El destino caprichoso quiso que los dos genios más célebres de la literatura universal vivieran en la misma época, separados por unos miles de kilómetros y con diecisiete años de diferencia en su nacimiento (por Antonino de Mora Taberner).

 

Por Antonino de Mora Taberner

Hablar de Miguel de Cervantes y de William Shakespeare es hacerlo de dos de los literatos más grandes de todos los tiempos y de las plumas más destacadas del castellano y del inglés como lenguas propias. Dos intelectuales que permanecen en la más alta consideración mundial por méritos propios y que tuvieron una vida paralela separada apenas por unos cuantos kilómetros de distancia.

Aunque no está clara la fecha de nacimiento de ninguno de los dos y no hay documento alguno que ratifique con rigor máximo dichos acontecimientos, se piensa con casi total rotundidad que Miguel de Cervantes nacía un 29 de septiembre de 1547 en la madrileña localidad de Alcalá de Henares mientras que, William Shakespeare por su parte, lo hacía un 26 de abril diecisiete años después, en el municipio británico de Stratford-upon-Avon del condado de Warwickshire. Ambos provenían de una familia numerosa ya que, mientras Miguel fue el cuarto de siete hermanos, William fue el tercero de ocho. Comenzaban a darse los parecidos entre ambos.

Shakespeare y Cervantes

Cervantes fue a vivir a Italia en cuanto tuvo ocasión. Poco después de su llegada entró a formar parte de los tercios y con veinticuatro años marchó a la guerra, a la batalla por la que sigue siendo recordado en nuestros días y que enfrentaba a una coalición cristiana compuesta por España, Venecia, Génova y la Santa Sede contra una flota de turcos otomanos. Allí perdió la movilidad de su mano izquierda y se ganó para siempre el sobrenombre con el que fue conocido, ‘El manco de Lepanto’.

Por aquel entonces, el joven William Shakespeare que tenía apenas siete años de edad, había visto como su padre, hasta ese momento un próspero comerciante de lana, caía en desgracia por una acusación de contrabando en la que las malas lenguas dicen que tuvo mucho peso su fe católica ante la nueva iglesia anglicana que se erigía en el reino. Poco más de una década después de aquel episodio, el joven Shakespeare contraía matrimonio con una mujer ocho mayor que él, que evoca en la actualidad a una galardonada actriz y que respondía al nombre de Anne Hathaway. Justo en aquella época Cervantes había salido de un cautiverio de más de cinco años en una prisión de Argel y, más o menos coincidiendo con la boda de su contemporáneo inglés, el maestro castellano escribía una de las obras que más fama le han reportado: la Galatea.

El tiempo pasó para ambos y la vida fue transcurriendo de diferente manera para dos genios que jamás se conocieron aunque compartieron un mundo que a la postre los haría eternos. Shakespeare tuvo tres hijos, de los cuales uno, el único varón llamado Hamnet (del que se dice fue inspiración para uno de sus mayores éxitos, la obra que trata sobre el príncipe heredero danés, Hamlet) murió a los once años de edad. Cervantes por su parte, marchó a Sevilla donde primero trabajó como proveedor de galeras, y posteriormente, a partir de 1594, como recaudador de impuestos. Fueron días difíciles para ambos pero también comenzó para los dos la época que los catapultaría al éxito de la eternidad aunque ninguno de ellos lo viviera en vida.

yui

En 1595 William Shakespeare componía su obra teatral más famosa, ‘Romeo y Julieta’ y de ahí en adelante sólo vendrían maravillas literarias como ‘El Mercader de Venecia’ (1597) ‘Otelo’ (1603) o ‘Macbeth’ (1606) (fechas en las que se creen que se escribieron las obras a pesar de no haber afirmación rigurosa que lo compruebe). En esos mismo años Cervantes había vuelto a la cárcel por la quiebra del banco donde trabaja y acusado de malversación de fondos. Lo tiempos en los que peor pintaba la vida a ambos y su situación económica parecía más endeble fueron sin embargo los más venerables años para la literatura universal, ya que fue por aquel entonces cuando Cervantes comenzó a escribir ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’, que sería publicado en el año 1605. Diez años después saldría a la luz la segunda parte del mito que completaba a este. En una diferencia de apenas una década se publicaban cinco de las obras más reproducidas de todos los tiempos.

