El actor Manuel Fernández se mete en la piel del que fue uno de los máximos exponentes del realismo sucio literario, Charles Bukowski, para repasar en primera persona la peculiar literatura e ideas de este gran escritor que vivió colgado de su propio mito.
Miguel Morillo, acompañado por el melódico saxo de Miguel Robles y el actor Manuel Fernández Nieves, da vida a este Bukowski “re-versionado”, que tomará la palabra una vez más en el teatro El Montacargas de Madrid este sábado (22.00 horas, 45 minutos, 10 euros) en una única función nocturna que tendrá prolongación más adelante, los días 7, 14, 21 y 28 de junio a las 21.00 horas según la web de este pequeño pero polivalente teatro madrileño, plataforma para el teatro alternativo.
‘Yo, Bukowski’ es una lectura-Espectáculo para un actor y un músico entorno a la vida y obra del escritor norteamericano Charles Bukowski. Los conflictos del autor con la sociedad de su tiempo, muy puritana, consigo mismo y con todo lo humano en general, esos rasgos de sana misantropía que conforman una mente útil. Morillo crea una estructura textual rápida, crítica con el autor y con su tiempo, con todo en general, que quiere sorprender al espectador y cuestionar muchas de las cosas que ya hiciera Bukowski en su obra y que todos creemos inalterables en la sociedad humana.
Charles Bukowski (1920-1994) fue uno de los autores más interesantes del siglo XX. Su talento dio para mucho: novelas, relatos, poemas y la paternidad del realismo sucio, ese estilo consistente en mostrar siempre la cara más descompensada, amarga y visceral de la realidad. Tan adorado como odiado, Bukowski fue uno de los grandes de la posguerra, nacido en Europa como ciudadano alemán pero emigrado a la fuerza, como toda una generación perdida para siempre para el Viejo Mundo pero que el Nuevo supo acoger. No fue un miembro de la Generación Beat, como creen incluso muchos lectores, fue más bien Bukowski, tan personal como intransferible.
Pasó la mayor parte de su vida en Los Ángeles, lo que le influyó notablemente. No hay ciudad donde tenga más sentido el realismo sucio que en ese enorme valle que todos llaman ciudad sin serlo. Fue allí donde escribió su larga cincuentena de novelas, centenares de poemas, cuentos y artículos. Fue un espejo deformante de la normalidad, como cuando Alicia pasa al otro lado del espejo. Le imitaron, le criticaron y le volvieron a copiar, una y otra vez. Casi no ha habido escritor posterior que no le haya imitado alguna vez. Se le acusó de efectista, de esteticista sin sentido, machacado por lo oficial pero reverenciado por el underground, hasta el punto de que hoy es la vara de medir de todo escritor joven con ganas de destacar sin darse cuenta de que sólo imita a Bukowski.