El primer aviso de que está ahí fue el pasado 13 de enero, una gigantesca erupción solar de nuestra estrella vital, que será monitorizada por la Inteligencia Artificial y no perderla de vista nunca.

El pasado 13 de enero el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA (SDO), dedicado en exclusiva a monitorizar cada detalle para prevenir erupciones solares y alteraciones magnéticas que afecten a la Tierra, avisó de que el Sol acababa de iniciar su particular año con una nueva erupción que, en principio, no iba a afectar a los sistemas electrónicos terrestres. Fue de la clase M5.6, una escala menor de llamarada donde la parte alta está en la X. Es decir, un 10% del total de potencia que podría lanzarnos el Sol, que nos da la vida pero también nos la puede quitar como un dios pagano caprichoso. La escala de erupciones solares no es aritmética: el nivel 2 es el doble que el 1, y el 3 el triple, lo que da cierta idea del “ladrido” que ha liberado el Sol.

Una llamarada solar es la liberación de energía magnética acumulada en la atmósfera del Sol y que cuando llega a su cima es expulsada al espacio. Es decir, no expulsan material sino sólo energía. Suelen producirse cerca de las manchas solares. Son difíciles de predecir y sus ciclos son aparentemente aleatorios: desde varias en un solo día a espaciarse durante semanas, y su potencia varía también. No son lo mismo que las Eyecciones Solares desde la corona solar (CME), una liberación de energía y materia que adquieren esa particular forma de loop ya que la gravedad solar es tan poderosa que muchas veces retiene gigantescas expulsiones cuyo tamaño son varias veces más grandes que la Tierra.

En ambos casos son un problema inmenso para la Humanidad, que ha visto su historia cultural y biológica (igual que el resto de la vida en la Tierra) alterada por los ciclos solares. Por eso se creó el SDO, para monitorizar a la estrella y así poder concretar, preveer y actuar en consecuencia. Igual que hay avisos de tormenta la NASA se ha propuesto entender mejor el Sol y saber cuándo se puede convertir en un problema. E intentar actuar en consecuencia. Muchas agencias espaciales hacen lo mismo, porque entender el Sol también supone entender el resto de estrellas y las claves de lo que ocurre en su interior, la fusión o creación de materia nueva, una puerta hacia la energía perpetua que tanto ansía la Humanidad.

 

Quizás por eso se investiga sin descanso y algunos grupos de científicos, como el que creó la Universidad de Stanford, diseñan nuevos sistemas y métodos de gestión para controlar y monitorizar el Sol. Por ejemplo en Stanford con IA (Inteligencia Artificial) para prever las llamaradas solares, de tal manera que se pueda automatizar su análisis y así ganar tiempo de estudio y respuesta. Lo hacen en sociedad con el SDO, su principal objetivo. Si es que se puede responder a un lanzamiento masivo de energía solar. Cada llamarada concentra energía suficiente para emular varias bombas atómicas al mismo tiempo, y son capaces de anular todos los satélites de comunicaciones y fundirle los plomos a todo el sistema eléctrico. Actúan como un gigantesco pulso electromagnético. Y eso es un peligro real a pesar de que la Tierra está a una distancia considerable (150 millones de km).

Cuanto más sepamos del Sol mejor nos irá. Eso es obvio. De momento los astrónomos han sido capaces de entender los ciclos largos de la estrella: duran once años; cada uno de ellos es un valle entre fases de hiperactividad magnética del Sol en los que se liberan la mayoría de las llamaradas solares. El grupo de Stanford ha logrado perfeccionar con IA el sistema del SDO, compuesto por varios satélites y observatorios terrestres que están permanentemente analizando el Sol en todos sus espectros. Eso supone una marea de información que no se detiene nunca: 1,5 teras de datos al día, más de 1.400 gigas cada 24 horas que deben ser analizados. De estar en manos humanas se necesitarían miles de personas, por lo que son las máquinas las que hacen ese trabajo a partir de parámetros preestablecidos. Pero la IA permite ir un poco más y ahorrar aún más tiempo ya que la propia máquina “actúa en consecuencia” a partir de sus propios modelos lógicos. Y todo con algoritmos, ese truco matemático que puede automatizar cualquier cosa.

El objetivo final es descubrir los patrones internos magnéticos del Sol, predecir mejor su comportamiento y así incluso adaptar a la Humanidad a sus ciclos, ajustar las categorías de catalogación de las llamaradas solares, de las CME y del propio modus vivendi del Sol, que hasta hace bien poco era una caja de Pandora sin explicación.

Visión por filtro de actividad solar, con llamaradas y CME