Los dos mayores maestros de la literatura mundial camparon a sus anchas por un mundo que en su momento, quizás como a todos los grades, no los trató como merecían. Nunca se conocieron y algunos afirman que no supieron de la existencia del otro, cosa que parece no ser del todo cierta ya que varias informaciones aseguran que el inglés sí leyó parte de ‘El Quijote’ e incluso pudo servir de inspiración para alguna de sus obras. La vida siguió para ambos y la muerte los atrapó más o menos por la misma fecha. Shakespeare murió dejando como último trabajo su comedia ‘Cardenio’, de la que muchos afirman que está basada en la obra magnánima del madrileño. Miguel de Cervantes dejaría ‘Los trabajos de Persiles’ y ‘Sigismunda’ que se publicarían un año después de su muerte. El primero abandonó este mundo en la localidad donde nació con cincuenta y dos años y el segundo a pocos kilómetros de la misma, en Madrid con sesenta y nueve.

Shakespeare se despidió de la vida con un nota intimidatoria a modo de epitafio “Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras, y maldito el que remueva mis huesos” mientras que Cervantes se fue agradeciendo a su mecenas, el Conde de Lemos, todo lo que había hecho por él. Dos formas distintas de ver la vida, dos formas de entender todo lo que esta tortuosa existencia depara y sobre todo, dos magos de las letras que vivieron por y para la literatura, en dos idiomas distintos, en dos países lejanos pero que son recordados por todos, por propios y extraños, como las dos mejores escrituras que la historia vio jamás y que, muy probablemente, vuelva a ver.

qwert 2

 

La leyenda incierta de sus muertes

Uno de los mitos más extendidos sobre estos dos grandes magos de las letras es que murieron el mismo día y el mismo año, el 23 de abril de 1616, cosa que ha perdurado con el tiempo a pesar de ser rotundamente falso. La equivocación llega hasta tal punto que ninguno de los dos de hecho, falleció en esa fecha. Miguel de Cervantes lo hacía el día 22 de abril, un día antes y fue enterrado, eso sí, aquel día veintitrés. Por su parte, William Shakespeare aunque en su certificado oficial de defunción sí se puede leer que está fechado el 23 de abril de ese año, falleció el 9 de mayo del mismo. La confusión radica en que por aquel tiempo Inglaterra no basaba su calendario en el modelo gregoriano de la actualidad que, por el contrario, sí usaba España. Su calendario se basaba en el modelo juliano que data del año 42 a.C y que difiere del nuestro, es decir que Shakespeare murió el 23 de abril en Inglaterra pero lo hizo un 9 de mayo en nuestro país. Cosas de la burocracia.

 

El día del libro

Aunque ya hemos comprobado que ni Miguel de Cervantes ni William Shakespeare murieron realmente el 23 de abril, es ese día precisamente en el que se fijó la UNESCO para asignar una fecha tan señalada como el Día internacional del libro. En 1996 se celebró por primera vez y en 2008 más de cien países se habían sumado ya a la iniciativa, entre ellos por supuesto, España. A pesar de la confusión histórica con el momento del fallecimiento de estos dos genios de la literatura universal, otros grandes escritores de la historia sí tuvieron relación directa con esta fecha concreta. Inca Garcilaso de la Vega (1616), Paul Erdman (2007), Friedrich Müller (1825) o Teresa de la Parra (1936) entre otros, fallecieron un 23 de abril. También cabe la pena mencionar que en esa fecha se celebra también el día internacional de los derechos de autor y, por tanto, es el reconocimiento a la propiedad intelectual de los escritores.