El descubrimiento en Kenia de un enterramiento del neolítico de víctimas masacradas obliga a adelantar, y mucho, la aparición de la guerra organizada como elemento de la cultura humana.

FOTOS: Turkanabasins.org / Physis.org / BBC / The Telegraph

¿Qué fue antes, la civilización o la guerra, la cultura y el conocimiento o el poder de unos pocos y el uso de la violencia contra otros? Hasta ahora se sabía que la guerra, como concepto y como agresión organizada con un fin y unos medios, había surgido en paralelo al paso del nomadismo al sedentarismo. La agricultura y la ganadería fijó a los humanos en un territorio concreto, lo cual significó la aparición de ciudades, de poderes centralizados, de religiones oficiales y del proceso de almacenamiento de comida. En realidad se definió la guerra como el acto de defensa de esas ciudades, campos y almacenes frente a otros, o la agresión para conquistar las ciudades, campos y recursos del vecino. Pero eso ya no va a ser así. El yacimiento descubierto por investigadores de Cambridge en Turkana, Kenia (publicado en Nature), con huesos fosilizados de un grupo de cazadores nómadas masacrados hace 10.000 años, obliga a replantearse muchas cosas.

Es la evidencia más primitiva de un conflicto con víctimas. En total 27 cadáveres, incluyendo ocho mujeres y seis niños masacrados con el resto. Pero había diferencias: doce estaban completos, pero otros diez habían sufrido una muerte muy violenta, especialmente en las zonas donde la guerra antigua golpeaba con saña (cabeza, espalda, tórax). El estudio forense determinó que esas lesiones las habían producido piedras afiladas (especialmente en los cráneos) y flechas en cuello y espalda. Además se hallaron “huesos fetales”, esto es, que alguna de las mujeres estaba embarazada cuando murió. La posición de los cuerpos también es reveladora: varios de ellos tenían las manos juntas por las muñecas, como si hubieran sido maniatados. Una de ellas la supuesta mujer embarazada. Más datos: los cuerpos además no fueron enterrados sino abandonados en la zona y el yacimiento no está agrupado sino disperso. Algunos de los huesos se han encontrado en lo que en aquellos tiempos fue una laguna que se secó posteriormente. Los cadáveres fueron cubiertos por el tiempo y los depósitos posteriores.

Pero tanto o más importante que el hecho en sí del yacimiento son las cronologías. Hablamos de un conflicto ocurrido hace más de 10.000 años, en el inicio del Holoceno, lo que desbarata toda la construcción teórica que achaca la guerra un origen artificial y cultural del sedentarismo. La clave es que el ataque fue organizado, no esporádico, y quizás el estallido después de una dura competencia por los recursos entre dos grupos de cazadores-recolectores que competían por el territorio de caza y migración. De la misma forma que los chimpancés compiten entre sí y organizan ataques entre comunidades (hay más casos documentados de este tipo que de humanos anteriores al sedentarismo) los grupos luchan por zonas y recursos. El descubrimiento es tentador para “simplificar” la violencia en homínidos: la guerra sería consecuencia de esos ataques en la selva pero llevados a otro nivel, y a más inteligencia homínida, más organización y sofisticación de las agresiones, que en algún momento pasaron de simples luchas esporádicas selectivas a guerras entre comunidades.

Sin embargo hay dudas a esta interpretación. Por ejemplo la forma en la que fueron depositados los cuerpos: en posiciones regulares, como en enterramientos preparados con mimo y ritualizados, aunque sin que hubiera sepultura. Si hubieran sido simples víctimas de un ataque habrían sido abandonados en la superficie para ser devorados por animales e insectos. Alguien tuvo que agruparlos y colocarlos. Pero una cosa no quita la otra: quizás los supervivientes, u otro grupo de nómadas lo hizo. También los propios atacantes; la evidencia de la mujer embarazada y que algunos fueran supuestamente maniatados deja mucho espacio para la imaginación.

