Uno de los mayores peligros contra nuestro mundo está bajo nuestros pies: el supervolcán oculto de Yellowstone.

Tanto mirar al cielo y resulta que el diablo verdadero que se nos podría llevar por delante está bajo nuestros pies. La frase “Desde abajo te devora” en referencia al demonio resulta que es tan literal como espectacular en el caso de un parque nacional tan legendario como Yellowstone, mil veces dibujado y exhibido en películas, series, libros y animación. La casa de Yogui resulta ser, además de un vergel de naturaleza, la tapadera para un supervolcán de dimensiones colosales que podría arrancar de cuajo una parte de EEUU y de paso cambiar el clima de todo el planeta.

Las saunas naturales, los geiseres y las emanaciones de azufre que salpican el parque no son una gracieta, son el síntoma de lo que habita bajo los pies; no es casual que el 50% de todos los geiseres del mundo estén allí, y es porque bajo la delgada superficie palpita uno de los mayores volcanes del mundo, no tan grande como las fisuras siberianas que provocaron una de las grandes extinciones masivas de la Historia hace millones de años, pero suficiente para alterar el clima y la fisionomía de buena parte de nuestro mundo.

Se le denomina supervolcán porque su erupción superaría en gran medida las registradas hasta ahora, desde el monte Santa Helena en EEUU al Pinatubo filipino o el Vesubio italiano. No hay constancia geológica de cómo se producen, pero el colapso es inmenso y el cráter no sería una elevación sino un derrumbe del propio suelo, a partir del cual se formaría lentamente uno nuevo por la acumulación de lava posterior. Ha habido otras erupciones así en la Historia geológica terrestre, pero no hay pistas de por dónde ni cómo podría producirse.

Diagrama de cómo se produce el supervolcán

A grandes rasgos el supervolcán de Yellowstone seguiría el proceso siguiente: primero se crearía una pluma caliente, grandes cantidades de material magmático que ascienden hasta fundir la roca de la superficie para crear una gran cámara sometida a terribles presiones; a continuación la cámara aumenta de tamaño, forzando a la superficie a abovedarse, creando grietas por las que escapan gases tóxicos y parte de la presión. Cuando esta cámara se vacía, la tierra que hay encima se derrumba expulsando a la atmósfera gran cantidad de rocas, cenizas y gases y formando una caldera gigante.

El problema, más que el proceso en sí, es la huella de este supervolcán. La huella del tiempo: hace unos 640.000 años que entró en erupción por última vez. Los registros geológicos determinan que llegó a lanzar material volcánico (piroplastos) hasta el Golfo de México, lo que supondría que podrían haber alcanzado una altura estratosférica antes de caer. Antes de esa última hubo otras, como la de hace dos millones de años, cuando la caldera tenía un tamaño similar al de toda la isla de Mallorca, por ejemplo. Ese gran terreno no desapareció, sino que fue rellenado por la naturaleza a posteriori con el paraíso de vida vegetal y animal que hoy conocemos.

 

Lago sulfuroso de origen volcánico en Yellowstone

Según los geólogos de EEUU la actual cámara que se forma bajo el suelo podría tener unos 72 km de diámetro, unos 50 km de profundidad y estaría a unos 10 km de profundidad a partir de la superficie actual del parque. Más síntomas: toda esa gran bolsa aumenta de tamaño muy deprisa, a unos 8 cm por año, lo que refleja una altísima inestabilidad.

La actual pluma, creen, podría abarcar una profundidad inmensamente mayor, superior incluso a los 600 km de profundidad, en la zona más infernal de nuestro planeta, donde el calor y las presiones son inimaginables. La amenaza es tan grande que desde los años 50 se estudia el fenómeno, y aunque no es muy conocido todos acuerdan que de producirse una nueva erupción sería en cualquier momento, si bien la presión aún no es tan grande. Eso sí, todos los estudios inciden en un punto: la pluma crece por ciclos temporales, y Yellowstone lleva mucho tiempo sin erupcionar.

 

Consecuencias si entra en erupción

Aparte de destruir todo Yellowstone y cubrirlo con capas y capas de lava, el supervolcán provocaría una cadena inicial de terremotos que asolarían todo el oeste de EEUU y Canadá, aparte de México. Los piroplastos de la explosión alcanzarían distancias inmensas de varios cientos de km, con lo que ciudades como Vancouver, St Louis, Houston, Los Ángeles o San Francisco podrían recibir un bombardeo de restos, algunos quizás del tamaño de una casa. La expulsión masiva de cenizas provocaría un invierno volcánico, similar al invierno nuclear que fue la pesadilla del mundo durante el siglo XX. Una espesa capa de ceniza y polvo ocultaría la luz solar, la vegetación y los animales moriría en gran medida y toda la economía mundial se resentiría. Eso sin contar con la bajada masiva de temperaturas que arruinaría cosechas y la vida diaria humana. Un ejemplo de cómo esto amenazó a nuestra propia especie fue la erupción del supervolcán Toba en Indonesia hace más de 70.000 años, cuando casi extingue a los homínidos de toda Asia y amenazó a las poblaciones que ya había en África, Oriente Medio y Europa.