La editorial Sushi Books publica este 8 de febrero dos clásicos reeditados: el japonés ‘Botchan’ (Natsume Soseki), y una de las obras que inspiró a Tolkien, ‘El maravilloso país de los snergs’ (E. A. Wyke-Smith).

Todo un clásico de otro gran clásico, Natsume Soseki, apenas conocido en esta parte del mundo pero que fue uno de los pioneros en el intercambio cultural entre Oriente y Occidente. Tan importante en Japón como para aparecer en los billetes de curso legal. Su vida daría para todo un serial: hijo de samuráis defenestrados por la nueva Era Meiji modernizadora (nació un año antes de que empezara, en 1867), terminó siendo adoptado por sirvientes de su propia familia; estudió en Tokio y luego en Inglaterra, donde malvivió con una miseria y sufrió de todo antes de regresar a Japón, convertirse en un honrado profesor y publicar varias novelas que le dieron la fama en su país antes de morir en 1916.

‘Botchan’ es uno de esos súper clásicos nipones que son casi obligados en su país: está a la altura de lo que representa Mark Twain en EEUU o las novelas de los Dumas en Francia. Fue uno de los primeros grandes novelistas “modernos” de la nueva era contemporánea y todo un valor seguro. También publicó ‘Yo, el gato’, ‘La torre de Londres’ y este ‘Botchan’ que parece una mímesis de sí mismo. Es el nombre de un profesor criado en Tokio que va a trabajar a un remoto colegio de provincias. Allí se convertirá en víctima de las gamberradas de sus alumnos y de las maniobras de sus colegas.

El otro clásico literario rescatado es ‘El maravilloso país de los snergs’, de E. A. Wyke-Smith (1871-1935), épica fantástica que incluso inspiró a J. R. R. Tolkien para dar nacimiento a los hobbits. El libro, con ilustraciones de George Morrow, se desarrolla en una isla ficticia en algún lugar de la Tierra donde hay una colonia de niños rescatados del abandono por la eminente señorita Watkyns, la tripulación del “Holandés Errante” y los snergs, una raza de gente menuda pero robusta. Por desgracia, también viven allí Golithos, un ogro no tan amistoso, y tía Meldrum, una bruja malvada. Todo un clásico cuento de hadas con dos niños escapados, Sylvia y Joe, que sirven de excusa para desplegar ese microuniverso literario escrito al viejo estilo victoriano, con fantasía y sin los colmillos retorcidos de lo que vendría después.

Wyke-Smith, británico de pro, hizo el camino inverso al que siguieron muchos artistas: frente a un padre que apostaba por lo racional y serio para su vástago, el de Wyke-Smith le quería hacer artista. Se rebeló para enrolarse en la Guardia Montada y cuando no pudo seguir se alistó en la tripulación de un velero que le llevaría por Oceanía, el Pacífico y EEUU, donde trabajó en varios ranchos como vaquero. Casi parece sacado de un libro. Fue ingeniero de minas, trabajó por medio mundo donde hubiera algo que extraer del suelo (México, Sudamérica, España, Noruega…) y empezó a escribir sólo cuando sus hijos se lo pidieron. Publicó sólo ocho libros: cuatro para niños, cuatro para adultos. No sería hasta 1927 cuando publicara ‘El maravilloso país de los snergs’, que leería Tolkien y que terminaría inspirando a los hobbits.