Probablemente todos no le recuerden, pero Torpedo, recogido en una integral de Panini, fue quizás el mayor guiño noir que le ha hecho el cómic español al mundo antes de ‘Blacksad’.

Imágenes: Panini / Evolution Comics

La distancia entre aquella virulencia de cómic de los años 80, que acompañó a la Movida y al despertar cultural español después de casi 40 años de pesadilla franquista, y el ‘Blacksad’ de Díaz Canales & Guarnido es más genérica que realista. Frente al compromiso social y político de muchas historias del gato antropomórfico surge el personaje principal de Luca Torelli, un matón de origen siciliano en el Nueva York clásico de la serie negra creado por Enrique Sánchez Abulí y Jordi Benet. Corrompido, violento, machista y consecuente; también una liberación y un paso adelante en el cómic español, hasta entonces dominado por la industria infantil de “sota, caballo y rey” que había dominado en España. La distancia entre el Torelli del Colt en ristre rodeado de prostitutas y pin-ups, repleto de guiños al noir americano, y el Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón o los personajes de Vázquez es sideral. Es, además, la producción gráfica española más traducida y vendida en todo el mundo. Así que un respeto.

Panini, en su sello filial Evolution Comics, ha recogido en una integral (‘Torpedo 1936’) todas las historias que fueron publicadas por diferentes revistas y editoriales. En total son más de 700 páginas salidas de ediciones originales, digitalizaciones, unificación y trabajo de restauración de planchas. Una labor propia de hormigas laboriosas que ha dado como resultado una suma completa de todo lo que fue publicado por varias revistas. Porque nunca tuvo un hogar fijo, sino que saltó de una revista a otra, de Creepy a Comix, Co&Co y Makoki… todo entre entre 1982 y el año 2000, cuando se cerró el ciclo.

Torelli vivió en el papel tintado de la fase final del mundo del papel, antes de que se extendiera la novela gráfica, las series limitadas y el lujo editorial del nuevo cómic español. Además del triunfo en su arte, tuvo incluso un detalle histórico que engrandece toda obra: la censura, desde El País a muchos otros medios en un tiempo en el que el cómic o salía en las revistas o no salía. Torpedo era como un puñetazo que no todos estaban dispuestos asumir, y era muy complicado que saliera de los circuitos de revistas. Sin embargo cuando dio el salto internacional se integró en forma de series que sí que obtuvieron el espacio y la atención que merecían.

Torpedo era cómic adulto. Y así se vendía. Eso hacía que fuera todavía más objeto de culto, uno de esos placeres elevados donde había sitio para la violencia, el sexo o la contundente crítica social bajo la serie negra exagerada del cómic. Abulí y Benet dieron rienda suelta durante dos décadas a un proyecto demoledor por su ruptura, y que casaba perfectamente con el otro quiebro que fue la Transición española, que en el mundo cultural fue realmente un cambio profundo. Era, incluso, un producto más elevado artísticamente que la mayor parte de la revolución musical y cultural de los años 80. Pero con el nacimiento del nuevo siglo el tándem se rompió por donde suelen quebrarse las bandas de música y los matrimonios: el hastío y el dinero. El hijo es suyo, y también su mayor triunfo. No han vuelto a alcanzar el grado de poderío de Torpedo, pero ahí queda su obra, inmensa y que fue premiada en el Festival de Angulema en 1986.

El bombazo en suelo francés fue el despegue de una segunda vida internacional que lo convirtió en un referente incluso en EEUU, de donde bebían muchos de los referentes e ingredientes de Torelli y su mundo de realismo sucio años 30. El éxito de Torpedo fue español pero también italiano, alemán, escandinavo, balcánico… y de todo fan que accediera a su edición en inglés. Incluso ha coqueteado con una posible adaptación al cine que todavía no llega. Quizás en parte por el tono de Torpedo, donde la violencia del crimen está tan presente como el sexo, muchas veces violento y machista, pero que le iba como anillo al dedo a un personaje que desde el principio dejaba bien claro que NO era uno de los buenos, sino un villano, un cabrón de callejones neoyorquinos repletos de sombras y lado oscuro.

Torelli era el fracaso de la civilización, una jungla de asfalto retratada mil veces en la literatura y el cine en todos los grados imaginables. Eso convirtió la serie en un mito. La compensación en la balanza era el humor, oscuro, negro, arrastrado, acorde con el resto del universo Torelli. Todo bien empaquetado. Sólo el dinero y la venganza por las mil cuitas acumuladas por su trabajo de sicario eran los motores de una historia en la que él era la voz principal. Todo en blanco y negro para crear el escenario necesario para el noir; y sin cortarse un pelo a la hora de recrear escenas terribles de crímenes y violencia. Siempre bordeando el límite. Como con sus personajes femeninos: hoy tendría muchos problemas para salir adelante de no haberse creado en los 80. Todavía hoy es un cómic señalado por el feminismo como un ejemplo de la denigración de la mujer. Todas son trazadas como pin-ups y sometidas por el poder del crimen, desde prostitutas maltratadas o violadas a femmes fatales que tienen que adaptarse a ese mundo para sobrevivir. El sexo como arma. Inteligentes, sí, puede, pero sometidas.