Después del éxito de las adaptaciones de ‘Daredevil’, ‘Jessica Jones’ y ‘Luke Cage’ por Netflix, y de patinar con ‘Iron Fist’, Netflix y Marvel han decidido dar un paso más y hacer converger a los cuatro personajes de igual forma que se hizo en el cómic años atrás. ‘The Defenders’ ya se estrenó en Netflix y las reacciones van por todos lados, y no diremos nada, sólo presentamos la serie para los que quieran verla.

La ficción de Marvel y Netflix está protagonizada por Charlie Cox, Krysten Ritter, Mike Colter y Finn Jones, es decir, Daredevil (un abogado ciego que emula a Batman a su manera como justiciero), Jessica Jones (una superheroína con poderes que sufre trastorno por estrés postraumático), Luke Cage (resultado de un experimento científico que ha hecho su piel indestructible y con una fuerza sobrehumana), e Iron Fist (multimillonario, otro guiño propio de Batman, experto en artes marciales y que es de los pocos que pueden arrearle un buen directo a Cage). Son los cuatro miembros del grupo The Defenders, un crossover de cuatro de sus personajes históricos de los 70, 80, 90 y principios del actual siglo, y que llegan a la plataforma de streaming, con trailer incluido.

‘The Defenders’ narra la unión entre los cuatro héroes de Marvel y Netflix para acabar con una némesis organizada interpretada por Sigourney Weaver. Se ven obligados a colaborar juntos para combatir el crimen en la ciudad de Nueva York que representa el Clan de La Mano. Weaver (Alien) es la villana principal de la serie que cuenta con actores que repiten su rol en esta nueva serie de Marvel. Es el caso de los personajes de Daredevil: Charlie Cox, Deborah Ann Woll, Elden Henson y Scott Glenn; los miembros de Jessica Jones: Krysten Ritter y Eka Darville; los actores de Luke Cage: Mike Colter y Simone Missick; y el protagonista de Iron Fist. Pero ahora vamos a fijarnos en las que son, probablemente, dos de las mejores adaptaciones, Luke y Jessica, que además son pareja en cómic y en pantalla según las trazas creadas por la Marvel.

La realidad es que la serie es corta, y aunque ha hecho migas con los fans de las series anteriores que convergen en la nueva, lo cierto es que no ha tenido tan buena recepción entre otros. Supuestamente adolece de lentitud, de cierta ampulosidad y se retrasa precisamente lo que importa, la conexión entre los cuatro protagonistas. Es el crossover típico del mundo del cómic, pero elevado un grado más. Son, además, profundamente tristes y oscuros, como si el “Síndrome Batman” se hubiera expandido también a los héroes urbanos de Marvel, dispuestos a convertirlos en parte misma de la ciudad. Apenas hay rastro de la parafernalia clásica de trajes y postureo (gracias por eso), es una apuesta por reconstruir el heroísmo de cómic sobre pantalla, algo que ya hicieron en las series anteriores que han llevado a este punto.

El problema es que si no has visto las anteriores series, o bien directamente no conoces la historia original en los cómics, es complicado poder llegar lejos con las continuas referencias cruzadas que hay. El circo de secundarios es probablemente un buen acicate para descargar las series de cada personaje, pero también una de las cosas que podrían fallar: céntrense en ellos cuatro, especialmente en la carga psicologica de Daredevil, en la rebelión continua de Jessica Jones o incluso en el aire fresco de barrio que supone la figura de Luke Cage. Iron Fist… bueno. Ya para los fans. Pero, como siempre, una vez más, que decidan los espectadores y que disfruten de una de las producciones de Netflix que intentan crear un universo paralelo para tener un fondo de armario propio. Y si no, echen mano del malo malísimo, Miss Weaver.

