‘El Ministerio del Tiempo’ es más que una serie de dos temporadas que reza para tener una tercera, es un intento valiente de romper las cadenas que atan la creatividad española y meterse de lleno en la ciencia-ficción, la asignatura pendiente. Buena producción, ambición e imaginación desbordante, más allá de las audiencias.

 IMÁGENES: TVE / Onza Partners / Cliffhanger

De vez en cuando la cultura española se atreve a romper las fronteras heredadas, mucho más fuertes incluso que las impuestas. España tiene un problema serio con los géneros, tanto en literatura como en cine o la ficción televisiva. Esta parte del mundo parece abonada a la comedia costumbrista, más sainete que otra cosa, al culebrón lacrimógeno disfrazado de drama histórico, al drama puro y duro, y si pinta bien incluso puede atreverse con el género negro. Pero no le pidan más, porque no lo dará. Esas cadenas que inmovilizan la creatividad sólo se rompen en los guetos culturales, esos nichos minúsculos y marginales donde algunos géneros logra sobrevivir. La ciencia-ficción es uno de esos reinos olvidados donde España, a pesar de tener buenos autores que se multiplican en todas direcciones, no rompe las cadenas. Mientras el mundo anglosajón, francófono y asiático abraza cada vez con más fuerza la ciencia-ficción, que tiene pinta de ser el género dominante del siglo XXI, España no termina de atreverse. Salvo contadas excepciones. La serie ‘El Ministerio del Tiempo’ (lunes por la noche en TVE) es una de ellas, basada en ‘La patrulla del tiempo’ de Paul Anderson y ‘Las puertas de Anubis’ de Tim Powers, rompedora por atrevimiento y que da cierta esperanza de que la ficción nacional no es sólo chiste y lágrima fácil.

Si la producción hubiera sido producida en Gran Bretaña, Francia o EEUU muy probablemente nos llegaría precedida de un alud de reportajes, noticias y productos derivados que nos llenarían los ojos. Lo de fuera parece siempre mejor, en parte porque España tiene un serio problema con la ciencia-ficción, un género del que desconfía. Por eso la serie creada por Pablo y Javier Olivares (con Anaïs Schaaff y Javier Pascual como principales guionistas), que mezcla viajes en el tiempo, parábolas de la Física teórica, historia y arquetipos ya clásicos de la ciencia-ficción, es tan importante. Porque la producción es buena (todo es mejorable, no obstante), y que los jefes de TVE que la emiten se la tomaran como una broma durante la primera temporada, casi diera al traste con una buena idea, pero cuando los españoles intentan hacer algo distinto hay que reconocer el mérito. Y un grado de calidad y coherencia argumental que le han valido a la serie éxito internacional: se emitirá en México y Brasil, y China y Portugal han comprado los derechos para adaptarlas a sus países. Ahora que enfila la segunda parte de su segunda temporada y podría renovar para una tercera, el enésimo intento español de meterse de lleno en la ciencia-ficción bien merece nuestra atención. Vamos a intentar hablar de ella sin destripar los episodios (disponibles libremente en su web propia de TVE).

La escalera de espiral del Ministerio

La escalera de espiral del Ministerio

De todas formas su futuro es incierto. El mal explicado paro de la serie por cuestiones de producción de hace unas semanas, del que TVE no informó sino sobre la bocina y para espanto de la audiencia, que creyó que la habían cancelado sin avisar, la perjudicó en las audiencias. Tanto como para que desde entonces haya caído lentamente hacia lo que queda de la serie, que son apenas un par de capítulos con el de hoy. Pero la verdadera audiencia e impacto de la serie no está en la televisión tradicional, sino en internet, donde se ha convertido en un fenómeno de culto (“los ministéricos”), el soporte donde se pueden ver todos los capítulos y en el que piden a gritos que, dado el menosprecio de la pésimamente gestionada TVE, quizás fuera buena idea que la productora de Olivares pasara la serie a Netflix. De hecho ya hay una campaña para que pueda salvarse la producción y al menos que haya una tercera temporada segura, cosa que por ahora no está nada claro. Además la plataforma en España, que no tiene un catálogo tan grande como el de EEUU, haría bien en hacer este tipo de guiños al público nacional para meterse mucho más en el mercado.

Un ministerio para preservar la Historia

La idea inicial es interesante: existe un ministerio secreto y atemporal del Estado español que se encarga de que el continuo histórico no se rompa, evitar que cambie la Historia de España (por trágica e injusta que sea) y no provocar mil variaciones incontrolables en el presente. El ministerio ocupa un antiguo monasterio en Madrid, oculto, donde existen cientos de puertas numeradas alrededor de una espiral descendente que parece un guiño a las obras de Escher. Cada puerta lleva a un momento concreto del pasado, pero no del futuro. El tiempo avanza y permite retroceder, pero no a la inversa: no se puede viajar al futuro desde 2016 en adelante, pero sí retroceder incluso hasta la época en la que se pintaron las Cuevas de Altamira.

