Ya sabíamos que el cuervo es uno de los animales más inteligentes, con un cerebro grande para su tamaño y una capacidad adaptativa muy desarrollada, capaces incluso de usar herramientas. Pero hay más: ahora también aprenden de la muerte y realizan rituales.

Imaginen que ven esta escena: una bandada de cuervos reunidos alrededor de otro cuervo muerto, a veces pausados, otras alarmados y graznando. Ahora imaginen un experimento: comida en el suelo, cuervos que acuden a dar buena cuenta de la mezcla de frutos secos y un humano que deja un cuervo disecado en medio. La idea de los investigadores de la Universidad de Washington (en Seattle), Marzluff y Swift, publicado en la revista Animal Behaviour, era esclarecer si realmente un ejemplar muerto hace reaccionar al resto de miembros del grupo. Saber por qué luego se reúnen en bandada a su alrededor.

El experimento habituó a los cuervos a acudir a una hora concreta a por comida, y luego dejaban el cuervo muerto. Resultado: los cuervos solían atacar a los que portaban el cadáver de su especie, pero si se trataba de otra (como una paloma) se acercaban, reconocían la diferencia y le dejaban en paz. Si no llevaba cadáver los cuervos ni se preocupaban y esperaban a que no hubiera humanos para comer. Se dieron cuenta, además, de que los cuervos aprendieron a reconocer a los voluntarios, por lo que se ponían máscaras y así confundirlos un poco más. Vieron que los pájaros atacaban más si reconocían los rostros de los humanos, menos si no lo hacían.

cuervo

Al final vieron un dato experimental claro: los cuervos no querían comer si había un cadáver de los suyos cerca de la comida. Si había una paloma, les daba igual. Dedujeron entonces que en realidad los cuervos se ponían en alerta cuando reconocían a uno de los suyos muerto, y que se reunían para controlar la situación y reunir información para poder aprender. Sobre hasta qué punto aprenden de verdad o cómo relacionan la muerte con el peligro que podría existir en la zona es todavía un misterio. El acto de graznar furioso podría ser una llamada de alerta al resto de miembros del grupo o de la zona para alertarles de peligro. Conclusión: la complejidad cognitiva no es exclusividad de humanos, primates y delfines. Los cuervos también aprenden. En grupo además.

La inteligencia del pájaro negro

Un experimento tras otro el corvis o cuervo común demuestra que su inteligencia no sólo es mayor de la que se creía, sino que puede progresar y adaptarse. Sin lugar a dudas George R. R. Martin eligió bien el animal que es casi un emblema de la saga ‘Canción de Hielo y Fuego’ de la que saldría ‘Juego de Tronos’. Concretamente debió pensar en los cuervos de Nueva Caledonia, especialmente adaptados a explotar los recursos al máximo. Un experimento de 2014 de un equipo de biólogos de la Universidad de Auckland, con la investigadora Sarah Jelbert a la cabeza, demostró que tienen una inteligencia adaptativa capaz de solucionar problemas prácticos para conseguir premios. Y sobre todo, son los únicos junto con los primates capaces de fabricar o usar herramientas.

Según Jelbert, que firma el trabajo en la revista PLos ONE, los cuervos de Nueva Caledonia tienen una capacidad de comprensión y adaptación similar a la de un niño de unos 5 años de edad. El gran salto adelante de toda inteligencia es, más allá de sus capacidades biológicas o fisiológicas, ser capaz de establecer lazos de causa-efecto en la realidad y aprovecharse de ellas. Por ejemplo para conseguir comida o agua. Es uno de los rasgos clave de nuestra especie, pero hasta ahora, y salvo en determinado tipo de monos, no se había visto semejante comportamiento. Por ejemplo los macacos del Japón, que aprendieron a usar las aguas termales en invierno para combatir el frío y lavarse al ver a un humano hacerlo.

Fotografía del experimento

La prueba de Jelbert y su equipo fue sencilla: usaron un sistema para conseguir recompensa con un cuervo consistente en imitar la historia antigua, por la que hay que depositar piedras en un tubo con agua para elevar por flotación lo que se busca en realidad. El experimento se componía de seis tareas similares en las que había que usar el agua como herramienta indirecta para conseguir la recompensa: los cuervos lograron completar 4 de 6. Y lo que es más importante: aprendieron a hacerlo en muy poco tiempo. Hay que destacar que los seis cuervos no habían recibido ningún tipo de aprendizaje de los humanos, eran aves que vivían en libertad y capturadas para los experimentos y luego liberadas.

Entre las pruebas destacó una que permitió descubrir la compresión del cuervo sobre la naturaleza de los materiales para conseguir un fin. Aunque suene mentira es realidad: eligieron tirar piedras dentro de un tubo con agua en lugar de uno con arena para que ascendiera por flotación la recompensa; también eligieron objetos pesados que se hundían, no los que flotaban y así lograr elevar el nivel de agua, y, lo más interesante y fascinante, supieron elegir el tubo con mayor nivel de agua para tardar menos tiempo. Es decir, que también los cuervos son capaces de determinar volúmenes y la diferencia entre ellos: a más agua, más facilidad para conseguir el premio.

Cabe preguntarse entonces cuáles no fueron capaces de hacer. El primero de los fracasos tuvo que ver con la anchura del tubo, no fueron capaces de entender la escala de tamaños entre apertura y objeto (es decir, intentaron varias veces meter dentro objetos demasiado grandes para el tubo), y otro más complejo, desplazar en forma de U un objeto para llegar al premio. Aún así, este nivel de inteligencia y comprensión con el entorno rivaliza con los niños humanos más pequeños de entre 4 y 6 años. Sólo fallaron cuando el experimento les exigió dar un salto en el vacío: actuar contra la propia lógica de la causa-efecto. Aún así, impresionante.