Toro, el nativo americano compañero de ‘El llanero solitario’, es el último personaje de una carrera llena de excéntricos.

“Si algún día me ves diciendo que soy un actor serio, por favor golpéame”. Johnny Depp ni es ni quiere ser un actor corriente. Con cincuenta años cumplidos, su carrera cinematográfica está cuajada de personajes estrafalarios. Una tendencia que comenzó con ‘Eduardo Manostijeras’ (Tim Burton) (1990) y que ha acentuado con el paso del tiempo. Este miércoles estrena en España su último disfraz en ‘El llanero solitario’ (Gore Verbinski).

Depp, ni corto ni perezoso, se coloca un pájaro en la cabeza para interpretar a uno de sus héroes de la infancia: Toro (Tonto en la versión original), el indio potawatomi que acompaña al llanero solitario. “De niño no quería ser John Wayne, sino uno de los indios”. ‘El llanero solitario’ nació en la radio en 1933 y creció en la televisión, donde mantuvo una exitosa serie entre 1949 y 1957, y en los comics. La versión cinematográfica de Depp, con Disney como productora, eleva la apuesta con un gran presupuesto de 215 millones de dólares. Sin embargo, no ha funcionado demasiado bien en la taquilla de Estados Unidos.

No es algo que importe mucho al ecléctico Johnny Depp, pese a su rol de productor ejecutivo del filme. “Los nativos americanos tenían que ser mostrados con la dignidad que tienen. Teníamos que enseñar qué crímenes se cometieron contra ellos. Había que quitarles de encima el cliché de salvajes”, explicó en la ‘premiere’ en Londres. Para Depp, el éxito del filme sería que “lo vean diez o quince niños de alguna reserva india en algún lugar y que salgan sintiéndose orgullosos de su legado, de su cultura e interesándose por su lenguaje”. Habrá que saber si a Disney le vale con eso.

Las preocupaciones de Depp son otras: “Para que me guste un guion, debe haber algo en las primeras diez páginas que me golpee. Y, a medida que voy leyendo, mi personaje me va recordando imágenes. Para ‘Eduardo Manostijeras’, la influencia más poderosa que usé fue la imagen de un perro que tuve con diez años”. Aquella primera colaboración con el universo de Tim Burton cambió por completo la carrera de un actor llamado a ocupar papeles de guaperas y carpetas de adolescentes. Las chicas se han enamorado de Depp, aunque muchas veces no hayan entendido las pintas con las que ha salido en pantalla.

Su primera incursión en el cine, ‘Pesadilla en Elm Street’ (Wes Craven) (1984), nos mostraba al típico novio de belleza juvenil norteamericana que acababa en manos de un ‘serial killer’, el siniestro Freddy Kruger. Aún pasarían seis años, con una fugaz aparición como soldado de ‘Platoon’ (Oliver Stone) (1986) y un personaje fijo en la serie de televisión en ‘Jóvenes policías’ (1987-1991), para que Depp empezara a encontrar su sitio con un robótico joven con tijeras como manos y con una gran ingenuidad en el corazón: ‘Eduardo Manostijeras’. Una revisión del mito de ‘Frankenstein’ con un look gótico marca de la casa Tim Burton. Su interpretación le valió una primera nominación a los Globos de Oro.

Su colaboración con Burton ha determinado en gran medida su evolución hacia un actor estrafalario con personajes indescriptibles. Depp se ha atrevido a encarnar al conocido como peor director de la historia del cine, ‘Ed Wood’ (1994); al investigador (Ichabod Crane) de los crímenes del jinete sin cabeza en ‘Sleepy Hollow’ (1999); al excéntrico dueño de una fábrica de chocolate (Willy Wonka) en ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (2005); al gótico pretendiente de ‘La novia cadáver’ (2005), al que prestó su voz; al ‘Sombrerero Loco’ de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (2010); y al vampiro de ‘Sombras tenebrosas’.

A Johnny Depp no le van los personajes corrientes. No tiene miedo a los disfraces, a los kilos de maquillaje, a las muecas y al exceso interpretativo. Es, sin duda, el actor ideal para un director tan irreverente y personal como Tim Burton. Una fructífera colaboración que alcanzó su máxima expresión en la adaptación del musical ‘Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet’ (2007), con un barbero de la era victoriana que asesina a sus clientes con una navaja para que su amada (Helena Bonham Carter) cree con sus cuerpos pasteles de carne. Depp ganó el Globo de Oro, su único gran premio.