El problema de fondo es otro bien diferente: ¿es la guerra un acto cultural propio de sociedad sedentarias en perpetua defensa-ataque o bien una prolongación natural del instinto violento de los simios?, ¿es la respuesta al nacimiento de la propiedad de la tierra y los recursos o bien un mecanismo heredado? El tabú de que los cazadores-recolectores no eran violentos puede haberse venido abajo con esta investigación, que establecería una línea cronológica entre la violencia organizada entre grupos de simios y los primeros nómadas. Traducción: terrible, porque supondría que antropológicamente la guerra no es un constructo sino una pulsión innata instrumentalizada para conseguir más recursos, naturales y humanos.

Lago Turkana

Un lugar idílico y fértil para los humanos prehistóricos

Nataruk y Turkana. Ambos son lugares del este africano donde en el Holoceno predominaban las lagunas y lagos. Nataruk era más grande que Turkana y forma parte de la misma zona. Ambos lugares están conectados por el yacimiento, que se excavó por primera vez en 2012. En aquellos años la zona era muy diferente de cómo es hoy. Había mucha más vegetación, agua, humedad y recursos. Las pruebas con radiocarbono determinaron que los huesos estaban allí desde el inicio del Holoceno, es decir, la era geológica posterior a la última glaciación. Eso supone que no pueden ser más antiguos de 10.500 u 11.000 años, ni posteriores a unos 9.500 años. En aquella época la zona era tan fértil que permitía sostener una población nómada de varias comunidades de cazadores-recolectores que probablemente también pescaban en los lagos para completar la dieta.

Se han encontrado señales de cerámica para transportar y almacenar comida, y el acceso directo al agua potable convertía Nataruk en el mejor lugar para los humanos prehistóricos. Esa masacre pudo ser perfectamente para conseguir recursos, que iban desde las mujeres y sus hijos (como futuras generaciones para el grupo) a esas vasijas con alimentos almacenados. Al existir más de un grupo quizás empezaron a competir para vivir mejor, rompiendo cierto equilibrio social que permitiría, con el uso de la violencia, aglutinar más elementos. Así nacerían las primeras sociedades pensadas para el sedentarismo, como si se prosperidad y guerra se retroalimentaran perversamente. O quizás, simplemente, Nataruk fue el escenario del encuentro violento entre dos sociedades, algo que también existe en el mundo de los primates y de muchas otras especies animales.

Dos de los esqueletos encontrados en el yacimiento

El origen de la guerra

Intentar definir una de las constantes de la historia de todas las culturas humanas es complicado. No hay un momento concreto, tampoco existe una sola definición. Una guerra sería un conflicto armado donde se producen víctimas y se lucha por dos motivos: para defenderse y para atacar; en el primer caso para conservar lo que se tiene, incluyendo la libertad, y en el segundo caso para conseguir lo que otros tienen. Karl von Clausewitz decía que la guerra es la política por otros medios. Pero en realidad debería verse de otra forma: la guerra es la economía y la gestión de recursos por otros medios. En esa raíz material y de subsistencia fue de donde brotaron las primeras luchas. La primera guerra documentada que no emana de la mitología fueron las campañas militares del faraón Sneferu, fundador de la IV dinastía del Reino Antiguo y que atacó Libia y Nubia. Para entonces la civilización egipcia ya había completado el establecimiento de un estado central con identidad, valores y mecanismos de control. Eso fue en torno al 2.600 a. C. Más tarde, y con más peso documental (incluyendo estelas con representaciones) fue la guerra que Eannatum de la ciudad de Lagash atacó y derrotó la ciudad vecina de Umma hacia el 2.400 a. C.

Si apartamos el relato casi mitológico nos queda como primera guerra documentada, en piedra además, Antes de eso existe la llamada fosa 117 de la era mesolítica en el sur de Sudán, con casi 14.000 años de antigüedad y que es el primer enterramiento de víctimas de ataques. Sin embargo se consideró como una lucha puntual más que un acto de guerra como tal, ya que, como dicta la tradición, los cazadores-recolectores no hacían la guerra. Pero eso bien podría tener que ser cambiado desde este momento y tener que cambiar la visión del chispazo que da lugar al acto de agresión organizada: ¿los recursos, el territorio, o simplemente un mecanismo innato en nuestra identidad biológica?

Estela de Eannatum de Lagash y sus soldados

Estela de Eannatum de Lagash y sus soldados

Mapa de la zona del yacimiento