Desde los microbios más pequeños y resistentes a un mamífero del tamaño de un gato desconocidos hasta ahora, la biología sigue encontrando nuevas formas de vida en la inagotable arca terrestre.

 

FOTOS:  Instituto de Exploración de Especies (IISE)

Hace poco un personaje de televisión, concretamente el eje central de una serie bastante anodina como ‘Castle’, aseguraba que era difícil ya creer en algo maravilloso en el mundo porque todo estaba descubierto, “ya no quedan lugares vacíos en los mapas, ni rincones que no estén pisados o vigilados”. Error. En el Universo, con mayúscula, siempre quedan sitios nuevos donde mirar o cosas nuevas por descubrir, incluso bajo esta atmósfera mil veces cartografiada y donde casi se puede ver a cualquiera gracias a Google Maps o el Street View. La naturaleza siempre se reserva cartas en la manga. Después de miles de millones de años de evolución biológica la Tierra todavía es una sublime caja de Pandora capaz de asombrar con nuevas especies. Sólo hay que mirar en el micromundo bacteriano o apartar las últimas ramas vírgenes que quedan en las selvas, o levantar la enésima piedra en medio del desierto, para encontrar algo nuevo.

Este año ha sido especialmente prolífico; la ciencia lleva ya tres años apretando el acelerador con grandes descubrimientos y en la biología se han aplicado para poder seguir con el proceso de catalogación del árbol de la vida que arrancara con pasión taxonómica en el siglo XVIII y que todavía hoy dura. El problema es que ya no encontrarán grandes monstruos marinos, el kraken, de vivir, estará oculto en las fosas abisales. Hay que mirar muchas veces a lo más pequeños. Abundan en la nueva nómina biológica los microorganismos insípidos para nosotros pero que bien podrían ser una llave futura. Todos han sido incluidos en la lista del Instituto Internacional para la Exploración de las Especies (IISE), impulsado por la Universidad Estatal de Nueva York. En un año se han descubierto 18.000 especies nuevas, las que relatamos son apenas las más interesantes por su rareza o situación crítica. Se cree incluso que hay todavía diez millones de nuevas formas de vida por descubrir.

Olinguito

El Olinguito, el mamífero descubierto de la lista 

Uno de los ejemplos más peculiares es el Tercicoccus phoenicis, un microbio insignificante pero que ha aparecido en el hábitat más extremo imaginable: las naves espaciales. En la NASA fue como un rumor que terminó por confirmarse: en las salas de ensamblaje de las naves y sondas enviadas a Marte y el resto del Sistema Solar encontraron una forma de vida capa de soportar temperaturas extremas por ambos lados del arco y, lo que es más importante, niveles de luz ultravioleta y radiación altísimos, con un PH igual de extremo. Conclusión: la NASA ya tiene al candidato perfecto para colonizar biológicamente otros mundos si es necesario.

En el otro extremo del arco está el Bassaricyon neblina, conocido también como el Olinguito, un mamífero ecuatoriano que vive entre los árboles de las faldas de los Andes, por encima de los 1.500 metros. Forma parte de la familia Procyionade, es carnívoro y parece un cruce encantador entre un gato y un oso; es una especie arbórea con aspecto de peluche pero con unas garras que bien podrían dejarnos marcas de por vida. Como muchas otras especies parecidas tiene cola y puede llegar a medir hasta 40 cm de largo pero apenas puede llegar al kilo de peso. Esperemos que la industria de la piel no los considere parte de la economía de mercado.

Entre ambos extremos hay sitio para las plantas, una mina biológica sin explotar todavía y que ha dado al mundo científico un gigante de 12 metros de alto llamado Árbol Dragón, Dracaena kaweesakii. A veces la verdadera respuesta está ante las narices pero es tan grande que se confunde con otras. Es lo que ha pasado con este árbol, que pasó desapercibido durante décadas en Tailandia, rodeado de muchos más árboles selváticos. Los botánicos han llegado justo a tiempo, quizás para verlo desaparecer, ya que su futuro es crítico: apenas deben quedar ya 2.500 ejemplares en una zona de tierras calizas que es devorada para poder fabricar hormigón. El tronco puede llegar a tener hasta un metro de grosor y sus semillas alcanzan los 7 cm de largo. Es un gigante rodeado de gigantes descubierto quizás demasiado tarde, lo que nos recuerda que casi es mejor que el ser humano no los descubra porque todo lo que conocemos parece condenado a ser machacado.

Animales de piel extraña: el geco camaleónico y el caracol fantasma

Entre las nuevas especies, y de las de mayor tamaño, destaca un distinguido y casi invisible miembro de la familia de los gecos, el Saltuarius eximius, de piel coloreada y que puede camuflarse con el suelo semidesértico de su Australia natal, y único lugar del mundo donde viven. Los reptiles han sobrevivido a casi todo reduciendo su tamaño (tan diferentes de sus primos prehistóricos los saurios) y utilizando su piel como un escudo pigmentado. La piel es un arma defensiva, o una característica clave, como en el caso del Zospeum tholossum (en la foto superior), un caracol fantasma que no tiene pigmentación para poder pasar desapercibido cuando se vive a mil metros de profundidad en una cueva de Croacia y es imprescindible no ser visto. No llega la luz y la oscuridad es obvia, así que brillar o tener color no es una buena idea. El resultado es una forma de vida traslúcida típica de los hábitats cavernosos, muy habituales en el mundo pero que aquí adquiere una situación extrema, que es además el más lento de todos los caracoles: 4 cm a la semana.

Avispas que parecen aliens y protozoos gigantes

Entre las formas de vida más aterradoras descubiertas hay algunas que si fueran un poco más grandes nos harían sentir con fuerza ese asco casi innato de los humanos por los insectos (dicen que como una forma de supervivencia porque en tiempos primitivos eran masivamente venenosos o parasitarios y que la evolución nos hizo despreciar de forma natural).  La Tinkerbella nana es quizás uno de los insectos más pequeños del mundo (se le mide en micras), adquiere su nombre del personaje de Campanilla, pero es más bien la némesis de ese rol: es una avispa microscópica espeluznante de inmensas alas y flecos pilosos usados para poder sobrevivir el puñado de días que tiene de esperanza de vida. Igual de monstruoso, y algo más pequeño, es el Spiculosiphon oceana, un protozoo gigantesco respecto a sus iguales ya que para un universo donde lo habitual es medir un puñado de micras este monstruo es capaz de alcanzar los cinco centímetros. Proporcionalmente respecto a nosotros sería el equivalente a toparse con un Argentinosaurio (el animal terrestre más grande jamás descubierto, de 30 m de largo y 60 toneladas). Este titán es además español, o cuando menos sólo ha sido encontrado en Murcia y se comporta como una esponja carnívora: devora a otros organismos e incluso utiliza sus partes para hacerse más grande. El rey de los más pequeños.

Árbol dragón

El árbol dragón