Fuera del universo Burton, el actor norteamericano ha respetado su gusto por los retos interpretativos: ‘Miedo y asco en Las Vegas’ (Terry Gilliam) (1998), con un arsenal de drogas en el maletero de un coche que atraviesa Nevada; ‘Antes que anochezca’ (Julian Schnabel) (1999), como un travesti impecable llamado Bon Bon; ‘Desde el infierno’ (Albert y Allan Hugues) (2001), tras la pista del mismo Jack ‘El Destripador’; o ‘The libertine’ (Laurece Dunmore) (2004), como el lascivo conde de Rochester, entre otros peculiares personajes.

No obstante, Depp, que no dejó tampoco a nadie indiferente con su debut como director en ‘The Brave’ (1997), ha consolidado su fama de ‘rara avis’ con el personaje más excéntrico del cine comercial de los últimos años: el capitán Jack Sparrow, que en el año 2015 llegará a los cines por quinta ocasión. Sparrow, con menos maquillaje que el ‘Sombrerero Loco’ o ‘Eduardo Manostijeras’, es puro disparate que crece y crece tras cada secuela y que ha dejado muy lejos la inspiración pionera en el ‘Rolling Stone’ Keith Richards. Todo un juguete en manos de un actor cómodo con la sobreactuación.

Disney y Depp se hicieron millonarios, aunque no entendían muy bien qué tenían encima de la mesa. “No sabían cómo clasificar al personaje de Jack Sparrow”, ha recordado el actor, que preguntó si Sparrow era gay. “El estudio tenía tantas ganas de despedirme que se frotaba las manos. ¡Y yo les decía que tenían razón, que debían despedirme!”. La saga ‘Piratas del Mar Caribe’ ha recaudado casi cuatro mil millones de dólares en todo el mundo.

“Tomé la decisión de hacer de capitán Jack Sparrow por puro instinto. Está dentro de la línea de personajes que siempre he interpretado y de los que me siento orgulloso”, aseguraba en una entrevista en ‘El País’ en 2007. Gore Verbinski, director de las tres primeras películas de la saga y de ‘El llanero solitario’, compite desde tiempo con Tim Burton a la hora de ofrecerle personajes pasados de raya. Verbinski añade más explosiones y ruido pero con peores guiones.

 

Depp, a sus cincuenta años, empieza a amagar con la retirada pese a una filmografía nada convencional. Se le acaban los personajes peculiares. “No diría que lo voy a dejar ya mismo… pero no está demasiado lejos”, ha adelantado en la BBC. Pero aún tiene cuerda para rato. Además de la quinta parte de ‘Piratas del Mar Caribe’, rodará ‘Into the

looking glass’, de nuevo como el desmadrado ‘Sombrero Loco’. ‘Into de Woods’ (Rob Marshall), adaptación del musical homónimo, se encuentra en preproducción y ‘Transcendence’, opera primera de Wally Pfister, en rodaje. Pfister ha sido director de fotografía de Christopher Nolan. En ‘Transcendence’, Depp fundirá su cerebro con el de una computadora. Otra rareza más.

Personajes, de nuevo, alejados de lo común para un Johnny Depp al que a muchos, antes de retirarse, si cumple con lo anunciado, nos gustaría volver a ver en registros menos excéntricos como el agente del FBI Joe Pistone infiltrado en la mafia italiana en ‘Donnie Brasco’ (Mike Newell) (1997); el enamorado de una chocolatera de ‘Chocolat’ (Lasse Hallström) (2000); el narcotraficante amigo de Pablo Escobar de ‘Blow’ (Ted Demme) (2003); o el biopic de John Dillinger en ‘Enemigos públicos’ (Michael Mann) (2009).

De momento, desde este miércoles habrá que conformarse con observale en los cines españoles con un nuevo disfraz y un pájaro sobre la cabeza: el indio Toro en la ambiciosa pero fallida adaptación cinematográfica de ‘El llanero solitario’.