Hace apenas cinco días hablábamos de cómo los fósiles chinos obligaban a reconsiderar la teoría aceptada del origen de las aves cuando aparece otro de dinosaurio que apuntala esa misma teoría.
En realidad las dos teorías en pulso (que las aves evolucionaron de un grupo de dinosaurios terópodos en la parte final de su historia biológica o que en realidad evolucionaron en paralelo a ellos desde una rama paralela de reptiles antiguos) siguen añadiendo argumentos con cada fósil. El Scansoriopteryx obligaba a repensar lo obvio hace una semana, pero es que ahora, también en China (una auténtica mina de oro para los paleontólogos, y el gobierno chino lo sabe y colabora para llenar sus museos) se ha encontrado un espécimen de dinosaurio con cuatro alas emplumadas que sería el ejemplo perfecto del punto intermedio entre los saurios y las aves, el Changyuraptor yangi, encontrado en la provincia de Liaoning (noreste de China).
Ha sido un equipo del Museo de Historia Natural de Los Ángeles el que ha descubierto esta nueva especie, una más de los muchos ejemplos que hay de los dinosaurios emplumados y que por cuestiones biológicas y geográficas predominaron sobre todo en China. Quizás porque hace millones de años el territorio estaba cubierto por interminables bosques cercados por estepas y ofrecían un nicho ecológico perfecto para una evolución arriesgada. El Changyuraptor yangi tiene 1,20 metros de largo, era un adulto y con una datación de 125 millones de edad (es decir, que de evolución postrera antes de la extinción nada, es mucho más antiguo de lo que podríamos pensar) y evolucionó para que sus extremidades desarrollaran alas emplumadas que le permitían controlar el vuelo y poder aterrizar de forma suave. Las patas con alas traseras ejercían de timones y estabilizadores que permitían posarse en ramas y en el suelo de forma segura.
Restos fósiles del Changyuraptor yangi (en la imagen inferior, en detalle, las plumas de la cola que demuestran su evolución)
La nueva especie cimenta la teoría “oficial” de que las aves surgieron de una evolución de los dinosaurios, casi una respuesta a la aparición del mencionado Scansoriopteryx, un arcosaurio (un tipo de reptil más antiguo) que habría evolucionado lentamente hacia un paso intermedio al vuelo. Éste no volaba, planeaba, algo que muchos dinosaurios del tipo del Changyuraptor yangi hacían. Pero hay más detalles importantes: poseía plumas de camuflaje que lo cubrían por completo, con una cola dotada de plumas extralargas (¿timón o adorno para el apareamiento?) que son las de mayor dimensión nunca descubiertas. Su tamaño también es muy importante: superaba el metro de largo pero apenas pesaba cuatro kilogramos, muy importante para poder volar. El peso es esencial, por eso las aves modernas no son tan grandes y de hecho, salvo el cóndor y determinadas especies muy especializadas, las aves tienden al mínimo biológico.
En realidad el Changyuraptor yangi no volaba como lo entendemos nosotros: hacía un planeo dirigido. Subían a los árboles o salientes, se lanzaban y gracias a sus cuatro patas aladas podían planear y “batir alas” lo suficiente para darse más impulso, frenarse o dirigirse en el aire. Justo el punto intermedio entre ambos conceptos. Más características son fundamentales: sus huesos eran huecos, otra característica vital para poder ejercer ese desarrollo evolutivo. La especie se encuadra además en esa familia difusa de los microraptorinos, el punto evolutivo intermedio de la teoría oficial entre los terópodos y las aves posteriores. Los desarrollos biológicos son claves para entender por qué en un momento dado determinadas especies evolucionaron para volar y ocupar así el último espacio de la Tierra posible.
La vía evolutiva de los dinosaurios hacia las aves
El consenso científico, hasta ahora, establecía que las aves primitivas evolucionaron a partir de un grupo de dinosaurios terópodos durante la era Mesozoica. Todo surgió a partir del descubrimiento del Arqueópteryx, el primer saurio con plumas y aspecto de ave que demostraba que su esqueleto había evolucionado para poder realizar el vuelo, y que guardaba muchas semejanzas con las actuales aves. Desde entonces se han hallado más de una veintena de fósiles de otras especies que corroboran la teoría de los terópodos, de pequeño tamaño en algunos casos y que podían hacer el vuelo; desarrollaron plumas y modificaron sus extremidades superiores para poder planear.
Resultado: se aceptó que después de la extinción, cuando sólo sobrevivieron las especies que no pesaban más de dos o tres kilogramos, este tipo de formas de vida de origen dinosaurio evolucionaron hacia lo que hoy son las aves, desde el pequeño colibrí hasta el gigantesco cóndor. En una primera fase habrían tenido cuatro alas para planeo, una por cada pata, para luego evolucionar mucho más las delanteras y las traseras reducirse y elevarse por debajo del cuerpo para poder usarse como garras. Aves y dinosaurios comparten huesos neumatizados, así como muchas otras características genéticas que establecen conexión entre ambos grupos. Se supone que fue durante el Jurásico cuando evolucionaron hacia un nuevo estado: perdieron los dientes, desarrollaron determinados músculos y atrofiaron otros, sus colas reptilianas se redujeron y también perdieron peso y tamaño para fomentar el vuelo.
Evolución sugerida desde los dinosaurios a las aves