Mientras Noruega conmemora los 70 años de su fallecimiento, España prepara en el Thyssen-Bornemisza una gran exposición única para 2015. No obstante, Munch es mucho más que un grito eterno en un cuadro, es el pionero del eterno malestar de la psique en el arte.

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A la gente no le interesa el arte. Ni la cultura. España es una país poco dado a disfrutar, interesarse o molestarse siquiera en consumir cultura más allá de lo que podría dar una prolongación del ocio. Quizás por eso Munch y el 70 aniversario de su fallecimiento han pasado inadvertidos. Mucha gente no sabe quién fue Edvard Munch, pero seguro que alguna vez ha visto su obra más famosa, ‘El grito’, en sus múltiples versiones y, lo más importante, la leyenda maldita de robos y recuperaciones que acompañan a esta icónica pieza que anticipó el espíritu patológico, ansioso, desesperado y horrorizado del siglo XX. Más que un cuadro es una losa sobre la tumba misma de Munch.

Sobre todo fue un solitario: vivió y murió solo. Al final de su vida, y en plena Segunda Guerra Mundial, consiguió el reconocimiento mundial en su país y en EEUU, y eso que el país estaba invadido por los nazis. Curioso, a pesar de que algunos de sus cuadros fueron vetados, los nazis le rehuían, pues le consideraban un loco que sólo podía hacerse daño a sí mismo. Que el peor horror de la Historia te considere un demente debe ser el colmo del absurdo. Entre tanto, Noruega ya proyecta un nuevo Museo Munch en el gran fiordo de Oslo que quizás vea la luz para 2018 y que ha sido proyectado por el español Juan Herrera a pesar de los muchos peros que ha puesto Noruega. Quizás no se fían de nada que no hagan ellos, y menos de españoles, pero lo cierto es que Herrera ha diseñado una torre ultramoderna de 12 plantas preparada para interactuar con el público y la tecnología. Pero para eso queda tiempo.

‘La niña enferma’, ‘Amor y Psiche’ y la ‘Madonna’

De momento volvamos a Munch, que narraba así en sus cartas cómo se le ocurrió la creación de ‘El grito’: “Paseaba por un sendero con dos amigos. El sol se puso. De repente el cielo se tiñó de rojo sangre. Me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio. Sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un aullido infinito que atravesaba la naturaleza”. Merece la pena entender el leitmotiv porque resume muy bien la personalidad del artista y la ansiedad psicológica, el miedo cerval al mundo y a sí mismo que encierra un cuadro universal que ha sido una losa para el recuerdo de Munch.

El noruego fue parte de la tetrarquía primigenia del expresionismo: los iniciáticos postimpresionistas como Cezánne y Van Gogh fueron los pioneros en reconvertir el arte en ese grito interior; luego llegarían Munch y Ensor, que lograron darle una vuelta de tuerca más a esa variante artística llena de tensión agónica y que transmitía la crispación interna de la psique como nadie. Los cuadros de Munch varían entre unos inicios realistas y con un toque romántico (‘De mañana’) al expresionismo “tranquilo y optimista”, por definirlo de alguna manera, de los paneles que realizó para la Universidad de Oslo y que giraban en torno al Sol y el nuevo día en los inicios de Noruega como país independiente, y la agitación, el antinaturalismo e inquietud que puso tan nerviosos a los puristas y a los nazis que le catalogaron de degenerado y demente.

Las pinturas son obras donde el contraste etre los colores es un puñetazo visual, donde las líneas son sinuosas y siempre delatan tensión y desasosiego, siempre con un realismo crudo en lo esencial pero que tiende a la deformación para afianzar el mensaje de crispación, conflicto y dolor. Así pues, el expresionismo es una fuerza que convierte al objeto artístico (un cuadro, un grabado, un dibujo, una escultura, una película) en una prolongación de sí mismo, en una expresión definitiva.

‘El beso’ y ‘Vampire’

Pero el expresionismo de Munch es fruto de muchos más ríos que se unen. Para empezar fue muy anterior en consideraciones que el propio movimiento: ‘El grito’ es un cuadro de finales del siglo XIX, muy personal. Más adelante su estilo se afianzaría. Munch viajó y vivió en Alemania algún tiempo, en la época en la que eclosionó artísticamente el primer expresionismo y que coincidió en el tiempo con el movimiento Die Bruckë en este país y con los coletazos iniciáticos del fauvismo francés, dos caminos que convergerían en el expresionismo. Fue contemporáneo además de los primeros Kandisnky y Marc, de Kokoschka y Schiele. Munch ya era un maduro aislado cuando el expresionismo que él ayudó a cimentar con sus obras se expandió en aquella Europa de Entreguerras, martirizada y espantada por el horror de la guerra.

Las ideologías lo eran todo y los artistas asumieron su compromiso político. Así, el expresionismo salta del alarido personal del artista a convertirse en una herramienta social que se expande por todas las artes gracias a gente como Heckel, Permeke, Kubin o Barlach (pintura y escultura), Brecht (teatro), Schönberg (música), Taut (arquitectura), Scheler (literatura)… pero sobre todo en el cine gracias a monstruos como Murnau, Robert Wiene (autor de ‘El gabinete del doctor Caligari’) y Fritz Lang. Los paralelismos estéticos entre el ‘Nosferatu’ de Murnau y el deforme protagonista de ‘El grito’ no son nada casuales. Más bien son reverenciales.

