueblo de Guernica fue un primer símbolo. Aunque ya habían existido bombardeos previos, y en esa misma guerra el de Jaén fue incluso más letal que el de la emblemática localidad vasca, fue aquí donde la Legión Condor del Tercer Reich experimentó con nuevas técnicas de bombardeo que luego usaría en Polonia, Rusia o Gran Bretaña. El cuadro recoge simbólicamente todo ese dolor supremo, caído del cielo, del que no se puede escapar y que mata indiscriminadamente. Guernica, reducido a cenizas en 1937, fue una primera prueba del terror posterior. Picasso creó entonces un cuadro con retazos de anteriores para hacer una obra diferente. Tanto que en toda su carrera no volvería a ese punto de nuevo.

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La exposición busca explorar las profundas ambivalencias en las que incurrió el artista en el tratamiento de la violencia y la sexualidad. La escena representa un interior que se desmorona, una habitación rota en mil pedazos por una bomba. Para el artista este era un tema nuevo y extremadamente difícil. Desde el principio, su universo pictórico se basó en el espacio contenido, que aquí se rompían. Fue un salto en su creatividad. Igualmente analiza el tratamiento que dio el artista a los interiores; la exposición busca saber por qué Picasso hizo lo que hizo, y sobre todo, cómo lo hizo a partir de ese camino previo. En sus obras anteriores ya empezaba a dominar la virulencia que le alejaba de sus épocas anteriores, mucho más estáticas en algunos sentidos. Picasso evolucionaba sin parar, y el ‘Guernica’ es quizás uno de los mayores destellos de ese progreso. La monstruosidad en su obra no es en absoluto sencilla ni tiene una connotación negativa; más bien, es una nueva forma de vitalidad, pero que aquí se pusieron al servicio de una causa.

El recorrido planteado por la exposición pone de relieve que no hubiera sido posible para el artista concebir este magno cuadro sin esos continuos trompicones anteriores. Lo cual es bastante lógico, pero la muestra pone sobre la mesa una idea: más que producto de una voluntad política, social o humanitaria con las víctimas, el ‘Guernica’ nació porque Picasso ya había trazado el escenario para crearlo. Quizás hubiera surgido, aunque de otra forma, de no haber existido siquiera la Guerra Civil española. Fue más consecuencia del devenir picassiano que de la guerra, si bien ésta fue el chispazo liberador. En la exposición el visitante puede ver las naturalezas muertas y los interiores de los años 1924 y 1925, para luego acceder al tratamiento que Picasso le dio a esa monstruosidad vitalista a finales de esa década y durante la siguiente, con sus terribles retratos e interiores realizados al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Detalle: el guerrero que cae destrozado, desmembrado, bajo la entrada del caballo

 

El encargo de la II República

Cuando a principios de 1937 Picasso recibió el encargo de pintar un cuadro para el Pabellón Español, contestó a los delegados de la República que no estaba seguro de poder ofrecerles lo que querían. Él era un artista de espacios íntimos, de espacios cerrados y universos personales; al contrario de lo que muchos conocen del Picasso politizado (a su manera) de la posguerra, casi nunca se había referido a la esfera pública o política. Durante los años 20 ya había empezado sus experimentos con esa violencia vitalista de la que hemos hablado antes. Eso se modelaría luego en el ‘Guernica’, modelado por esa misma realidad pública y bélica. Casi había conexión entre esa virulencia y el apogeo del dolor que representa esa habitación saltando en mil pedazos.

No obstante no era tan lógico: Picasso moduló la violencia sexual y telúrica, previa a sus Faunos que perseguían mujeres, a los toros y animales mitológicos, la revertió en forma de expresión del dolor para hacerla pública y políticamente tolerable. Puso sus obsesiones al servicio de una idea, por lo que este cuadro, el ‘Guernica’, es uno de los grandes casos del arte al servicio político. Y sobre todo, de una pulsión personalísima. Sin duda el encargo en manos de otro artista habría sido totalmente diferente. Quizás no estaríamos celebrando su 80 aniversario. O lo que es lo mismo: el ‘Guernica’ es probablemente más Picasso que causa política, lo que hace que el cuadro sea un símbolo universal más allá del horno político e histórico en el que se gestó.

Ruinas de Guernica después del bombardeo (Fondo fotográfico de la RFA)

Detalle: la madre doliente con el cadáver de su hijo en brazos

Museo Reina Sofía – Madrid

Fecha: hasta el 4 de septiembre de 2017

Lugar: Edificio Sabatini, Planta 2

Dirección de proyecto: Manuel Borja-Villel y Rosario Peiró

Comisariado: T. J. Clark y Anne M. Wagner

Actividades paralelas a la exposición –  Seminario ‘Picasso en guerra’

Martes, 18 de abril – Edificio Nouvel, Auditorio 200

Charlie Miller. ‘Las políticas del mito. Picasso, Bataille y el antifascismo’

Lunes, 24 de abril – Edificio Sabatini, Auditorio

Nancy Berthier. ‘La imagen ausente. Picasso y el cine’

Jueves, 4 de mayo – Edificio Nouvel, Auditorio 200.

Eugenio Carmona. ‘Economía política de Guernica’

Participantes de las tres jornadas restantes

Charlie Miller, historiador del arte. Es profesor de Historia y Teoría del Arte en la Universidad de Manchester. Ha publicado ensayos y artículos sobre Picasso, el surrealismo, Georges Bataille, la revista Documents, Antonin Artaud, y el postestructuralismo. Es autor del libro Radical Picasso: History, Theory, and the Avant-Garde (2017).

Nancy Berthier, historiadora del cine. Es catedrática de Artes Visuales en la Universidad de la Sorbona (París), donde también dirige el Centro de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Ha publicado el libro Le franquisme et son image. Cinéma et propagande (1998), editado el volumen Retóricas del miedo: imágenes de la Guerra civil española (junto a Vicente Sánchez Biosca, en 2012) y dirigido Guernica: de la imagen ausente al icono, número monográfico de la revista Archivos de la Filmoteca (2011).

Eugenio Carmona, historiador del arte. Es catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, ha sido miembro del comité de creación de la Colección Cubista de la Fundación Telefónica y en la actualidad de la Colección Maestros Modernos de la Fundación Mapfre. Es autor de una amplia obra escrita y expositiva sobre Picasso, Braque, Juan Gris y las narraciones de la vanguardia en España, entre las que destacan las muestras El cubismo y sus entornos (MNAC, 2005) y Picasso and Spanish modernity: works from the Collection of the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Palazzo Strozzi y Banco do Brasil, 2015).