Cien años desde que arrancara el primer gran conflicto bélico que determinó la historia del siglo XX. El cine, con un acentuado y deliberado enfoque antimilitar y pacifista, ha sido el narrador más popular y crítico de la olvidada Gran Guerra.
“Ahora nos llama nuestra tierra. La patria necesita líderes. Tenemos que dejar a un lado las ambiciones personales y empezar a sacrificarnos por nuestro país. He aquí un glorioso comienzo para sus vidas. El campo del honor les llama. ¿Por qué siguen aquí?”, incita un manipulador profesor a sus alumnos en ‘Sin novedad en el frente’ (Lewis Milestone) (1930). El docente, como si se tratara de un reclutador de soldados, recuerda una motivadora frase del poeta Horacio utilizada por las legiones romanas: “Hermoso y digno es morir por la madre patria”. Pero, ¿realmente es así?
Tras casi cuatro años en el frente, Paul Bäumer, uno de los alumnos a los que engañó, regresa a la escuela mientras escucha otro incendiario mensaje de su profesor a sus nuevos pupilos. Paul hace tiempo abrió los ojos. Milestone regala previamente al espectador un conmovedor encuentro de Bäumer con un soldado francés, al que mata, en el cráter originado por un proyectil. Los remordimientos pesan más que la patria: “¿Qué puedo decir que no sepáis? Vivimos en las trincheras, luchamos, intentamos seguir vivos y a veces nos matan. Es todo (…). Es sucio y doloroso morir por la patria. El mejor modo de servirla es seguir con vida. Hay millones de hombres muriendo por su país, ¿a quién beneficia?”.
La Primera Guerra Mundial surgió en un momento histórico de exaltación nacionalista, en plena carrera colonial, con jóvenes naciones como Alemania e Italia compitiendo contra grandes imperios, Francia, Reino Unido, Rusia y los dos ‘enfermos de Europa’: Austria-Hungría y Turquía, ambos llenos de pequeñas nacionalidades reclamando su independencia. La guerra, precisamente, se desencadenó tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del imperio austro-húngaro, y su mujer en Sarajevo el 28 de junio de 1914 a manos de una nacionalista serbio (Gavrilo Princip). La guerra comenzaría un mes después.
Otra guerra en honor a la patria. Dos cobardes soldados italianos, un milanés y un romano, desnudan las intenciones de los gobernantes en ‘La Gran Guerra’ (Mario Monicelli) (1959) antes de ir al frente:
-Esta guerra no es la mía. Mi guerra es contra los especuladores y emboscados cobardes. Y esos no creas que están solo en Austria y Alemania. Están en todas partes. Y yo no estoy dispuesto a morir por ellos. Eso ni pensarlo”, brama el revolucionario milanés, interpretado por Vittorio Gassman.
-Es verdad. La patria necesita hechos y no muertos, asiente el romano, con el rostro de Alberto Sordi.
‘La gran guerra’
Y volvemos a ‘Senderos de gloria’ (Stanley Kubrick), como compendio del cine de la Gran Guerra, con el coronel Dax desmontando las patrióticas arengas del general Mireau para conquistar la Colina de las Hormigas sin miedo a una muerte casi segura:
-No soy un toro, mi general, no me ponga delante la bandera de Francia para que embista.
-No me gusta que compare la bandera de Francia con un capote de toreo.
-No he querido ser irrespetuoso con nuestra bandera, señor.
-Quizás esté anticuada la idea de patriotismo, pero donde hay un patriota hay un hombre honrado.
-No todos opinan, así. El doctor (Samuel) Johnson decía algo muy distinto sobre el patriotismo.
-Y, ¿se puede saber lo que decía?
-Dijo que era el último refugio de los canallas.
‘Feliz Navidad’
El enemigo público número uno
El enfoque crítico del cine hacia la Gran Guerra ha contado con la firme reprobación de los mandos militares y políticos. La sociedad no debía cuestionarse el conflicto. Alemanes, franceses y británicos ya censuraron la famosa Tregua de Navidad de 1914, retratada en la reciente ‘Feliz Navidad’ (Christian Carion) (2005). La mayoría de las cartas y fotografías de los soldados fueron interceptadas. El antibelicismo cinematográfico sería también un obstáculo que eliminar. Pero el cine fue más complicado de controlar.
Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda e Información del régimen nazi, definió a ‘La gran ilusión’ (Jean Renoir) (1937) como “el enemigo público cinematográfico número uno”. La locura nazi contra el cine. Goebbels despreciaba la confraternización entre bandos mostrada por Renoir, piloto en la Gran Guerra. El aristócrata capitán Von Rauffenstein (el actor vienés Erich von Stroheim) invita a comer a dos soldados franceses tras derribar su avión. Camarería y respeto. Todos los oficiales alemanes se levantan ante una corona con una frase muy alejada del odio nazi: ‘Que la tierra sea leve con nuestros enemigos’.
Von Rauffenstein pide perdón al capitán Boeldieu (Pierre Fresnay) tras acabar con su vida. Goebbels no soportaba la película de Renoir, estrenada en los albores de la Segunda Guerra Mundial como un infructuoso intento de confraternización entre pueblos. “Realicé esta película porque soy pacifista. Para mí, un verdadero pacifista es un francés, un americano, un alemán auténticos. Llegará el día en el que los hombres de buena voluntad se encontrarán en el terreno neutral del entendimiento (…). A ‘La gran ilusión’ le debo probablemente mi fama. También le debo muchos malentendidos. Pero me equivoqué en cuanto al poder del cine y, pese a su éxito, no detuvo la Segunda Guerra Mundial”, lamentaba Renoir.
‘La gran ilusión’
El director francés mostraba a una viuda alemana acogiendo en su casa a dos presos franceses fugados. “Mi marido murió en Verdún. Mi marido con sus hermanos. Murieron en Lieja, Charleroi y Tannenberg. Nuestras mayores victorias. La mesa cada vez es más grande”, describe a sus huéspedes mientras enseña una foto y se enamora de uno de los soldados: el teniente Maréchal (Jean Gabin, la leyenda artística francesa del momento). La actriz alemana Dita Parlo, la viuda que recoge a los combatientes franceses, fue acusada en su país de “traidora”. Alemania censuró ‘La gran ilusión’ porque “enervaba el espíritu nacional”. La cinta de Renoir se prohibió, además, en la Italia de Mussolini y en Bélgica. Hasta Francia cortó 18 minutos de la película.
La reacción pacifista del cine con la Gran Guerra se encontró con más problemas. Antes de ‘La gran ilusión’, Goebbels, con un grupo de ‘camisas pardas’, había actuado contra otro conocido filme antibelicista: ‘Sin novedad en el frente’ (Lewis Milestone) (1930). Comparecieron en el estreno de la película en Berlín. Reventaron el acto lanzando bombas de humo y polvo al público. Para los nazis, la película y la novela homónima en la que está basada tenían una concepción de la guerra “no alemanas”. El cine ya era un firme enemigo para el futuro ministro de Propaganda e Información nazi.
Pero no solo Alemania ha censurado el cine sobre la Primera Guerra Mundial. ‘Senderos de gloria’ (Stanley Kubrick) (1957), acabada incluso la Segunda Guerra Mundial, soliviantó a muchos países de influencia francesa. No se estrenaría en Francia hasta 1975. La película escandalizó a los mandos militares. Veteranos de la Gran Guerra, al más puro estilo Goebbels, protestaron contra el estreno en Amberes y Bruselas en febrero de 1958. Consiguieron la censura de la película. Como en Suiza e incluso en la zona francesa del Berlín ocupado. El antimilitarismo molestó igualmente a Estados Unidos. ‘Senderos de gloria’ se prohibió en sus bases militares. Ni que decir tiene que también en España durante la dictadura militar franquista. El cine era el enemigo público número uno para quienes ensalzaban la guerra como instrumento para cumplir objetivos políticos y defendían la legitimidad de la Gran Guerra.
Mudas, superproducciones, europeas y obras maestras
La historia la escriben los vencedores. La Segunda Guerra Mundial reformuló por completo el mapa político del mundo. También el cine. Estados Unidos, definitivamente, se convirtió en el epicentro del Séptimo Arte. El cine bélico, en medio de la Guerra Fría, supuso una herramienta más de propaganda con películas de claro tinte patriótico. Las sucias trincheras de la Gran Guerra, con una reducida participación de Estados Unidos, no interesaban en Hollywood.
