Poco a poco el Steampunk se convierte en algo más que una estética derivada de la ciencia-ficción, es también literatura, como en la nueva antología española de Nevsky.
‘Retrofuturismos. Antología Steampunk’ es la segunda de las que ha planeado la editorial Nevsky y que está a la venta desde este mes de octubre. Con edición de Marian Womack, reúne relatos de autores consagrados en un género que lejos de morir cobra cada vez más vida. España, país alérgico a la ciencia-ficción donde los haya, empieza a normalizar esta situación y a sacar la cabeza del marasmo, y el steampunk es una de las muchas formas de hacer de rompehielos con un subgénero del sci-fi que exuda cultura anglosajona por cada poro. El steampunk rinde homenaje a un universo alternativo donde la energía de vapor es el culmen de la tecnología, una utopía basada en el amor hacia la ciencia y la industria mezclada con poesía y el positivismo filosófico y cultural que se vivió a finales del siglo XIX, cuando se creía que todo era posible. Primero hablaremos de un libro, y luego sobre qué es el steampunk en realidad.
Los autores y relatos de la antología son: Félix J. Palma – ‘La princesa del centro de la Tierra’; Sofía Rhei – ‘La cicloteca de BubbleLon’; Guillermo Zapata Romero – ‘Biocronografía del salto lateral: el teorema de Aub’; Laura Fernández – ‘Aborrecer a Lester J. Murray’; Rubén Sánchez – ‘Trigos Gigantes’; Cristina Jurado – ‘El pastor’; Jesús Cañadas – ‘Tiros a la barriga’; Noemí Sabugal – ‘Berlín Mechanical Men’; Alfredo Álamo – ‘El óxido del sombrerero’; Rafael Marín – ‘Carne contra el metal’; Rocío Tizón – ‘El Manco’; Luis Guallar – ‘Como dentro de un reloj’; Sergio Lifante – ‘Los hijos de Saturno’; Joseph M. Remesar – ‘Prey’s Moon’; Ángel Luis Sucasas y Francisco Miguel Espinosa – ‘Las manos que construyeron América’.
Son muchos los autores que se han zambullido en ese mar donde lo victoriano y la tecnofilia y el futurismo se abrazaban con la poesía, la ilustración, el cine o la literatura. Pero es algo más que una estética, sino que lleva consigo la capacidad crítica desde los universos alternativos. Algunos de los relatos de este volumen, el segundo que publica Nevsky, llevan consigo una carga de crítica social que se superpone a la actual situación en España. Hay rebelión y actitud de mejora social, ganas de ir más allá y como el resto de la ciencia-ficción, porque como dice la propia Womack, narra “momentos claves de nuestra historia moderna, el auge de nuevos movimientos sociales, o denunciar la injusticia social. El steampunk está aquí para quedarse […] junto a su inclinación por la rebelión, por la revolución quizá sea la forma más sincera de hacernos pensar de dónde venimos y de hacernos reflexionar hacia dónde vamos”.
Portada de ‘Retrofuturismos. Antología Steampunk’
Una de las autoras es Noemí Sabugal, que asevera que en efecto hay dimensión crítica. Pero que incluso con su relato, ‘Berlin Mechanical Men’, tardó en percatarse, ya que “sólo después me di cuenta de la carga social que tiene el texto”. Su relato se ambienta en Berlín “con un guiño a Asimov por ‘Yo Robot’, y plantea los dilemas de una sustitución de la mano de obra humana por los robots, lo que da pie a que surja una corriente neoludita y un panorama futuro, steampunk pero desolador, con tasas de paro enormes y muchos conflictos sociales. Dentro de ese clima surgen asesinatos de robots que no son tales ya que se limitan a hacer trizas a las máquinas. Eso es lo que tiene que investigar una inspectora de policía. Tiene también pues rasgos de relato negro”.
Como dice Sabugal se trata de una antología interesante porque “es la segunda parte de un proyecto doble que se traducirá al inglés en formato digital que busca el mercado anglosajón”, y que verá la luz en enero de 2015. Una forma de exportar talento y sobre todo de demostrar que en España los tiempos en los que la ciencia-ficción era marginal o cosa de los lectores clásicos de Julio Verne o H.G. Wells han pasado. No sólo por los tres monstruos que llegaron después (Isaac Asimov, Ray Bradbury y el inmenso Philip K. Dick) sino porque es un género vivo que traza muchos caminos.
¿Qué es el steampunk?
Hay una palabra en español que define a la perfección un subgénero literario que ha crecido también en el cine, la estética, el cómic y el arte: retro. Mejor dicho, retrofuturista. El steampunk es uno de esos estilos artísticos que tocan todo o casi todos los campos de la creación cultural, una forma estética trasladable a las novelas, el dibujo, la pintura, el cómic… de momento la música se resiste, pero con el tiempo la moda surgida a partir de las novelas y el estilo de los años 70 y 80. Porque es una dinámica cultural surgida directamente de la ciencia-ficción, y hasta cierto punto está hermanada con el ciberpunk. Mientras que éste, representado visualmente por la estética de ‘Blade Runner’ y algunos relatos de Philip K. Dick, soñaba con futuros rotos y distópicos, donde la perfección se vuelve perversa y la sociedad está corrompida, el steampunk mira al pasado y a partir del momento de la industrialización del siglo XIX reelaborar un presente diferente, basado en el positivismo científico. Por algo “steam” significa mecánica de vapor en inglés.