Para controlar que nada cambie y todo siga su curso el ministerio tiene patrullas que arreglan los estropicios ocasionales o de terceros que también pueden viajar en el tiempo. Y esas patrullas están formadas por personas de todas las épocas, sin familia ni ataduras fuertes a sus escenarios temporales, a las que se les revela la verdad para que colaboren. Porque, y esta es una primera vuelta de tuerca, el ministerio existe en todas las épocas. Hay un ministerio de 1612 que se encarga de patrullar desde esa fecha hacia atrás; la institución es la misma, pero su radio de actuación temporal se circunscribe a su momento hacia el pasado. Por eso los agentes de 2016 sí pueden viajar a ayudar a Cervantes y Lope de Vega, pero los agentes de 1612 no pueden viajar hacia el futuro. Salvo que los agentes de 2016 los recojan y se los lleven… ¿entienden por qué escribir sobre viajes en el tiempo es tan complicado?

En 1895 H. G. Wells dio rienda suelta a su imaginación y se atrevió a ser pionero de un subgénero de la ciencia-ficción que, amparado en una serie de normas lógicas y un poco de Física Teórica. ‘La máquina del tiempo’ abordaba de manera libre un viaje hacia el futuro lejano. En ‘El Ministerio del Tiempo’ la obsesión es el pasado: regresión y vuelta al presente. La serie se centra en la conservación temporal más que en la exploración libre. Es una institución gubernamental, sometida a normas, límites y deberes. Pero eso no quita para que reclute a Velázquez para sus misiones, o que forme un grupo con un enfermero del siglo XXI (Rodolfo Sancho, que interpreta a Julián Martínez), una intelectual feminista de finales del siglo XIX (Aura Garrido, que da vida a Amelia Folch) y un soldado del XVI (Alonso de Entrerríos, interpretado por Nacho Fresneda) en la primera temporada, o que incluya a un policía de los años 70-80 del pasado siglo (Pacino, interpretado por Hugo Silva) en la segunda. Y todo sin máquinas viajeras, la ganzúa con la que Wells abrió el subgénero. No, aquí todo es más sencillo: hay una puerta, con un número, que conduce a una fecha del pasado. Y cuando la cruzan y cierran tras de sí sólo se oye el tic-tac de un reloj para dar a entender que ya han pasado al siguiente lugar. Aparecen al otro lado de otra puerta conectada con 2016. Así de simple y obvio. ¿Para qué complicarlo más? Recuerden, es fantasía.

Una de las claves de la serie es la propia Historia de España, liberada de mitologías, pasa descarnada y cómica, berlanguiana incluso (el episodio de la segunda temporada en la que viajan a la Guerra de la Independencia a salvar a un antepasado de Adolfo Suárez roza el esperpento e incluye un Napoleón melancólico), reivindicada y denunciada en más de una ocasión. El Cid, por ejemplo, es una de las figuras reubicadas en el imaginario colectivo: no desvelamos la trama del episodio de la segunda temporada, pero queda claro que una cosa es el ideal caballeresco y otra el verdadero Cid, que no pasaba de ser un mercenario embrutecido y corrupto obsesionado con la guerra. No importa la época, las injusticias o las circunstancias, los patrulleros del tiempo deben resolver el problema y dejarlo todo como (se supone) ocurrió. También se adentran en la Guerra de Independencia, el Siglo de Oro, la posguerra, la Segunda Guerra Mundial, y hay episodios memorables como el del asesino psicópata que mata y viaja en el tiempo, o el especial de dos capítulos sobre los últimos de Filipinas en 1898-99 que parece más una película que una serie, por no hablar de la visita a Houdini, una epidemia de Gripe Española insertada en 2016 por error… y una larga lista de saltos.

El equipo en uno de los saltos a los años 20

El equipo en uno de los saltos a los años 20

Pero por el camino la imaginación desbordante del mito de la puerta temporal (literalmente, porque se pasa de 2016 al siglo XI abriendo y cerrando una puerta numerada) también deja resquicio para la otra clave: el diseño de los personajes. Cada uno de ellos arrastra un trauma que se acentúa al ser conscientes de que pueden viajar en el tiempo y resolverlo. Así, algunos intentan salvar a esposas muertas en accidentes, o a sus hijos del cadalso, incluso atreverse a ver dónde están enterrados y saber en qué año murieron. Está prohibido por el ministerio hacerlo, porque, ya saben, “cualquier alteración puede crear una deriva incontrolable que afecte a toda la Humanidad”. Y los que lo intentan son sancionados o enviados al particular calabozo ministerial: un castillo-mazmorra en el Pirineo de Huesca en pleno siglo XII. Pero la tentación es enorme: ¿si pudieran no viajarían a 1918 y matarían a Hitler antes de que entrara en política?, ¿no avisarían a todos del 11-S o del 11-M si pudieran?, ¿acaso no viajarían atrás en el calendario para ver al ser querido muerto e incluso salvarle? Nada hay más humano que eso. Pero está prohibido, porque el continuo histórico vale más que todas las vidas y todas las historias personales.