 

Luke Cage: de Harlem a éxito de la Marvel

Cuando Netflix comunicó que la avalancha de peticiones de descarga de la primera temporada de ‘Luke Cage’ había roto su sistema informático de almacenamiento daba a entender el grado de éxito de la apuesta. Frases como “Creo que la sociedad está preparada para ver un héroe negro inmune a las balas” en pleno síndrome de bajas civiles negras a manos de la policía en EEUU también mandaba un poderoso mensaje: la sociedad cambia, los gustos también, y ver a un chico negro de Harlem ser inmune a puñetazos, balas y cuchillos y con una fuerza sobrehumana ya no es una supuesta conspiración contra los blancos. O puede que sí, porque las pocas críticas negativas que ha recibido han venido incluso por una supuesta discriminación de los blancos en la serie. Si tenemos en cuenta el dominio absoluto de la población blanca en la generación de contenidos en cómic, cine y TV quizás se puedan ver las cosas como un reajuste positivo. No todos los clientes de Netflix son afroamericanos, y menos en el resto del mundo, por lo que es de entender que el producto es bueno independientemente de los colores de la piel.

En realidad el héroe de Harlem, su guardián contra el crimen es producto de tres puntos clave de Marvel. El primero, la necesidad, a principios de los 70, de darle una vuelta de tuerca a su línea de producción después de que en los 50 y 60 naciera el eje central de su catálogo con Stan Lee y compañía. La segunda, que Marvel quería diversificar esos contenidos para atrapar a lectores afroamericanos y no quedarse atrás en los cambios sociales que vivía el país. Y el tercero, la avaricia de la compañía, que necesitaba mantener el ritmo de beneficios en su competición con otras editoriales. Así fue cómo apareció ‘Luke Cage, Hero for Hire’ en junio de 1972 con una estética muy de la época: un afroamericano de camiseta amarilla ajustada, cinta en el pelo, estética del blaxpoitation y siniestras referencias al esclavismo (cadena alrededor de la cintura y lo que parecen grilletes en las muñecas). Los creadores eran Archie Goodwin, John Romita y George Tuska.

De izquierda a derecha: Luke Cage (Mike Colter), Daredevil (Charlie Cox), Jessica Jones (Krysten Ritter) e Iron Fist (Finn Jones)

Netflix sumó, en Harlem, afroamericanos, hip-hop, algo de R&B, el escenario urbano, un poco de género negro, crimen organizado, mensaje de civismo neoyorquino y un planteamiento que se distancia, y mucho, del cómic en pantalla habitual. Nadie va a encontrar capas, mallas, un despliegue apabullante de efectos especiales… ni rastro del estilo “Vengadores”. Más bien todo lo contrario: el tono es más cinematográfico y pegado al thriller urbano. Toda la serie es además un elaborado spin-off de ‘Jessica Jones’ (donde Mike Colter, que da vida a Cage, ya aparecía de forma esporádica), y que culmina la “tetralogía” de adaptaciones (por ahora) de Netflix, que empezó con ‘Daredevil’, siguió con ‘Jessica Jones’, luego con ‘Luke Cage’ e ‘Iron Fist’. A Colter le acompañan en el reparto Mahershala Ali (Cornell ‘Cottonmouth’ Stokes), Rosario Dawson (Claire Temple), Simone Missick (Misty Knight), Theo Rossi (Álvarez) y Alfred Woodward (Mariah Dillard).

La banda sonora es de gran calidad, con un toque retro en la presentación que recuerda de fondo al cine ochentero, a la vida del gueto… y al cómic. Las referencias encubiertas (los famosos “easter eggs”) al origen Marvel son continuos, desde la camiseta amarilla a la estética de algunos personajes secundarios (Misty Knight, por ejemplo), incluso los grilletes y la cinta metálica de la cabeza cuando Cage sale del experimento fallido. Su origen se narra en el primer episodio: era un antiguo policía acusado injustamente de un crimen que termina en la prisión de Seagate, donde es maltratado por otros presos bajo órdenes de policías que quieren acabar con él. Tras una de las palizas termina en un experimento a cargo de la doctora Reva Connors para intentar salvarle, que sale muy mal porque uno de los policías intenta matarle. El resultado es el nacimiento del héroe, que volverá a Nueva York para vengarse y reconstruir su vida.

