China ha dado un salto de gigante con Chang’e 4, la primera sonda automática que aterrizará en la cara oculta de la Luna para investigarla, algo que hasta ahora sólo se había logrado sobrevolándola en órbita. China hace Historia y adelanta a la NASA, que también está inmersa en su regreso al patio trasero de la Tierra.

Ayer viernes un cohete Larga Marcha 3B despegaba de la estación de lanzamiento de Xichang con la sonda Chang’e 4 (6×6 de tracción, 140 kg de peso, de las más ligeras nunca construidas) en su interior para un viaje mucho más corto de los acostumbrados para este tipo de máquinas, que ya rozan las fronteras del Sistema Solar. Pero no es un viaje cualquiera, porque va a marcar una de las cuentas pendientes de la exploración espacial: aterrizar en la cara oculta de la Luna para investigarla. La sonda es ya un modelo clásico de este tipo de ingenios: dos parte, un orbitador que sirve de plataforma espacial y un aterrizador robotizado similar a los rover de Marte que EEUU y Europa han utilizado varias veces. Antes no lo había conseguido nadie, ya que la exploración de esa cara oculta sólo se había logrado a distancia por las sondas orbitales del programa Apolo.

La sonda aterrizará a principios de enero en el lecho del cráter Von Karman, en la cuenca Polo Sur-Altken de la Luna, un espacio inmenso de casi 2.600 km de diámetro y uno de los mayores accidentes geográficos del satélite. La sonda es algo más sencilla que las de la NASA o la ESA, pero sus objetivos también son muy específicos: cámaras y espectrómetro para conocer la composición de la superficie y el subsuelo lunar para poder entender mejor la composición interna de la Luna, explicar por qué el lado oculto de la Luna es una diana gigante horadada de impactos de meteoritos, y servir de plataforma temporal para observaciones de radioastronomía, ya que la Luna no tiene atmósfera y permite experimentos astronómicos con más fiabilidad que desde la superficie de la Tierra. Igualmente hará un experimento biológico: la sonda lleva consigo huevos de gusano de seda, semillas de patata y flores para poder comprobar si germinan y crecen en condiciones de baja gravedad.

Simulación del rover de la misión Chang’e 4

El problema es que la cara oculta, en realidad, no está oculta: debido al afinado baile gravitacional que mantienen la Tierra y la Luna, siempre vemos la misma cara de nuestro satélite, ese queso perfectamente reconocible incluso a simple vista. La Luna gira, no es estática como creían los antiguos y los terraplanistas (…) sino que está bloqueada por la gravitación terrestre, de tal forma que tarda en girar sobre su eje el mismo tiempo que le lleva orbitar alrededor de nuestro mundo, por lo que los humanos siempre ven la misma cara del satélite natural. Esa combinación física hace que sea muy complicado establecer comunicaciones con ese lado, que queda ensombrecido. De hecho cuando la diferentes sondas Apolo pasaban por el lado oscuro quedaban temporalmente desconectadas de la Tierra. Pero los chinos encontraron una solución.

Antes de Chang’e 4 la agencia espacial china lanzó el satélite orbital Quequiao, que servirá de punto de enlace de comunicaciones secundario: funciona casi como un repetidor de la Tierra, ya que su órbita, en un punto de atracción gravitatoria estable más allá de la Luna, le permite ejercer de antena con la que Chang’e 4 se podrá comunicar, y por tanto también con la Tierra, ya que el Quequiao reenviará la información. El rover lunar hará recorridos parecidos a los que los astronautas de la NASA hicieron en los 60 y 70, pero justo en el lado opuesto. El lugar elegido, esa cuenca inmensa, no es casual: debido a que es una zona de impacto, es muy posible que el rover encuentre en la superficie material del subsuelo profundo de la Luna, emergido como consecuencia del impacto del meteoro que la formó, o contribuyó a ello; al romper la corteza, la física elemental fuerza que emerjan compuestos profundos.

La sonda es además una etapa intermedia para un plan mucho más ambicioso de China, que en la nueva etapa de desarrollo económico basada en la innovación y la tecnología ha primado la ingeniería aeroespacial. Su idea es llevar astronautas (taikonautas en la jerga de la agencia china) a la Luna en 2030 y establecer algún tipo de misión permanente. Entre medias llegará Chang’e 5, que recogerá muestras de la superficie y las llevará a la Tierra de vuelta. Eso será ya en 2019, y luego, en 2022, entraría en funcionamiento la estación espacial Tiangong-3, similar a la ISS internacional pero sólo bajo control de China, que no participó en aquel proyecto.

Comparativa de las dos caras de la Luna, la reconocible por todos (izquierda) y la desconocida