Dos ciudades, dos museos, una sola institución. Mejor dicho, una sola familia detrás de ambas instituciones, los Thyssen. Con un tesoro pictórico (casi) sin precio, mientras en Málaga el Carmen Thyssen se centra en una colectiva sobre las máscaras en el arte, desde Goya a las últimas décadas del siglo XX, en el Thyssen-Bornemisza exprimen sus fondos y los préstamos para recorrer el expresionismo alemán, de vital importancia en el siglo XX.
IMÁGENES: Museo Thyssen-Bornemisza / Museo Carmen Thyssen Málaga / Wikimedia Commons
IMAGEN DE PORTADA: ‘Casa Dangast’ (1908, Erich Heckel), de la exposición sobre expresionismo en Madrid
La familia Thyssen-Bornemisza, o más concretamente los herederos actuales de la familia, son uno de los principales baluartes de ese negocio cultural hoy acosado por virus, intereses políticos y mil pleitos más. No sólo está la pinacoteca de Madrid, porque en Málaga Carmen Thyssen (también conocida como Tita Cervera) creó su propio museo con fondos propios de su colección y del inmenso legado de los Thyssen que ella recibió del ya fallecido Barón Thyssen. Ambos museos están conectados entre sí pero al mismo tiempo son independientes; y con los dos vamos a construir este particular viaje entre dos ciudades, Málaga-Madrid, del símbolo de la máscara en la Historia del Arte a uno de los movimientos clave que transformaron culturalmente el siglo XX, el expresionismo alemán. De una exposición ya inaugurada a otra que espera en la capital.
‘Máscaras. Metamorfosis de la identidad moderna’ arrancó el 28 de julio pasado y se prolongará hasta el 10 de enero de 2021. Crea un viaje único a través de la figura de la máscara en la Historia del Arte, con piezas de Goya, Gutiérrez Solana, Ensor, Gargallo, Ernst, Picasso, Derain, Julio González, Modigliani, Togores, Oteiza, Goncharova, De Chirico, Barradas, Lekuona, Maruja Mallo y muchos otros. La máscara como vehículo transformador de la representación de la figura humana en el arte contemporáneo desde finales del siglo XIX en adelante. De las máscaras de Carnaval o de ritos religiosos a una nueva dimensión artística, donde representa lo grotesco, el otro yo profundo. Basta pensar en los grabados y las Pinturas Negras de Goya, y cómo esta dimensión pasó con Picasso y su recurso de las máscaras africanas como referente visual de su nuevo arte, cómo pasó de esa oscuridad, de lo desconocido, a símbolo creativo.
Con el siglo XX las máscaras sufrieron la metamorfosis de pasar de símbolo a método: rasgos puros, libres de todo artificio, planos en muchas ocasiones, geométricos, donde perdían toda humanidad para ser instrumentos del expresionismo, el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo. Sirven para que el artista cuestione la identidad del individuo en la nueva sociedad de masas, deja de ser instrumento para ser el propio yo en el nuevo mundo; pero también como base estilística y técnica de nuevas formas de expresión (especialmente útiles en el cubismo). La exposición busca esa transformación de la máscara en un elemento absoluto, de marginal a primordial, un disfraz que no es tal disfraz sino que reemplaza al rostro y la identidad que enmascara.
‘Disparate de Carnaval’ (1815, Goya) y Estudio para ‘Trois femmes’ (1908, Picasso), dos de las obras para la exposición sobre la Máscara en Málaga
‘Expresionismo alemán’, hasta el 28 de febrero de 2021, en las salas de exposiciones temporales. Con un título tan genérico como concreto, visualiza la herencia de la antigua colección de los Thyssen-Bornemisza durante la posguerra, donde se nutrió de casi todos los ismos de las vanguardias artísticas, muchas de ellas del expresionismo alemán y que no existían en ninguna otra colección o museo en España, salvo raras excepciones. La exposición reúne por primera vez en décadas estas obras con el conjunto de pinturas expresionistas con un cambio concreto en la habitual distribución cronológica del expresionismo; la nueva organización se articula alrededor de tres conceptos: el proceso de creación de las pinturas, su éxito de público y crítica y la relación del barón Thyssen con sus marchantes y los proyectos expositivos que organizó para difundir su colección en el contexto internacional.
