No hay mito ochentero que no esté en peligro de ser vampirizado por Hollywood. Todavía resisten los Goonies, en parte porque los actores originales no quieren saber nada del tema, especialmente porque muchos rehicieron sus vidas al margen del cine. Pero cuando la industria toca en la puerta… ahora serán los Gremlins los que aspiren al tercer salto.

Es algo que nadie oculta. Los estudios, contaba Steven Soderbergh como explicación para su retirada parcial del cine (aunque luego ha vuelto), nunca apuestan por ideas originales sino por sagas, franquicias o productos que puedan explotar a la enésima potencia y hacer caja segura. Y para eso nada mejor que tres términos clave: remake (literalmente rehacer un filme), reboot (relanzar una película cambiando algunos detalles para hacerla más atractiva) y secuela (exprimir al máximo algo que ya ha tenido éxito). ¿Para qué ser original cuando en el almacén tienes todo lo que necesitas y además puedes adaptar algún cómic que todavía no haya caído en manos de Disney, Warner Bros o Sony?

Y los años 80 son propicios para sacar petróleo. Los que entonces eran niños o adolescentes tienen ahora entre 35 y 45, la edad perfecta para la nostalgia comercial. La cual, por cierto, es contagiosa: como ha demostrado la serie ‘Strange Things’, la generación siguiente, la de los 90, también consumió ese legado de cine y televisión y está dispuesta, por debajo de los 30 años, a consumir lo que le echen con ese regusto extraño, entre frívolo e infantil, de una década optimista donde todo parecía posible y aún no había esa sensación de pesimismo nihilista que marcó los 90. Uno de esos mitos cinematográficos son los Gremlins, una creación de Chris Columbus a pachas con Seth Grahame-Smith (productor) y que tuvo incluso el espaldarazo de Steven Spielberg en su momento.

En 2016 el Grahame-Smith habló públicamente de que se trabajaba ya en otra entrega, en la que Columbus ejercería de padrino y director, esforzándose en no edulcorar la película original. De hecho estaría involucrado para “proteger el espíritu original”, entre gótico y festivo que fue la clave para que un filme de 1984 que tenía escenas muy adultas terminara siendo un mito juvenil en los 80. Es más, lo que pretenden es que sea incluso más adulta, enfocándose precisamente en esos nostálgicos que recuerdan algunas escenas como tesoros de infancia (como cuando meten a uno de ellos en el microondas, la ballesta, la nevada, la anciana de la silla automática…). Fuera se habría quedado el director original, Joe Dante, que supo darle ese aire macabro responsable en parte del éxito en la misma década en la que ‘Historias de la Cripta’ causaba furor entre el público.

Columbus quiere ejercer de Joe Dante: ya tiene lista la historia del filme, con giros mucho más oscuros tal y como lo comentó al medio Slash Film; “Estoy muy orgulloso del guión, es tan retorcido y oscuro como cualquier cosa”, quizás una forma de antídoto contra la segunda parte de esta mini saga, que quedó como un vano intento de humor negro que no dejó contento a nadie. Tampoco a Columbus, que hará de director y productor y tiene en mente incluso el posible sacrificio del gremlin “adorable” como un muñeco de peluche, el mogwai Gizmo, el verdadero problema porque es de él de donde salen “los otros”. Por ahora sólo son suposiciones y está en plena fase de recaudación de apoyos y presupuesto, la parte más complicada del negocio del cine.

Un rodaje con pinzas y tres reglas que nadie cumplía

Sólo había tres reglas a cumplir, muy básicas, pero que evidentemente no se cumplieron: no darles de comer después de medianoche, no mojarles y que no les dé la luz del Sol. El incumplimiento sistemático de alguna, o las tres, fue el detonante de la película original y la secuela, la primera con el pueblo de los protagonistas como escenario, la segunda en un rascacielos de Nueva York. Cuando se hizo la película original se pensaba en clave de ahorro: se rodó en el mismo set que ‘Regreso al futuro’, y es más, algunos edificios corresponden, aunque decidieron cubrirlos de nieve para disimular. El guión además tuvo cambios para evitar asustar demasiado: en el primero la madre de Billy, el chico protagonista principal, era asesinada por decapitación por los gremlins después de comerse al perro, que en la segunda versión sobrevivía.

Uno de los que metió mato en el texto fue Spielberg, al que se le ocurrió algo interesante: Gizmo iba a ser el malvado monstruito de apenas medio metro cuando se incumplieran las reglas, pero al director se le ocurrió que mejor salieran de su cuerpo y así crear un contrapeso entre buenos y malos que ayudara al público (en su mayoría gente joven) a conectar con la historia. Además decidieron crear los monstruos a partir de títeres y con ingeniería artesanal; fueron creadas ex profeso y la productora decidió asegurarlas por su gran valor, ya que nunca antes se había hecho nada semejante.

Steven Spielberg y Joe Dante durante el rodaje de ‘Gremlins’