Superman inauguraba el género de superhéroes en 1938. Desde entonces, la aureola del machismo ha pululado por las historietas, en las que pisaba con fuerza Wonder Woman, precursora de la libertad de las féminas en las viñetas, copadas hoy por mujeres de armas tomar.

IMÁGENES: Panini Comics / DC Comics / Marvel Comics

“Estaba haciendo lo que toda chica en momentos de crisis; empolvarme la nariz, claro”. Stan Lee y Jack Kirby, demiurgos de Los Vengadores, dibujaban esta frase para Avispa (Janet Van Dyne), que en los años 60 se escaqueaba de la pelea con esta declaración a lo Penélope Glamour. Marvel acunaba medio siglo después a Hit-Girl (Mindy McCready), “la justiciera criada para ser la heroína más chunga y mortal del mundo”, como la define el novelista Scott Snyder en el prólogo de la primera historieta en solitario del personaje. La niña de la peluca morada y el antifaz, parida por Mark Millar, resoplaría seguramente al escuchar a la primera Avispa. “Somos superhéroes, tío, tenemos que estar donde cubre”, grita la motera a su amigo Kick-Ass.

Y es que las superheroínas han evolucionado. La sombra del machismo del que ha sido acusado el cómic se disipa. Ella no se evade de la lucha, ha dejado de ser la acompañante, la chica en apuros, la mediadora de discusiones entre el resto de la manada (como le ocurría a Sue Storm en ‘Los Cuatro Fantásticos’), la simple contracara del protagonista (Catwoman se desligó de Batman con sus propias historietas) e incluso posee en ocasiones una fuerza mayor (antes, Jean Grey necesitaba al profesor Xavier para mejorar su rendimiento en los X-Men; ahora es Hit-Girl la encargada de entrenar a Kick-Ass en el arte de la lucha, la pelea con puñales y el tiro con rifle automático).

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Aplaude con orgullo Gail Simone. La guionista creó en los albores del 2000 la web ‘Women in refigerator’, cuyo nombre parte de aquella escena en la que Linterna verde halla a su pareja asesinada en la nevera. La página se hace eco de la victimización de algunos personajes femeninos para el avance del héroe en el relato. La diferencia entre sexos se percibe desde el mismo apodo. Como asegura Mike Madrid en ‘The supergirls’ “hay muchos hombres en el cómic: Superman, Batman, Spiderman… Al margen de Wonder Woman no hay muchas mujeres, e incluso menos damas, pero hay muchas chicas: Supergirl, Powergirl, La Chica Maravilla, La Chica Invisible…”.

El desagravio se instalaba también en la propia industria, pues los créditos apenas recogían firmas de ilustradoras o redactoras. Ellas levantaron armas en 1944 con la fundación de Las Amigas de Lulú, asociación que apostaba por la visibilidad femenina en un mundo dominado por los hombres, por las lectoras chicas y por mujeres protagonistas más allá de los cómics románticos y pastelosos. No había arrancado aún la segunda ola del feminismo ni Kennedy había introducido su política de igualdad de sexos, pero Wonder Woman alfombraba su camino hacia la victoria después de la irrupción de heroínas de corto recorrido como Fantomah (publicada por Fiction House en 1940).

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La Princesa Diana de los Amazonas (imagen de portada) se ha ganado un puesto en la Trinidad de DC Cómics (junto a Superman y Batman) desde que apareciera en este universo de colorines, en 1941, como “un modelo de conducta feminista cuya misión era llevar a un mundo desgarrado por el odio del hombre los ideales de las amazonas de amor, paz e igualdad sexual”, según aseguraba el inventor de la criatura, William Moulton Marston. El psicólogo, ideólogo de lo que hoy conocemos como el polígrafo, ilustró a su protagonista con el lazo de la verdad, aunque es cierto que ese látigo también suponía su punto débil y en los primeros relatos abundaban las situaciones donde Wonder Woman era atada y no al revés. Esa tónica se repitió en otras iguales de la Mujer Maravilla.

Los poderes de ellas raramente se centraban en lo físico, tendían a ser más bien evasivos, defensivos o más débiles (la villana Bruja Escarlata propiciaba tropezones con objetos y La Chica Maravillosa ejercía una telequinesia mucho más endeble que la inolvidable Carrie White, de Stephen King, hasta que Chris Claremont la convirtió en uno de los personajes más carismáticos de Marvel). Sue Storm se volvía invisible y podía huir del combate; ejercía de madre para los otros Tres Fantásticos y se enamoró del científico (siempre se hablaba de los estudios de ellos, nunca de la cultura de ellas). Mientras, Avispa tornaba más pequeña y apenas volaba (como mucho incordiaba a los adversarios como una vulgar mosca). Pero con los años, la segunda lideró Los Vengadores (en los 80) y Lee la dotó de un aguijón más gallardo; y la primera se alzó a lo más alto del podio con John Bryne (también en los 80): “Siempre que hago una serie escojo a un personaje al que adopto. Y en esta ocasión escogí a Sue. Nadie había hecho nada con ella en 22 años”, lamentó.

De la cocina al barro para salvar el planeta

Las mujeres han dejado de ser el sexo débil en el cómic. Wonder Woman se vistió provocativa, arrojó el mandil y ató a la represión con su lazo de la verdad para aleccionar a sus coetáneas (y a cuantas se unían a la fiesta). La fuerza y el carisma de ellas han ido ganando enteros con las décadas mientras las viñetas dejaban en una cuneta los prejuicios sexuales (la Batichica, creada por Bob Kane y desaparecida en el 76, reapareció para revelar su homosexualidad en 2006, después de confesar su romance con la detective Renee Montoya) o de religión (la próxima heroína de Marvel será Kamala Khan, una musulmana de 16 años capaz de cambiar de forma. La pakistaní irrumpirá así en este mundo donde abundan los hombres blancos que rescatan La Tierra). A las primeras superheroínas les ocurrió como a Joan Jett. El profesor de guitarra de la reina del rock le advirtió: “Las chicas no tocan la guitarra eléctrica”. Ahora suena Tulane (con la voz de la abuela del punk) cuando Hit-Girl monta en su Ducati.

The Supergirls - Mike Madrid