No es un movimiento ingenuo, pero sí tiene cierto regusto utópico y fantástico alrededor del potencial de la ciencia y la tecnología. Es, por decirlo claramente, el paraíso soñado por Julio Verne pero llevado al extremo, donde la ciencia y la tecnología son fieles aliadas del hombre y muestran todo su poder mecánico, devorando incluso al hombre. Las fuentes visuales son la energía basada en el vapor y la tecnología puramente mecánica, lo que deriva en un grafismo muy concreto lleno de tuberías, cables, hierro, estaño, cobre… esferas analógicas. En su origen el steampunk imagina un pasado o incluso presente alternativo, donde en un punto determinado de la Historia (real) los sucesos discurren de otra forma, lo que también lo enlaza con otro subgénero, el de la ucronía, el sueño de futuros y presentes diferentes cambiando algún suceso histórico vital.
Los libros de Julio Verne, la máquina del tiempo de Wells y el anime ‘Steamboy’, tres tipos diferentes de obras steampunk
Su estilo es de un barroquismo decimonónico totalmente identificable, especialmente en lo que a ropa y estética personal se refiere, donde la época victoriana es siempre la vara de medir, pero con un toque cada vez más arriesgado. El steampunk, que ha tenido una influencia muy grande en cierto tipo de estética urbana, de culto, recurre a realidades futuristas donde no hay electrónica, energía nuclear o petróleo, sino que todo se mueve por carbón, máquinas de vapor… el desarrollo científico detenido en algún punto de 1885, por ejemplo. En ocasiones se plantea la posibilidad de haber avanzado a la actual era de la informática por medio de máquinas sumadoras similares a la de Charles Babbage (con ruedas dentadas y tarjetas perforadas) en vez de la válvula de vacío y posteriormente el transistor, que dieron pie a toda una nueva generación de máquinas.
Las obras de referencia del steampunk como estilo
Las primeras obras de referencia que contempla el steampunk son ‘Morlock Night’, de K. W. Jeter (1979), ‘Homúnculo’ de J. Blaylock (1986), ‘Las Puertas de Anubis’, de T. Powers (1983) y ‘La Máquina Diferencial’, de B. Sterling y W. Gibson. No obstante, la lista de pioneros y antecesores es de las que hacen que uno arquee las cejas: G. K. Chesterton, Dickens, Albert Robida, Mary Shelley, Arthur Conan Doyle, George Griffith, Bram Stoker, Mark Twain, H. P. Lovecraft y por supuesto los dos grandes gurús referenciales, Julio Verne y H. G. Wells. Ellos dos son los que realmente ayudaron a cimentar un subgénero que se abre incluso dando saltos entre artes, géneros, estilos, mezclando pero logrando imponer parte de su credo estético.
En el cine y la televisión es más complicado, pero series como ‘Doctor Who’ son toda una referencia visual sobre el estilo, además de muchas otras creaciones británicas. Es allí, en Gran Bretaña, donde el estilo steampunk tiene más madera, más peso, como en el caso de los museos del género en Inglaterra. Otro ejemplo de serie de TV con esa influencia, al menos parcial, es ‘Almacén nº 13’, que se emite actualmente en el canal Neox, y que sí hace guiños steampunk en el escenario y las transiciones entre escenas. En Europa aparece, por ejemplo, ‘La Ciudad de los Niños Perdidos’, de J. P. Jeunet, ‘Wild Wild West’ (con Will Smith), y que daría pie a un sub-subgénero, el “weird west”, ‘La liga de los hombres extraordinarios’, ‘Brazil’ (1985), la nueva versión de Sherlock Holmes, la francesa ‘Vidocq’… y por supuesto ‘Metrópolis’, de Fritz Lang, que muestra además el primer robot del género de la ciencia-ficción. Más visual aún es su paso por el manga, con dos películas como puntos de partida: ‘Steamboy’, de Katsuhiro Otomo y ‘El castillo ambulante’, de Hayao Miyazaki, donde se desarrolla el género bajo un prisma diferente, el del manga.
Las claves estéticas
Artísticamente el steampunk se circunscribe a unas líneas muy definidas. Es un estilo claramente visible, diferente, donde el peso del trazo del dibujo y la pintura, o la escultura, es una desmedida tecnofilia en la que los engranajes al aire son fundamentales. Decorativamente ha tenido mucha expansión en los relojes, sin atisbo de nada digital, pero también en el uso de dorados, platinos y el juego de colores del estaño. Ambientes recargados, y un barroquismo que lo llena todo. El horror vacui tiene mucho peso en las líneas del steampunk, lo recargado, desde los trajes hechos a medida hasta los escenarios, son fundamentales. Un mundo que parece anclado en la mente de Julio Verne o Wells, pero al mismo tiempo irreal. En la estética urbana se concentra en el recurso al corsé (para ellas) y en los trajes de época (para ellos), sombreros, gadgets mecánicos y el más puro estilo historicista del siglo XIX. Y eso vale también para el diseño, donde las ruedas mecánicas y los planos de ingeniería cobran sentido como fondo de escenario para numerosas obras.