México es una gigantesca batidora de talento que crece sin parar; no sólo es el mayor país hispanohablante del mundo sino que ocupa un lugar destacado en la nómina de grandísimos escritores. El último es Roberto Wong.

Roberto Wong apenas tiene 32 años, una minucia para un escritor, animal de largo recorrido y maratones que suele ser activo hasta el último suspiro. Lo mejor de un autor, dicen, suele llegar pasados los 50 años. Si es que llega. De momento Wong es un producto mestizo típicamente mexicano: talentoso, condicionado por la particular naturaleza de su país (lo que incluye la violencia política y mafiosa) y que encara el siglo XXI como algo propio. América Latina crece sin parar, tenga o no vaivenes económicos, y Wong es un producto típico de este mundo. Ganó un premio, el Dos Passos, de la misma manera que todos los afortunados (o señalados) que lo hacen: enviando manuscritos como quien manda botellas en el mar con un mensaje de socorro para el talento.

Además Wong tiene en su haber una novela demoledora: ‘Paris DF’, ganadora en octubre pasado del I Premio Dos Passos a la novela inédita y publicada ahora por Galaxia Gutemberg. Un libro particular en el que se cuela ese México diario hiperviolento y esperanzado a un tiempo, habituado al rechinar de dientes y a no desistir que hace que los mexicanos sean duros entre los duros. ‘Paris DF’ narra el ansia de un joven mexicano, Arturo, harto de ese día a día virulento y castrante; sueña con ir a la “civilizada” Europa, y más concretamente a ese lugar más imaginario que real ya que es el París de la alta cultura. Pero no tiene dinero para pagarse los billetes, así que decide fusionar ese París aleatorio y caprichoso sobre el México DF real que tiene que soportar cada día.

La novela orbita en torno a ese mestizaje de dos ciudades entrelazadas para poder calmar las ansias del joven hastiado que despierta al vivir un tiroteo en una farmacia. Es la chispa que le activa la mente. Vive una realidad imaginaria pero que para él es más real y más feliz que la que se supone habita. Es una novela de escapismo consecuente donde la ciudad es el escenario perfecto para los anhelos de toda una generación y de una sociedad que está más que harta del narco, del gobierno y de la oligarquía nacional que les mangonea desde el nacimiento (imperfecto) de México. Ya decía Hegel que América Latina tenía un gran potencial pero que había heredado todos los vicios españoles y que eso condicionaría su futuro.

Paris DF - Roberto Wong

Pero el México real y diario se cuela en la novela en todo su poder. La literatura es la herramienta perfecta para narrar la realidad, mucho más cuando se trata de una vida continua de dolor y corrupción. Porque es imposible explicar DF, y el país por extensión, sin esa combinación brutal de corrupción, crimen y poder que aturulla y destroza el inmenso potencial social, económico y cultural de México. Wong convierte la ciudad en un personaje, y por partida doble, ya que hablamos de una superposición ingeniosa de dos urbes distantes, distópicas (el México DF que debería ser frente al París que fue y no volverá a ser salvo que Francia se dé la vuelta como un calcetín), diferentes. Esa idea le valió ganar un premio al que muchos optaron y que terminó en manos de este joven mexicano muy consciente de su realidad.

Tiene gracia que ganara un premio llamado Dos Passos, el mítico autor norteamericano de ‘Manhattan Transfer’ y que es un claro ejemplo de cómo la ciudad es el mejor personaje imaginable. Son legión los autores que han convertido las urbes en escenarios y personajes a un tiempo, además del citado Dos Passos. Basta recordar a Italo Calvino, Charles Dickens o James Elroy y su ‘L.A. Confidential’. A fin de cuentas la cultura y la vida se desarrollan siempre en urbes. El ser humano es urbanita por naturaleza, siempre ha tendido a crear ciudades y a vivir en ellas.

Roberto Wong se revela ahora como una de esas voces urbanas que tanto necesita la literatura en español, que América Latina genera como si fueran churros en una freidora mientras España languidece por el peso de lo oficial, las vacas sagradas y la falta de perspectivas económicas en un país que no lee y sólo publica a los tótems mientras el resto de talento pasa inadvertido. Wong gestiona un blog literario en México y es un experimentado conocedor de ese mundo y de su país, una combinación que le llevaron a sentarse a escribir después de ser ávido lector. A partir de ahora depende de las agencias literarias (Dos Passos es la que organiza el premio y la que ahora lleva al mexicano) y de las editoriales sacarle brillo a un escritor iniciático capaz de fusionar dos mundos tan dispares como DF y París.