Mañana arranca el colofón de muchos años de trabajo del Museo del Prado, la recuperación de ‘El Gran Calvario de El Escorial’, y apuesta por una exposición centrada en Rogier van der Weyden, maestro de la escuela flamenca.
Imágenes: Museo del Prado
Del 24 de marzo al 28 de junio El Prado expondrá lo mejor que tiene de uno de los grandes maestros de la cultura flamenco-holandesa. Actualmente está culminada la restauración de este gran cuadro en los talleres del Museo del Prado como parte de una colaboración institucional entre el Museo y Patrimonio Nacional. La exposición permitirá ver ‘El Calvario’, ‘El Descendimiento de la Cruz’ y ‘La Virgen Durán’ juntas, con otras obras del pintor que ya estuvieron en España, cómo el ‘Tríptico de Miraflores’, hoy en día en el Museo de Berlín.
Asimismo, con motivo de la exposición se celebrará un simposio los días 5 y 6 de mayo en donde se abordarán diversas cuestiones relacionadas con la muestra. Especialistas de todo el mundo analizarán aspectos fundamentales de la creación artística del maestro flamenco y su círculo, así como cuestiones derivadas de los estudios técnicos de algunas de sus obras y otros temas fundamentales en torno a la gran influencia posterior que tuvo su arte en España. Especial atención se dedicará al el proceso de restauración de El Calvario, una de sus piezas más emblemáticas.
Tríptico de Miraflores
Como su coetáneo Jan van Eyck, otro de los monstruos de la escuela flamenca, Van der Weyden descubrió que su talento daba para mucho más que reproducir el mundo natural; podía reinterpretarlo y proyectar una nueva forma de expresión pictórica. Le tocó vivir una época de cambios, el Renacimiento que en el norte de Europa se mantuvo atada al goticismo tardío pero que, poco a poco, logró captar las revoluciones que se hacían en Italia. Así, Van der Weyden usó la geometría y la proyección de volúmenes a partir de esas mismas geometría para seducir al espectador.
Precisamente es en cuadros como ‘El Calvario’ donde se puede ver esa falsa tridimensionalidad, sobre todo después de haber sido limpiado. Su otra gran arma artística fue el fulgurante color, el uso que le daba y las técnicas que utilizaba para generar las pigmentaciones. Podía representar cualquier cosa con gran realismo, pero cuando le convenía ignoraba la lógica del espacio y la escala, o desdibujaba la diferencia entre realidad y escultura.
Nacido en Tournai hacia 1399, Rogier murió en Bruselas en 1464. Pintor oficial de esta última ciudad, trabajó también para los duques de Borgoña. Según su amigo el cardenal Jouffroy, sus cuadros “engalanaron las cortes de todos los reyes”. En 1445 Juan II de Castilla donó a la cartuja de Miraflores un tríptico pintado por él. Las que fueron en su tiempo sus obras más conocidas, cuatro enormes tablas alegóricas de la Justicia para el Ayuntamiento de Bruselas, se destruyeron en 1695. Otros grandes cuadros de su mano, como el Descendimiento, la Virgen Durán y el Calvario, se exportaron a España.
Otras de sus grandes cimas son el Tríptico de los Siete Sacramentos, en el que las figuras, vestidas a la moda de la época, ocupan el espacio de una iglesia igualmente contemporánea. Sobre ellas se alza una cruz tan alta que roza la bóveda de la nave central y en la que hay un Cristo de enormes proporciones. De tamaños muy distintos, ninguno de los demás personajes del tríptico guarda la escala del edificio.
Restauración de ‘El Calvario’: estado original, primera fase tras quitar los repintes posteriores, y finalmente ya limpio
‘El Descendimiento’