Como todo animal el ser humano es producto de una larguísima evolución en la que quedan huellas de los estados anteriores; incluso nosotros tenemos algo de los anfibios: nuestros dedos se pueden regenerar.
Más concretamente, la punta de los dedos. Los anfibios tienen la capacidad de regenerar las patas que pierden, una cualidad fundamental para animales tan frágiles y que tenían que luchar en un mundo tremendamente hostil cuando surgieron. Muchos reptiles también tienen esa capacidad, una de las más originales, útiles y primitivas que hay en el reino animal. Lo que no se sabía es que el ser humano había conservado esa capacidad, al menos parcialmente.
Según varios estudios los mamíferos podemos regenerar las puntas de los dedos parcialmente pero sólo con un par de condiciones: que se conserve parte de la uña y que el paciente sea un niño, porque en adultos esa capacidad es casi inexistente. Lo que surge, esa nueva punta final del dedo, no es idéntica a la anterior, sino una versión mucho más reducida, extraña y casi podría decirse que menor de lo que era anteriormente. Además lleva un problema añadido: se pierde la huella dactilar.
En rojo, la única parte que la mano humana podría recuperar
Esta realidad se ha podido comprobar en varios casos médicos bien documentados, en los que de forma natural, y siempre que las proteínas de la uña puedan reactivarse, se ha regenerado parcialmente ese tejido. En paralelo, y esa es la noticia porque se ha podido comprobar experimentalmente, un grupo de científicos de la Universidad de Nueva York acaba de comprobar el papel de las células troncales de las uñas en ratones: el equipo de Mayumi Ito ha identificado un grupo de células debajo de la base de la uña que coordinan la restauración de este tejido. Cuando la parte extrema del dedo de un ratón es amputado, las células de las uñas activan la regeneración a través de una señal que llega a huesos y terminaciones nerviosas. El experimento ha sido publicado en ‘Nature’.
Algunos especialistas, como el biólogo molecular Ken Muneoka, de la Universidad de Nueva Orleans, se muestran muy optimistas sobre la investigación y creen que podría servir para aprender a regenerar otros tejidos humanos en un futuro no muy lejano. Otros son más conservadores y creen que estamos todavía lejos de aplicar las soluciones que aplican los anfibios porque el potencial regenerador es muy limitado y queda en vía muerta si se pierde si el dedo queda amputado demasiado atrás y la parte epitelial de la uña no se conserva. En tal caso, la proteína que activa el proceso no se pone en marcha ni los nervios que deben crecer comienzan su trabajo.