Sonny Liew (Singapur) y Rayco Pulido (España) son dos versiones muy distintas del éxito en el cómic. El primero es un autor marginal que ha saltado a primera línea gracias a la combinación de censura en su país y haber ganado tres premios Eisner este año. El segundo es el flamante nuevo Premio Nacional del Cómic, un profesor de arte y dibujo que en su tiempo libre, y con algo de ayuda de la industria cultural francesa, ha creado pequeñas joyas que redimensionan el género negro y otros formatos para crear álbumes como ‘Lamia’, publicada por Astiberri. Dos mundos muy diferentes unidos por la victoria del talento.

IMÁGENES: Astiberri / Dibbuks

Sonny Liew, el asiático que fascinó en los Eisner

Ser ciudadano de Singapur es muy peculiar: en Occidente siguen fascinados por el modelo de crecimiento ultramoderno, alto nivel de vida y mínima disensión que ha creado esta ciudad-estado basada en el poder del conocimiento tecnológico, los negocios y el esfuerzo individual. Por supuesto no se cuenta todo: Singapur es famosa por sus leyes draconianas y que se multiplican como insectos, desde no poder masticar chicle a cómo comportarse en público. Es, como muchos otros países, una “fake democracy”, una falsa democracia que sólo permite la disensión en una esquina de un parque urbano, gobernada desde la independencia por el mismo partido político (Partido de Acción Popular), y que no permite que nada se salga del cuadro-corsé que ha creado para cimentar su modelo económico. Vivir en Singapur implica asumir todas esas normas. Intentar cambiarlas te puede traer problemas. Sobre todo si eres ciudadano singapurense y se te ocurre reflejar la historia de la ciudad-estado en una novela gráfica. Y encima ganar varios Premios Eisner, los mayores galardones del oficio.

‘El arte de Charlie Chan Hock Chye’ ha sido una de las grandes triunfadoras de este año, un guiño de la industria norteamericana del cómic a sus camaradas asiáticos, y también un quebradero de cabeza para ese gobierno de Singapur empeñado en encorsetar a los ciudadanos a toda costa para evitar que se desmadren. La construcción de la fórmula singapurense no puede permitir escapes de tensión verídica como esta creación de Liew, que narra la vida de Charlie Chan, un dibujante de Singapur que hace repaso de su vida desde 1954, cuando luchó por ser lo que es contra viento y marea. Liew utiliza este alter ego en una suerte de fake bien detallado en el que rompe las fórmulas habituales de la novela gráfica (ya que utiliza diferentes tipos de trazo, de dibujo, incluso de estructura narrativa) y nos abre una puerta pequeña hacia la realidad de Singapur, los conflictos locales y de su región. Una realidad muchas veces silenciada por el sistema.

Singapur, al igual que todo régimen que prefiere el control a la libertad real, siempre presenta una historia oficial que no puede alterarse. Así de sencillo. Salirse de ese relato común es desafiar al gobierno. La densa red de intereses creados alrededor de ese poder es tan fuerte que por pequeña que sea la variación es tildada de revisionista o, peor, distorsionadora. Es lo que le ocurre a Liew con Charlie Chan, que cuenta otra verdad paralela, tan real como la vida misma, y que pone además el acento en la multiculturalidad de una ciudad-estado que supuestamente está bajo control de la población china pero que en realidad acoge a millones de malayos o hindúes. Al poder no le gustó la novela gráfica: le quitaron las ayudas, lo tildaron de subversivo y lo señalaron con el dedo acusador. Sin apoyo estatal la obra quedó desprotegida. Pero como toda falsa democracia, vende imagen: no pueden aplastar a Liew, así que se genera la paradoja de que por un lado le censuran indirectamente y le critican, y por otra le contratan para que trabaje en otros proyectos. Un pequeño ataque de esquizofrenia que caracteriza mucho al país.

Pero lo que no gusta en Singapur enamora fuera, y no sin razones de referencias. Liew utilizó formatos y trucos del cómic occidental para poder crear su obra, que crea un mundo paralelo donde Singapur tiene una fuerza creadora parecida a la de Japón en el cómic, y que a través de ella podemos entender a la propia Singapur. Así fue cómo ganó el Eisner al mejor autor, mejor edición norteamericana de una obra extranjera y mejor diseño. Y todo con un tipo de dibujo y una creación que recuerda, y mucho, al cómic europeo, y más concretamente al francófono. Una mezcla de continentes que da como resultado una obra diferente.

