La última teoría sobre por qué sucumbieron los Neandertales, una de las más exitosas evoluciones de entre los homínidos, nuestros primos-hermanos biológicos, apunta hacia una erupción volcánica cataclísmica de hace 40.000 años que lo cambió todo.

La relación íntima entre actividad volcánica y cambio climático es bien conocida. Los volcanes son los responsables de al menos una extinción masiva y cómplice de otras dos. Pero también de ciclos de enfriamiento masivo temporal. Y ha sido así a lo largo de la Historia humana. Uno de los más famosos fue en 1816, cuando el hemisferio norte, directamente, se quedó sin verano por la erupción del Tambora en Indonesia y provocó una extensa hambruna y muertes indirectas en Europa. Anteriormente hay pruebas de esos “inviernos volcánicos” en el siglo VI, en 1452, en 1600, entre 1883 y 1887, veranos muy suaves e inviernos gélidos por culpa del Krakatoa y entre 1991 y 1993 por el Pinatubo de Filipinas.

Pero hubo otra más brutal. Fue hace 40.000 años en Italia, la erupción Ignimbrita Campana, quizás el más grande cataclismo volcánico sufrido por Europa junto con la explosión (literal) de Thera en el Egeo hace unos 4.000 años. Fue tal la cantidad de dióxido de azufre que expulsó hacia la estratosfera que pudo haber sido la puntilla final para los Neandertales, que ya estaban en decadencia. Su extinción sigue siendo un misterio, y durante décadas se han manejado muchas razones: competencia desigual por los recursos con los Homo sapiens, incluso una guerra de extinción contra ellos, cambio climático, enfermedades contra las que no tenían defensas biológicas…

Un estudio presentado este primer trimestre del año en la revista Geology por el investigador Benjamin A. Black ha intentado explicar un poco más de ese final trágico. Esta erupción masiva coincidió en el tiempo con su extinción final y no puede haber sido una casualidad. También está relacionada con la colonización final de los humanos modernos de Europa y Asia Central. Como consecuencia se creó un escenario donde los Neandertales pasaron de especie bien adaptada a ser los perdedores de la partida evolutiva. Su decadencia ya había empezado mucho antes, pero fue la gota que colmó el vaso. La clave está en la refrigeración volcánica.

Las erupciones provocan liberación de azufres y ácidos que terminan depositándose en la superficie. Es decir, que plantas y animales y toda la cadena trófica se contamina con altos niveles de estos tóxicos. En paralelo, además, la ceniza liberada en la estratosfera se expande y hace de “abrigo” para la Tierra, reflejando la luz solar y evitando que ésta llegue a la superficie. Como consecuencia se produce un “invierno volcánico” que provoca graves alteraciones de los ciclos vegetales y animales, así como una drástica caída de la temperatura y una alteración violenta del clima en ciclos de varios años.

Según el estudio del equipo dirigido por Black, la erupción no fue tan dramática para las zonas donde sobrevivían ya los Neandertales (oeste y suroeste de Europa), sino que provocó peores consecuencias en Europa del Este y Asia, donde menos presencia tenían. Sin embargo las olas de frío siguientes (que ya afectaron a todo el hemisferio) sí que golpearon de lleno a las pocas comunidades de la especie. Si nos atenemos al modelo climático desarrollado por Black y los suyos, en Europa Occidental la temperatura pudo haber descendido entre 2 y 4 grados sólo en el primer año después. Suficiente para iniciar una reacción en cadena que enfriaría la región hasta hacer nevar en pleno agosto, por ejemplo.

Los Neandertales puede que no lo soportaran a pesar de estar adaptados anatómicamente para la era glaciar. Según Black, los humanos modernos (Homo sapiens) estaban mejor preparados para poder enfrentarse a estos cambios bruscos a pesar de su anatomía relativamente más débil. La clave: la cultura técnica y social de los humanos modernos, mucho más flexible y precisa para adaptarse ante estos giros del destino geológico.

Los Neandertales, ni brutos ni idiotas

Aspecto primitivo, ligeramente encorvados, rostros que todavía conservan rasgos simiescos tan diferentes a los nuestros, un lenguaje gutural y extremadamente sencillo que recuerda al de un klingon enfurecido. Y eso si se acepta la idea de que tenían idioma. Se sobreentiende que tenían capacidad vocal, pero no si habían evolucionado a algo más que un par de gritos diferenciados. Y esa frente, esa enorme frente, el tórax mucho más fuerte y ancho que el nuestro… incluso su cráneo, más grande y de cerebro con más volumen.

Son los Neandertales, un primo lejano de la evolución del Homo Sapiens característico de Europa y que siempre ha pagado el pato de lo primitivo: incluso su nombre, elegido por ser la localidad germánica donde encontraron los primeros fósiles claros de su especie, es hoy sinónimo de alguien tonto y primitivo. Pues no: ni eran idiotas ni tan simples como nos podemos creer. Tenían tecnología propia, decoración y si no era suya la copiaban de esos tipos larguiruchos y enclenques que eran nuestros antepasados directos.

En los últimos años se han publicados diversos estudios españoles e internacionales en los que queda claro que tenían su propia tecnología estos homínidos que aparecieron en Europa hace 250.000 años cubriendo un área inmensa que iba desde Gibraltar a Uzbekistán. No sólo utilizaban el medio en su beneficio, primer síntoma de inteligencia, sino que tallaban la piedra, usaron el fuego sistemáticamente, se adornaban con plumas y elementos decorativos y enterraban a sus muertos. Mucho más humanos de lo que nos imaginamos. Desde España se demostró que los neandertales usaban palillos para calmar el dolor de la gingivitis, quizás uno de los casos más antiguos de aplicación médica del que se tiene noticia.

Utensilio de piedra y hueso usados por los neandertales para curtir la piel

Por otro lados, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y la Universidad de Leiden, en Países Bajos, han documentado el descubrimiento de herramientas de hueso talladas por los neandertales en dos yacimientos del sur de Francia que no fueron ocupadas por humanos a posteriori. Su similitud con las herramientas de los Sapiens hace pensar que hubo transvase de tecnología o cierto grado de copia. Se trata de pulidores de cuero hechos de hueso, creados para frotar la piel de los animales y así dejar un cuero suave y resistente al agua. Muy semejantes, por cierto, a los que todavía usan los pocos artesanos del cuero que quedan en Europa. Y esta habilidad se trasladó a muchos otros aspectos de la vida cotidiana, desde la caza a la ornamentación.

Los neandertales tenían una industria lítica, que se conoce como cultura Musteriense, que consistía en obtener una o varias lascas de forma predeterminada a partir de una preparación particular del núcleo del sílex. Estas técnicas luego evolucionarían hacia el modelo Sapiens, caracterizado por una mayor sofisticación pero menor resistencia y durabilidad. Este paralelismo no explica si hubo copia, transvase o robo tecnológico. Una cosa sí está clara: ni eran idiotas ni tan tontos como popularmente nos han dicho.