Pocos escritores han dejado huella en Europa como Milan Kundera, maldito y glorioso, culpa y éxito, todo unido y que regresa con su primer libro en 18 años. 

Que levanten la mano los que no hayan dicho, en alguna conversación, la manida frase de “la insoportable levedad del ser”, título del libro más famoso de este checo afrancesado que desde su cavernosa París ha regido muchas ansias intelectuales y emocionales de cientos de miles de europeos. Un escritor que, para bien o para mal, parece una metáfora perfecta de talento, huida y reflexión de lo que ha sido este continente durante mucho (demasiado) tiempo. Esta misma semana surgió de su mundo (y con 85 años) para presentar ‘La fête de l’insignificance’ con la editorial Gallimard, y que verá la luz en septiembre con Tusquets. España será la tercera parada de una novela que ya vio la luz antes en Italia con unos 100.000 ejemplares vendidos, como apunta el diario El País en un texto de Jesús Ruiz Mantilla.

Kundera ha vuelto pero no ha dejado de ser lo que es: un sofisticado misántropo que abandonó en su día la República Checa que le vio nacer y abrazó sin fisuras una cultura tan bibliófila como la francesa, si bien Francia lleva muchos años abandonada literariamente a su suerte. Que es decir mucho de cómo funciona la cultura europea. Capaz de escribir tanto en checo como en francés, y en alemán, si bien abandonó hace años la lengua eslava. Desde que saliera a la luz ‘La ignorancia’ (2000, en España) no se le había vuelto a conocer más actividad que seguir consumiendo el tiempo en su universo particular. El sofisticado Kundera ha regresado pues pero con discreción, eso sí, aupado por el gigante Le Monde, que le ha empujado en su regreso literario.

La fiesta de la insignificancia (2014) - Milan Kundera

No es Salinger, desde luego, pero es un huraño voluntario. Un exilio interior que es un bálsamo para atormentados. Con el nuevo milenio abandonó el mundanal ruido intelectual para leer y meditar, quizás asustado por un universo que da pasos de gigante y donde internet lo ha cambiado todo para siempre (salvo apagón universal). El mundo kafkiano que siempre ha sido la cabeza de Kundera y que sedujo a millones de personas a partir de libros como ‘La insoportable levedad del ser’ es todavía más retorcido y abierto. Debe ser extraño para un hijo de la Guerra Fría y de la sociedad comunista, reconvertido en intelectual occidental sui generis, desenvolverse en un planeta interconectado donde todo es muy diferente. Y aún así ha regresado con una novela que Le Monde define como “de vuelo alto”.

También Kundera es un pequeño desertor y apátrida: repudia la vieja Bohemia y Moravia de origen, se niega a revisar textos en checo, ya no escribe en checo, ya no lee apenas en checo, y sobre todo ha dejado muy atrás las polémicas sobre si era un topo comunista, un colaborador y si realmente piensa volver. Nadie es profeta en su tierra, dicen, pero desde luego Kundera ha dejado muy claro (incluso durante la presentación) que no desea ser profeta en ese rincón del centro de Europa. Y eso que la conoce a la perfección: todas sus novelas son un punzón clavado bien profundo en su cultura de origen. En Brno y Praga deben estar que trinan con él. Sobre todo porque su país ha sufrido de todo y él lo ha fustigado como pocos: cuando no eran los imperios germánicos eran los rusos, cuando no eran los nazis, los comunistas. Kundera es hijo de sus circunstancias, que son las mismas que las de la República Checa.

La nueva novela, que se llamará ‘La fiesta de la insignificancia’ con Tusquets, está en plena fase de traducción y edición. Hará las delicias de más de un lector fervoroso: según las confesiones de Beatriz de Moura, su editora española, a El País y otros medios, tiene muchas similitudes con ese universo erotizante y sentimental que tan grande le ha hecho. Se mencionan de lejos paralelismos con ‘Muerte en Venecia’ y con Fellini, pero con un sesgo más moderno y adaptado a los tiempos. La mujer ser convierte de nuevo en el eje central de todo, desde el sexo a la capacidad de crear vida, esa piedra de toque que ha dejado siempre en el alero a Kundera y a muchos hombres. Pero ojo que Kundera no es un agobio existencialista: el humor, soterrado, inherente, disfrazado o más o menos evidente, forma también parte de su mundo literario y lo utiliza para mostrar lo frívolo y estúpido que es el mundo. Porque, sobre todo, es un bufón que con sus patadas intelectuales desdeña y exhibe lo peor de lo que somos.

Milan Kundera juventud y vejez

Breve biografía de un huidizo

Nació en 1929 en Brno, en la antigua Checoslovaquia, hijo de un relativamente brillante músico y maestro. En los años 40, y ante la nueva situación política de su país, decidió afiliarse al Partido Comunista, del que fue expulsado en 1948 por “pensar por libre” y ser demasiado individualista. Sea lo que sea eso. Desde entonces, y sin la cobertura que daba formar parte del aparato del Estado, se ganó la vida como músico mientras estudiaba literatura y cine en Praga. Con la juventud todavía latente y la madurez a las puertas, entró y salió del Partido Comunista de nuevo; su última expulsión fue demasiado fuerte, en 1970, y le dejó tocado: sus obras fueron prohibidas. Enseñó cine en su país y escribió todo tipo de libros que mordían la yugular del sistema comunista. Ante tal situación decidió emigrar a Francia en 1975, donde encontró la estabilidad y el trabajo (profesor universitario en varios centros de prestigio). Y sobre todo, en los años 80, la gloria, en parte gracias a ‘La vida está en otra parte’, ‘La despedida’ y ‘La insoportable levedad del ser’ (adaptada al cine a finales de los 80).

A partir de ese momento llegaron múltiples premios en Francia, Italia, EEUU… y el odio de su país. En 1981 el régimen le arrancó de cuajo la ciudadanía checa, un gesto que él devolvería con el desprecio y distanciamiento completo y total de su país de origen. Algo que dura incluso a día de hoy. Fustigador impenitente de las incongruencias del comunismo, fue vilipendiado con el régimen soviético pero luego también con la llegada de la democracia entre acusaciones de haber sido un colaboracionista que llevó a la cárcel a la gente. Pero su memoria disidente no perdona y sigue siendo, a día de hoy, un espejo para entender cómo fue la cultura y la sociedad europea y eslava en el Este durante los años de la Guerra Fría.

Bibliografía

La broma (1967).

El libro de los amores ridículos (1968).

La vida está en otra parte (1972).

La despedida (1973).

El libro de la risa y el olvido (1979).

La insoportable levedad del ser (1984).

El arte de la novela (1986).

La inmortalidad (1988).

La lentitud (1995).

La identidad (1998).

La ignorancia (2000).

La fiesta de la insignificancia (septiembre de 2014, en español).