El cine de la Primera Guerra Mundial nos permitiría crear una filmoteca menos cuantiosa que su hermano mayor, el cine de la Segunda Guerra Mundial, pero, sin embargo, con títulos más interesantes. Destacan cuatro grandes obras maestras: la ganadora del Oscar a la Mejor Película ‘Sin novedad en el frente’ (Lewis Milestone) (1930), ‘La gran ilusión’ (Jean Renoir) (1937), ‘Senderos de gloria’ (Stanley Kubrick) (1957) y ‘Johnny cogió su fusil’ (Dalton Trumbo) (1971). Fieles representantes de un cine muy crítico con la Gran Guerra. Sin héroes.
El cine mudo ya se había fijado en la guerra: ‘Armas al hombro’ (Charles Chaplin) (1918); ‘Corazones del mundo’ (D.W. Griffith) (1918), película panfletaria para apoyar la entrada de Estados Unidos en la Gran Guerra; ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’ (Rex Ingram) (1921), adaptación de la homónima novela de Vicente Blasco Ibáñez; ‘El gran desfile’ (King Vidor) (1925), un referente en el primer cine antibélico; y ‘Alas’ (William A. Wellman) (1927), primera ganadora del Oscar a la Mejor Película.
‘Sin novedad en el frente’
El cine sonoro anterior a la Segunda Guerra Mundial intentaría sin éxito detener un nuevo conflicto. De esta época son ‘Sin novedad en el frente’ (1930) y ‘La gran ilusión’ (1937), pero también ‘Cuatro de infantería’ (Georg Wilhelm Pabst) (1930), otra producción censura por los nazis, y ‘Adiós a las armas’ (Frank Borzage) (1932), adaptación con Gary Cooper de la homónima novela de Hemingway. Menos crítica es ‘La patrulla perdida’ (John Ford) (1934) y claramente panfletaria es ‘El sargento York’ (Howard Hawks) (1941), de nuevo con Gary Cooper, que ganó por su actuación el Oscar al Mejor Actor.
La Segunda Guerra Mundial, con una participación mucho más intensa de Estados Unidos, desterró en Hollywood a la Gran Guerra, reducida a escenario de tramas superiores en superproducciones como ‘La reina de África’ (John Huston) (1951), ‘Lawrence de Arabia’ (David Lean) (1962), ‘Doctor Zhivago’ (David Lean) (1965) e incluso ‘Memorias de África’ (Sydney Pollack) (1985). ‘Senderos de gloria’ (1957), el antimilitarista alegato de Kubrick, recuperó el interés del cine y el merecido protagonismo por la Primera Guerra Mundial.
El cine europeo, desde entonces, captó el mensaje mientras el estadounidense se centraba en filmes heroicos de la Segunda Guerra Mundial. Tras ‘Senderos de gloria’, se estrenaron la italiana ‘La gran guerra’ (Mario Monicelli) (1959), las británicas ‘Rey y patria’ (Joseph Losey) (1964) y ‘¡Oh, qué guerra tan bonita!’ (Richard Attenborough) (1969) y la australiana ‘Gallipoli’ (Peter Weir) (1981). Estados Unidos aportó, eso sí, ‘El barón rojo’ (Roger Carmon), sobre el mítico aristócrata piloto alemán, y sobre todo ‘Johnny cogió su fusil’ (1971).
El cine francés ha sido en los últimos años el más preocupado por la Gran Guerra con Bertrand Tavernier como impulsor con ‘La vida y nada más’ (1989) y ‘Capitán Conan’ (1996). Otras producciones son ‘El pabellón de los oficiales’ (François Dupeyron) (2001), ‘Largo domingo de noviazgo’ (Jean-Pierre Jeunet) (2004), ‘Feliz navidad’ (Christian Carion) (2005) y ‘The childhood of a leader’ (Brady Corbet), con Robert Pattinson, Tim Roth y Juliette Binoche, que se estrenará en 2015. Este mismo año, el día de Navidad en España, llegará la cinta australiana ‘The water diviner’, con Russell Crowe debutando como director buscando a sus tres hijos tras la batalla de Gallipoli. Las últimas grandes trincheras del cine habían sido las de Steven Spielberg en ‘Caballo de batalla’ (2011).
‘Largo domingo de noviazgo’