La relación entre dinosaurios y aves cada vez es más estrecha, hasta el punto de que antes incluso de su extinción ya habían desarrollado la estructura neural para poder volar.

Investigadores de paleontología del Museo Americano de Historia Natural, liderados por Amy Balanoff, han demostrado con su artículo en la revista Nature que los dinosaurios ya habían evolucionado para tener la estructura neuronal básica para poder volar antes incluso de desarrollar alas y plumas. La conclusión llega a partir de los análisis de alta resolución por tomografía computarizada (CT), que ha permitido obtener una visión integral del llamado “cerebro del pájaro”.

En este nuevo trabajo se revela que al menos algunos dinosaurios no aviares tenían cerebros que eran tan grandes o mayores que el de Archaeopteryx, principal ejemplo de cómo la familia de los saurios evolucionó hacia la conquista de los cielos con un modelo muy similar a las actuales aves. Ya disponían, por decirlo así, del “cableado neurológico” fundamental para poder volar, sus cerebros habían realizado la transición básica hacia ese “cerebro de pájaro” imprescindible para poder realizar un acto tan antinatural como es volar para un cuerpo más pesado que el aire.

Archaeopteryx fossil

Fosil completo (incluso con el rastro de las plumas) de un Archaeorotperyx

El Archaeopteryx es el símbolo de transición: pequeño, con dientes carnívoros, rasgos reptilianos pero con alas y plumas para poder hacer más estable y maniobrable el cuerpo en el vuelo. El gran avance está en que el análisis de otros cráneos ha demostrado que no era el único candidato a volar, quizás un ejemplar algo más evolucionado. Estos cráneos disponen del rasgo definitorio: sus cerebros se agrandan por encima de lo proporcional a sus cuerpos y esto provoca que la cavidad y los conductos cerebrales del cráneo se agranden y evolucionen en paralelo. Este superdesarrollo cerebral proporciona un elevado nivel de visión y la coordinación casi milimétrica para poder volar y jugar con el aire y la sustentación.

Anteriormente, y siguiendo con el Achaeoropteryx, se consideraba que las plumas, las articulaciones superiores en camino de convertirse en alas y la posición de la pelvis en el esqueleto eran los rasgos definitorios de la relación entre dinosaurios y aves, pero este nuevo trabajo se ha centrado sobre todo en lo básico más allá de lo superficial. El estudio se desarrolló con masivos escáneres TC en los laboratorios de varias universidades americanas en Texas y Ohio con dos docenas de restos fósiles y aves modernas, para trazar paralelismos que cimentaran la hipótesis de esa conexión.

Con los datos se crearon modelos en 3D que permitieron calcular el volumen total del cerebro digital, el tamaño de las principales regiones anatómicas de cada cerebro, incluyendo los bulbos olfativos, el cerebro, los lóbulos ópticos, el cerebelo y el tallo cerebral. El resultado es el destronamiento del Archaeoropteryx que todos conocimos en el colegio como el nexo de unión entre saurios y aves. En realidad el estudio cimenta la idea de que los dinosaurios se hubieran adaptado y desarrollado en los cielos tanto o más que en el suelo o el agua. Pero su extinción cortó y determinó la evolución posterior.

Recreación de un Archaeoropteryx, principal ejemplo de la conexión evolutiva con las aves