Esos límites dan pie a numerosas subtramas personales de cada uno, creando problemas al trabajo diario del Ministerio, que complican todo y hacen que la serie tenga un fondo más ambicioso. Igual que su producción: lentamente la serie ha dado paso a un producto transmedia donde tan importante es el site de TVE sobre la serie, que además de permitir que los fans (los “ministéricos”, responsables de su salvación en gran medida con su apoyo) inventen sus historias amateur paralelas, también tiene un programa que les permite visitar virtualmente el Ministerio e incluso ser reclutado. Sin embargo esta ambición y expansión podría no ser suficiente: hay que renovar la serie, y aunque la audiencia de los lunes por la noche está por encima de la media del canal público lo cierto es que no termina de enganchar del todo. Sería una verdadera pena perder una serie así. Con TVE nunca se sabe, porque en el fondo ‘El Ministerio del Tiempo’ se ha salvado (por ahora) porque hay que entenderla más allá de las audiencias, como un atrevido intento de normalización cultural. Y con éxito: la serie ha sido Premio Onda y Fotograma de Plata en 2015. A ver cuánto “tiempo” puede comprar. ¿Habrá tercera temporada?

Hugo Silva (derecha) se unió al reparto en la segunda temporada

Hugo Silva (derecha) se unió al reparto en la segunda temporada

Los actores y los detalles de la serie

La serie tiene una nómina de actores y actrices muy extensa, y utiliza el recurso del “actor/actriz invitado/a” para poder expandir cada capítulo, que suele durar una hora. Los principales son Rodolfo Sancho (que da vida a Julián Martínez), Aura Garrido (Amelia Folch), Nacho Fresneda (Alonso de Entrerríos), Jaime Blanch (el jefe, Salvador Martí), Juan Gea (Ernesto Jiménez, la mano derecha de Martí), Cayetana Guillén-Cuervo (Irene Larra, conspiradora, traidora, redimida y socia sucesivamente) y Francesca Piñón (Angustias Vázquez, secretaria de Martí y agente ocasional) y el añadido de la segunda temporada, Jesús Méndez “Pacino” (Hugo Silva).

Pero por la pantalla han desfilado también Natalia Millán (Lola Mendieta), Mar Ulldemolins (Maite), Julián Villagrán (Diego Velázquez), Ramón Langa (Ambrosio Spínola, en un episodio de la serie y que tuvo el lujo de hacerse un guiño a sí mismo al repetir la frase de Bruce Willis en ‘La Jungla de Cristal’ en una escena, ya que él lo ha doblado siempre), Mar Saura (Susana Torres, funcionaria conspiradora al servicio de un empresario norteamericano que quiere dominar los viajes en el tiempo), Víctor Clavijo (Lope de Vega), Miguel Rellán (Gil Pérez, agente en el siglo XVII).

Algo tan complejo como viajar en el tiempo requiere de detalles que cierren el círculo. Por ejemplo: el secreto sobre su existencia es absoluto, y ni siquiera otras ministerios conocen su existencia, sólo un grupo aguerrido y fiel de funcionarios que operan al margen de los gobiernos. Aparte del presidente, el rey de turno o los validos, nadie osa alterar su secreto. En la serie, además, no hay un control total sobre las puertas; sólo el subsecretario y jefe de todo, Salvador Martí (interpretado por Jaime Blanch), tiene en una libreta anotados los números de las puertas y a qué momento histórico conduce. Y los agentes sólo pueden operar dentro de territorio español, nunca fuera. Eso significa que pueden viajar a otros países, pero para volver a su tiempo tienen que hacerlo en suelo español. Y lo mejor: los agentes, para comunicarse entre escenarios espacio-temporales dispares lo hacen por… teléfono. Así de sencillo: una llamada y una persona en Castilla en el año 1200 puede llamar a su jefe en 2016. Y viceversa. Para conocer esos detalles, historias paralelas y mucho más el lector puede acudir a ‘El tiempo es el que es’ (Plaza & Janés), publicado este mismo año a partir de un guión descartado. O la web de la serie, que resuelve muchas dudas.

MdT

El reparto fijo de la serie al completo en una imagen promocional

Lope de Vega, rescatado dos veces por el Ministerio

Lope de Vega (Víctor Clavijo), rescatado dos veces por el Ministerio

Cervantes, personajede la segunda temporada

Cervantes, personaje de la segunda temporada

García Lorca conoce a Julián en uno de los saltos temporales

García Lorca conoce a Julián en uno de los saltos temporales

Houdini, personaje de uno de los capítulos

Houdini, eje de uno de los capítulos más interesantes de la segunda temporada, donde incluso se jugaba con el poder de la premonición de uno de los personajes secundarios

Los últimos de Filipinas

Imagen del episodio doble sobre ‘Los últimos de Filipinas’, uno de los proyectos más ambiciosos dentro de la propia serie y donde se narran ficcionadas las historias paralelas de los resistentes de Baler en 1898