Kepler, el telescopio que rastrea el espacio buscando exoplanetas, siempre en pos de encontrar a la nueva Tierra, ha dado por fin en el clavo: Kepler-186f, que tiene el mismo tamaño que nuestro hogar azul.
La bola azul ya tiene hermana, se llama Kepler-186f a falta de que alguien le ponga otro nombre y como su propio nombre científico indica orbita la estrella Kepler-186. Es el quinto planeta del sistema de esta estrella, el más externo y que se encuentra en lo que se denomina “zona habitable” en la que el frío y el calor están equilibrados y permite que se desarrolle la vida (teóricamente) sin amenazas térmicas o climáticas. Tiene aproximadamente el mismo tamaño que la Tierra y es uno de la veintena corta (de un total de 1.800 exoplanetas confirmados) que orbita alrededor de la estrella en esa posición correcta para los intereses de la vida. Y está confirmado por la NASA: esta estrella está en la constelación del Cisne, a 500 años luz de nosotros.
La Kepler-186 es una enana roja que ha sido ampliamente estudiada por el equipo de investigación de la misión Kepler, y que ha publicado el hallazgo en la revista Science. Según el estudio, han aventurado varias cosas: para empezar su naturaleza rocosa debido a que, por norma general, es improbable que planetas con diámetros inferiores a 1,5 veces la Tierra sean envueltos en atmósferas de hidrógeno y helio. Sin embargo los mismos modelos teóricos aventuran que Kepler-186f podría tener un tamaño parecido al de los tres hermanos rocosos del ciclo interior del Sistema Solar (Venus, Tierra y Marte).
Otro tanto a su favor es que orbita una enana roja, es decir, una estrella donde se considera que hay más posibilidades de encontrar exoplanetas con las condiciones perfectas para la vida. Este tipo de estrellas son muy comunes en la Vía Láctea, nuestra galaxia, y cabe la posibilidad de que haya cientos, miles, puede que cientos de miles de mundos parecidos. La distancia y el tipo de órbita que mantiene Kepler-186f le permitiría además estar lo suficientemente lejos del campo de acción de las llamaradas solares.
Exoplanetas: la búsqueda de la segunda Tierra
Cerca del 25% de las estrellas semejantes al sol podrían tener planetas parecidos, más o menos grandes que la Tierra. Durante años un telescopio como el Keck de Hawaii, al servicio de la NASA, ha explorado más de 160 estrellas “amarillas” (como el Sol) y “enanas rojas”, las más viables de permitir la vida cerca de ellas y no carbonizarlas o congelarlas. Y el resultado del estudio ha dejado pasmado al público y ha hecho sonreír a los astrónomos que llevan años diciendo lo mismo: un 1% tiene planetas gaseosos gigantes del estilo de Júpiter; otro 7% poseían planetas similares a Neptuno, gigantes rocosos con una pesada y densa atmósfera; y finalmente, otro 12%, planetas denominados supertierras por su tamaño (de tres a diez veces la masa de nuestro planeta). Siguiendo ese ritmo, calculan que hay al menos un 23% de posibilidades de que haya Tierras ahí fuera, orbitando algún sol, a la distancia suficiente para que la temperatura no sea muy alta ni muy baja (problemas de Venus y Marte, uno demasiado caliente y tóxico y el otro demasiado frío cuando no recibe luz solar).
Actualmente sólo 22 de las estrellas investigadas tienen comprobada, por el rastro radiométrico, de luz o por pura deducción matemática, la existencia de planetas en órbita. El proyecto Kepler, que busca en 150.000 estrellas el rastro de un planeta, y el cálculo es de al menos 100 planetas similares a la Tierra. Otra cosa es que sean habitables, tengan atmósfera y puedan colonizarse dentro de mucho tiempo debido a la increíble lejanía a la que se encuentran. Por ahora sólo tenemos una carta de la baraja: el Gliese 581 g, que orbita en la zona “templada” la enana roja Gliese 581.