Munch fue algo más que un solitario autor que trazó, desde su perfil psicológico, los cimientos de un movimiento artístico, sino que creó un nicho de su propio estilo. Se le relaciona con los inicios y desarrollos del expresionismo, que se transformó con el tiempo en una etiqueta más de las vanguardias y que todavía hoy puede encontrarse en muchas otras contemporáneas. Pero en realidad lo que hizo fue crear y desarrollar técnicas y particularidades que cimentaron un mundo que entra y sale a partir de esa boca desmesurada y deformante de ‘El grito’, el cuadro que le inmortalizó y le condenó al mismo tiempo.

 

Breve biografía y obras principales

Edvard Munch nació en Loten (Noruega) en 1863 cuando el país todavía no era independiente y formaba parte de la Corona Sueca. Desde allí pasó a Oslo, entonces llamada Christiania, en cuyas calles pasó la mayor parte de su infancia y adolescencia. Por el camino la vida ya le castigó con la muerte de su madre cuando apenas tenía 5 años por la misma enfermedad que mataría a su hermana nueve años después: la tuberculosis. Así que cuando Edvard cumplió los 15 años su mente ya estaba trastocada por la pérdida. Serán una sombra penetrante que logrará desequilibrar la psique del artistas y le empujarán hacia determinadas vías de expresión claves para entender a Munch. Casi podría decirse que su tragedia personal le empujó hacia todo tipo de obsesiones y neurosis canalizadas a través del arte. Noruega era, además, una sociedad profundamente luterana y cerrada, con lo que la combinación ya estaba hecha.

En 1880 pasa de Arquitectura a Bellas Artes y combinará sus estudios con las enseñanzas del pintor Frits Thaulow, hasta que un viaje a París le descubre a los impresionistas. Volvería en 1889 con un beca de estudios y entonces pasaría al postimpresionismo y empezaría a mostrar sus propias vías de expresión. Ese mismo año sufre un tercer mazazo: ha muerto su padre. Durante la siguiente década vivirá entre París, Oslo, Dinamarca y Alemania. En esta época empieza a tener éxito y hacer algo de dinero para mantenerse al tiempo que lucha contra la neurastenia y un alcoholismo incipiente. Sufre además varios colapsos nerviosos que le envían a sanatorios. El retorno a Noruega en 1909 le vendrá bien: coloca muchos de sus cuadros a Rasmus Meyer y logra popularidad. A partir de 1916, cuando compra su finca en las afueras de Oslo, empieza su repliegue personal, cada vez más solitario. Ya es un renombrado artista en su país y en Europa. Pero el dolor sigue ahí presente: la enfermedad nerviosa le golpea en la vista y casi no le deja trabajar.

A partir de los años 30 decayó su producción y el final no iba a ser muy luminoso: los nazis confiscan muchas de sus obras, algunas son destruidas y otras simplemente apartadas porque le consideraban un artistas degenerado y loco. Sin embargo en 1942 expone en Nueva York, en plena guerra, y al cumplir los 80 años es cubierto de gloria y honores por el país. No es que nunca tuviera reconocimiento, es que finalmente su gran año de muerte fue también el de mayor respeto.

‘El día después’, retrato de Hans Jaëger y ‘Ansiedad’ 

Principales obras de Edvard Munch

De mañana. 1884. Colección Rasmus Meyer, Bergen.

La niña enferma. 1885- 86. Galería Nacional de Oslo.

Hans Jaeger. 1889. Galería Nacional, Oslo.

La rue Lafayette. 1891. Oslo.

El grito. 1893. Museo Munch, Oslo.

Pubertad. 1894-95. Galería Nacional, Oslo.

Madonna. 1894-95. Galería Nacional, Oslo.

Celos. Rasmus Meyers Salinger, Bergen.

Mujer en tres etapas.1895. Rasmus Meyers Samlinger, Bergen.

El beso. 1897. Acervo Municipal de Arte de Oslo.

Muchachas en el muelle. 1899.

Amor y Psiche. 1907. Munch museet, Oslo.

 

España le recibirá en 2015 con una exposición “diferente”

El Museo Thyssen-Bornemisza tiene un objetivo para 2015: que todo el mundo conozca a Munch más allá de los mitos, los estereotipos y los lugares comunes de poner todos la misma expresión de angustia imitando al personaje de su obra principal, ‘El grito’. Será del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016, así que hay por delante casi año y medio y un trabajo de organización bastante evidente: recopilar las piezas fundamentales gracias a la colaboración estrecha con el Munch Munsett de Oslo. Y con una peculiaridad: no estará el dichoso cuadro.

El público conocerá a Munch sin tener que ver la angustia personificada en un ser deformado por el dolor. Serán en total 70 obras (como ‘Atardecer’, propiedad del Thyssen) entre cuadros y grabados (fue uno de los mejores) y un claro enfoque pedagógico para comprender a uno de los vanguardistas del siglo XX y ejemplo perfecto del estilo expresionista. ‘El grito’ sólo será insinuado como una presencia alargada y poderosa, pero nada más. El resto será un trabajo arduo de seducción entre autor y espectador que quieren diseñar con tiempo, por eso se anunció con casi dos años de antelación en el Thyssen. Juegan al despiste, pero con el trasfondo de psique atormentada puede ser de las mejores que haya albergado.

Melancolía

‘Melancolía’