La naturaleza no deja de sorprender, y dos especias demuestran hasta qué punto la vida se adapta y evoluciona para pervivir: una sanguijuela inmune al frío y una medusa gigante.
Dos impresionantes demostraciones de la Teoría de la Evolución. Primero una sanguijuela a la que científicos japoneses han sometido a todo tipo de pruebas de frío, desde meterla en hielo durante meses (a –90 grados) a sumergirla en nitrógeno líquido a –196 grados bajo cero, una temperatura tan baja que solidifica y cristaliza casi cualquier tipo de materia. Por el otro, una medusa gigante adaptada al clima tropical para acaparar más recursos alimenticios y superar al resto de medusas, cada vez más abundantes. Y eso que la norma, hasta ahora, era que estos animales invertebrados aumentan de tamaño según desciende la temperatura del agua.
Empecemos por el pequeño caso publicado por la revista PLoS ONE, el de la sanguijuela que hiberna más allá de lo lógico y biológicamente viable. Se trata de la Ozobranchus jantseanus, adaptada para alimentarse de sangre de tortugas y que es capaz de soportar temperaturas de hasta –196 grados bajo cero. Los investigadores congelaron y descongelaron a distintos especímenes por ciclos cortos, de tal manera que había tiempo para discernir hasta dónde aguantaban. Algunas de ellas llegaron a someterse a ese intenso frío hasta en doce ocasiones y consiguieron recuperarse contra toda lógica biológica. Los tejidos vivos son muy vulnerables, tanto a las radiaciones como a los cambios bruscos de temperatura, así que cuesta imaginarse qué pasaría si somos nosotros los llevados a ese extremo. Literalmente el agua que da vida a la célula se congela y con ella todo el organismo.
Los investigadores, de la Universidad de Tokio de Ciencias Marinas y Tecnología, la Universidad de Kioto, y el Instituto Nacional de Ciencias Agrobiológicas de Tsukuba, no saben cómo es posible que ocurra semejante resistencia. Especialmente porque esta capacidad no tiene nada que ver con el nicho ecológico que ocupan estas sanguijuelas, zonas de temperaturas templadas o incluso altas. La resistencia al frío (criotolerancia) es una habilidad de especies bacterianas o incluso vertebradas que viven en entornos de gran frío, pero no es lógico pensar que un ser tan pequeño y tan poco desarrollado para adaptarse a temperaturas extremas sea capaz de soportar semejante prueba doce veces.
Ejemplar de la increíble sanguijuela cuasi-inmortal
Es más: la pequeña sanguijuela ha roto todos los récords de criotolerancia conocidos hasta ahora. Esta opción abre muchas vías de investigación, desde imitar su composición para tejidos o máquinas que puedan soportar frío extremo (en o fuera de nuestro planeta) a repensar la idea de que un microorganismo no puede soportar temperaturas extremas. Marte está esperando porque allí las condiciones son muy parecidas a las que fue sometida la sanguijuela.
Los investigadores japoneses creen que podría tratarse de una forma de vida que haya desarrollado un cutícula (piel externa) basada en fibras de colágeno, extremadamente resistente a cambios ambientales. Es lo poco que se le ha podido pasar a la comunidad científica, asombrada por un experimento que fue repetido en numerosas ocasiones y con diferentes especímenes del mismo tipo de sanguijuela para descartar errores. Llegaron a estar incluso nueve meses a –90 grados bajo cero. Una de ellas llegó a sobrevivir 36 meses en ese frío. Sólo el nitrógeno líquido pudo con ellas y sólo después de una larga exposición.
La medusa gigante de Tasmania
Al otro lado de la maravilla, mucho más grande, muchísimo más grande, está la medusa gigante que integrantes de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO) de Australia han hallado al sur de Tasmania, uno de los lugares más recónditos del mundo. Se trata de un ejemplar de nada menos que 1,5 metros en solitario, un récord considerable. Las medusas, por norma general, aumentan de tamaño en aguas templadas y lo reducen en aguas calientes. Pero aquí se ha invertido el proceso.
Dice el proverbio de los oceanógrafos que hoy sabemos más del interior de Marte o de la Luna que del fondo de los océanos. Y no es falso, es una realidad. La medusa hallada por una familia en una playa de Tasmania es demasiado grande; podría ser una anomalía puntual, pero su estructura biológica ha hecho pensar que realmente se trata de una especie nueva, quizás de aguas muy profundas nunca vista hasta ahora. De hecho los biólogos del CSIRO sabían que existían medusas gigantes pero nunca se habían encontrado una para poder clasificarla e investigarla a fondo.
La medusa gigante de Tasmania en la playa