Marvel’s Luke Cage

Jessica Jones: el mejor personaje de todos es la heroína torturada

Vamos a sintetizar: Jessica Jones es una superheroína sin máscara ni trajes ni postureos nocturnos en azoteas. Es sincera, arisca, pasiva-agresiva, hace lo que quiere y cuando quiere, y arrastra consigo razones para haber “colgado” el traje y optar por ser detective privado en la gran ciudad. De vez en cuando, porque no podemos traicionar a nuestra naturaleza, Jones hace uso de sus poderes (ya algo oxidados) para resolver algunos casos. Personaje desconocido para muchos lectores de cómic, en realidad tiene su origen en el arranque del presente siglo en la nueva ola de la Marvel y ya en su momento fue de rompe y rasga. Más todavía que se ha hecho carne y serie de TV en Netflix en la piel de la actriz Krysten Ritter. Una mujer liberada de la carga de sumisión y paternalismo que aquejó al cómic americano durante décadas y que todavía hoy arrastra muchos deberes en su haber. No es una industria femenina, ni feminista, pero de vez en cuando reajusta su universo particular gracias a personajes como Jessica Jones, de sexualidad abierta y pocas ganas de ser tradicional.

Gracias a eso, y a los estupendos creadores que tuvo, Brian Michael Bendis (guionista y en parte responsable de resucitar Daredevil) y Michael Gaydos (dibujo), se convirtió en uno de los mejores personajes del cómic. Su vida en Netflix en pantalla es también muy importante por el tipo de adaptación que se ha hecho: liberada de cargas y con toda la mala baba posible. Querían ser tan originales como la creación primera y lo han conseguido, recibiendo muy buenas críticas en EEUU y Europa. Marvel se quita así parte del legado de machismo soterrado de sus creaciones y abre puertas a un personaje que parece sacado de las películas y novelas de serie negra. Pero es que desde el principio fue diferente. Vayamos al origen para entender a Jessica Jones. Para empezar fue un encargo liberado de lastres.

Krysten Ritter

En las primeras páginas de su debut en la serie ‘Alias’ (2002) se encargó de romper el tabú de los insultos en el cómic, una guillotina más que presente en el mundo anglosajón, donde una blasfemia en público pesa mucho más que en la sociedad española. Dijo el primer “joder” (fuck en inglés) sin censura. Fue una presentación donde los jefes de la Marvel miraban para otro lado para que Bendis y Gaydos dieran rienda suelta a la vitriólica Jones. Querían un nuevo tipo de cómic, y lo consiguieron: una superheroína caída en desgracia que se gana la vida como detective con casos estrafalarios donde recorría buena parte del universo Marvel anterior. Metacomic, que dirían algunos.

Era mucho más: casi un juicio psicoterapéutico al propio mundo del cómic. Marvel apostó y ganó. El cómic jamás fue cosa de niños, ni siquiera cuando éstos eran sus lectores fundamentales. En el nuevo siglo los jóvenes y adultos eran los que alimentaban la maquinaria. Para ellos se hizo Jessica Jones, conectada con buena parte del universo Marvel para darle juego: aparecen en su serie de cómic Daredevil, Spiderman, Ant Man y Miss Marvel, incluso Captain America apareció en uno de los episodios. Jones era el embudo de la Marvel, hasta el punto de que se emparentó con Los Vengadores, ya en una etapa madura en la que Jones no era aquella chica atormentada y virulenta que encandiló al público. Pero ya es parte de la Historia del cómic.

En ‘Jessica Jones’ (desarrollada por Melissa Rosenberg) la asociación entre el cómic y el formato serie es incluso más impactante que el matrimonio con el cine. El trasfondo siempre es oscuro, más cerca de la novela negra que del cine de aventuras para mentes pueriles. En realidad los productores han optado por “madurar” los personajes e incrustarlos en universos retorcidos para darle la misma fuerza que tuvo el Batman de Christopher Nolan. Jessica Jones es expuesta en pantalla desde un prisma muy diferente al habitual: frente al clásico superhéroe ella sólo quiere sobrevivir a su pasado y al día a día. No ejerce ese papel que clamaba Nolan en ‘El Caballero Oscuro’, un “guardián de la ciudad”, como un ángel de la guardia. Jones no tiene alas, están rotas y camina por el mundo como cualquiera de nosotros.