El expresionismo fue un movimiento artístico especialmente fuerte en Alemania, donde recibió el nombre de Die Brücke (El Puente), al que se adhirieron creadores de muy diferentes orígenes, formatos y géneros, capaz de abarcar desde la pintura a la música (con Schönberg), el teatro (Brecht), la arquitectura (Taut, Mendelsohn), la escultura (Barlach), la literatura (el caso de Scheler) o el cine, donde alcanzó notables cotas de éxito y fuerza con Fritz Lang, Robert Wiene y Murnau, primero en Alemania, luego el resto de Europa y que llegaría incluso a Hollywood (parcialmente) con las oleadas de refugiados que huían del nazismo. Nunca tuvieron manifiestos unificadores ni unas pautas claras, salvo quizás la necesidad de expresar el interior, el yo, las tensiones latentes, romper con el conformismo academicista del arte oficial y que la pintura fuera pura expresión carente de reglas y normas. Realismo crudo, y deforme, para poder transmitir la tensión humana, emocional e intelectual, y en muchas ocasiones usando colores violentos llenos de contraste. Libertad absoluta.
A Die Brücke siguió Der Blaue Reiter de Kandinsky y Marc, para luego unirse los austríacos Kokoschka y Schiele. Con la Primera Guerra Mundial el expresionismo original se transforma en punta de lanza política, la denuncia de la guerra y de la nueva sociedad, el materialismo burgués, el fracaso de esa modernidad que crujió con la guerra y la destrucción abrumadora que trajo consigo. Esto le granjearía el rencor del nazismo, que consideró el expresionismo como “arte degenerado” y provocaría un éxodo de expresionistas de segunda fase que expandirían el credo a otras vanguardias. Uno de los mejores ejemplos del expresionismo es Edvard Munch con sus múltiples versiones de ‘El grito’, en los inicios del movimiento expresionista, rompedor y agónico. Hasta el punto de que muchos consideran al noruego como un precursor del movimiento junto con la fase final de Van Gogh y Ensor. Otros expresionistas pictóricos son Erick Heckel, Kirchner, Bleyl (los tres fundan Die Brücke), o más particular en su estilo Alfred Kubin, que sientan las bases del expresionismo naturalista alemán que daría fuerza a todo el movimiento.
‘Carnaval en un pueblo’ (1933-1937, José Gutiérrez Solana) y ‘Chico con chistera’ (1948, Walt Kuhn), obras de la exposición en Málaga sobre las máscaras.
Las próximas exposiciones de Georgia O’Keefe y Magritte
Coronavirus y pandemia mediante, los retrasos en las fechas de muchas de las exposiciones programadas ha sido una constante. El Thyssen no ha sido menos: todo lo programado ha tenido que mover fechas y postergarse, en el caso de la muestra sobre Magritte, titulada ‘La Máquina Magritte’, nada menos que un año entero. Preparada para arrancar este septiembre hasta principios de 2021, habrá que esperar hasta el 14 de septiembre de 2021 para poder verla (y se prolongará hasta el 30 de enero de 2022). Algo parecido ha ocurrido con la otra retrospectiva original, la de Georgia O’Keefe, que pasó de esta primavera a la siguiente: abrirá puertas el 23 de marzo de 2021 hasta el 1 de agosto. En ambos casos se trata de proyectos muy queridos por el museo y por los amantes del arte: hacía muchos años que no se hacía nada sobre Magritte en España, y menos de ese calado.
En el caso de O’Keefe (1887-1986) será la primera retrospectiva que se dedica a la artista en nuestro país, con un total de 80 piezas de la vanguardista que marcó el camino de parte del arte norteamericano durante el pasado siglo, desde sus inicios en la abstracción a la variación de su particular estilo paisajista, tanto urbano (retrató Nueva York como nadie lo ha hecho) como natural, con sus creaciones sobre Nuevo México. En cuanto a la retrospectiva de Magritte (1898-1967), sería la primera que se le dedica desde que en 1989 la Fundación Juan March hiciera la suya. Titulada ‘La máquina Magritte’ para destacar la capacidad del belga para repetir y recombinar los mismos elementos siempre de diferente manera y conclusión, será la ventana perfecta para entender a uno de los grandes maestros surrealistas, que como otros de esta escuela (en especial Dalí) mostró una tendencia obsesiva por un puñado de elementos que reprodujo sin cesar.
‘Calle de Nueva York con Luna’ (1925, Georgia O’Keefe)
‘Le clef des champs’ (1936, Magritte)