Pero, sin entonces anticiparlo, su alter ego se había hecho con la novela que en 2017, tres años después de leerla en su país de origen, arrasaría en los premios más importantes del mundo del cómic, ganando el Eisner a mejor autor completo, mejor edición estadounidense de material extranjero y mejor diseño. Una de las cosas que más atrajo a los jueces fue su capacidad para alterar la narración histórica para crear una visión más veraz de una sociedad que parece regida por reyes-presidentes que no tienen en cuenta al pueblo para gobernarlo. Una versión perversa del despotismo ilustrado que refleja muy bien Liew, que por efecto mezquino de la censura y el éxito combinados ha pasado de marginal a autor destacado en Asia.

Rayco Pulido, el género negro con otra visión

Rayco Pulido ganó el Premio Nacional de Cómic de 2017 por una obra de género negro, diferente y al mismo tiempo prototípica del propio género, ‘Lamia’, publicada por Astiberri y que muestra los múltiples caminos que puede tener el universo del thriller. Un género que se mezcla como pocos, que impregna cada esquina en todo lo que toca, y que se ha llegado a fusionar con la literatura fantástica, la ciencia-ficción, incluso con el romanticismo. Nacido en Telde (Gran Canaria), forma parte por edad (nacido en 1978) de la nueva generación de autores españoles que han elevado, y mucho, el nivel del cómic creado en España. ‘Lamia’ es un buen ejemplo, una incursión en el género negro que evoca a los clásicos en todos los terrenos, desde el dibujo a la propia narración.

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Alterna la docencia con su trabajo como dibujante de cómics. En 2004, tras participar en diversos concursos y exposiciones en el ámbito autonómico, comienza a publicar historietas largas, primero como dibujante, más tarde como autor completo. ‘Lamia’ es su quinto trabajo, tercero en solitario. Anteriormente en cómic había realizado cuatro obras, ‘Nela’ (Astiberri, 2013), adaptación al cómic de ‘Marianela’, de Benito Pérez Galdós, y las otras tres editadas en De Ponent: ‘Final feliz’ (2004) con guión de Hernán Migoya, ‘Sordo’ (2008) con guión de David Muñoz y ‘Sin título. 2008-2011’ (2011), como autor completo. El galardón consagra también a esos nuevos valores, y, mucho más importante, a autores jóvenes que luchan por dedicarse a este arte, porque como veremos, Pulido no vive del cómic. Es un empujón muy importante para ayudarle, a él y a sus compañeros de oficio artístico.

El guión es un thriller complejo y nada fácil, que obliga al lector a esforzarse, y mucho, con un personaje principal, Laia, una mujer libre que trabaja como guionista para un consultorio de Radio Barcelona, pero obligada a disimular su enorme fuerza y su talento en la posguerra del siglo XX. Estamos en 1943 y el asesino más sanguinario que ha visto la ciudad anda suelto. Mauricio “Herr Doktor”, un detective privado poco convencional, aparcará su agenda para dar caza al criminal. Por ahora, sus clientes deberán esperar, entre ellos, Laia, que tiene 32 años y, pese a ser huérfana, ahora tiene todo lo que siempre ha deseado: un esposo que la quiere, un bebé en camino y un buen trabajo donde escribe para el programa radiofónico de más éxito, ‘El consultorio de Elena Bosch’. Laia es feliz… pero Laia vive una mentira que la llevará a tomar extrañas decisiones.

Toda la obra ha sido creada en blanco y negro y sin excesos, con una gran sencillez y fuerza. Es además una obra corta para ser una novela gráfica: 88 páginas, pero que al autor le costó tres años de trabajo. Una de las razones es que, por muy bueno que se sea, a Rayco Pulido le ocurre lo mismo que a la mayoría de grandes creadores en España, que tienen que invertir tiempo y energías en otros trabajos “alimenticios” que apenas le dejan tiempo libre. Es, como muchos otros autores, profesor, de Plástica y Dibujo en varios centros educativos. No obstante la parte final la culminó con una beca de Acción Cultural Española en La Maison de les Auters en la Meca del cómic europeo, Angulema (Francia).