Este año ha sido bueno para la arqueología que fija su mirada en Grecia: por fin se comprobó que se había encontrado la tumba de Filipo II, rey de Macedonia y uno de los mayores líderes bélicos y políticos de la historia de la antigua Grecia, sólo eclipsado por su hijo Alejandro Magno, cuya tumba siguen buscando aunque probablemente ya sea sólo polvo. 

Los griegos amaban contar historias. Todavía hoy lo hacen. Las malas lenguas aseguran que todo el problema de la crisis crediticia griega es un gran puzzle en el que los imaginativos y taimados helenos han vuelto locos a los cartesianos europeos del norte. Sea como fuere, las historias y las leyendas conforman gran parte de su Historia. Y de la nuestra, ya que no seríamos ni la mitad de lo que somos sin el legado griego. Por eso encontrar la tumba de un gran personaje que cambió el devenir de Grecia y de Occidente es una buena noticia. Más todavía cuando se trata de Filipo II, rey carismático que en vida pasó de ser el caudillo de un reino norteño que muchos decían no era griego de verdad a ser el amo absoluto de toda la Hélade, famoso por las Filípicas contra él y por su inteligencia política: en lugar de arrasar con todo respetó leyes y polis a cambio de vasallaje. A pesar de ser un “bruto del norte”, más allá de donde se creía terminaba Grecia, se comportó como un auténtico Medici para dominarlos a todos.

La historia narra los acontecimientos así: Filipo II, rey de Macedonia y príncipe dominante del resto de Grecia (Esparta y Atenas incluidas), sufre un lanzazo en una de sus piernas en el 339 a.C. Está a punto de morir pero se recupera, como tantas otras veces que ha caído herido (y han sido muchas). Pero la herida le rompe la rodilla, literalmente la atraviesa dejando un agujero, y la dobla hacia dentro hasta el punto de dejarlo cojo de por vida. Le quedarían tres años más de vida hasta el famoso banquete donde fue asesinado. En ese lapso de tiempo abandonó a su astuta pero rencorosa primera mujer, Olympia, madre de Alejandro, y se casó con una joven chica de apenas 17 o 18 años llamada Cleopatra. Con ella tuvo un hijo que nació muy poco antes de que Filipo II fuera asesinado por uno de sus guardias personales, supuestamente furioso porque el monarca había sentenciado en su contra en una disputa. Demasiada ira para un tema menor.

Filipo II Macedonia 3-coronas

Esquema de la tumba y parte del ajuar encontrado en ella

Siempre se ha especulado que la conspiración bien pudo ser obra de Olympia, la antigua esposa furiosa por haber sido abandonada y deseosa de ver a su hijo Alejandro en el trono. También se sospecha del propio Alejandro, que veía en su colérico y astuto padre un obstáculo para sus sueños de heroicidad y divinidad. Sea como fuere, Alejandro subió al trono y enterró a su padre, su segunda esposa y su hijo de apenas unos meses en los campos de túmulos que hoy son parte de la villa de Vergina, en el norte de Grecia. Se llaman así porque era una zona de enterramientos antiguos de las élites macedonias: los poderosos eran enterrados como antiguamente, en túmulos artificiales que pasado el tiempo se convertían en bases de colinas. Los hay por toda Europa. Esas tumbas fueron examinadas en los años 70 por el arqueólogo Manolis Andronikos, que los fechó en el siglo IV a.C., es decir, en los tiempos de Filipo y Alejandro.

En el campo de túmulos encontró varias tumbas, catalogadas como I y II. La primera era clave: el cadáver del gran señor enterrado tenía una rodilla agujereada y doblada. Además a su lado había una mujer muy joven y entre sus piernas un bebé con apenas semanas. ¿Filipo y familia? Durante años se investigó en profundidad y se catalogaron más enterramientos. Pero aquel era el único que concordaba con el relato histórico. Hasta este año: un mano a mano entre Juan Luis Arsuaga, investigador jefe del yacimiento de Atapuerca, unió sus conocimientos en antropología forense usados en este tesoro de la evolución humana con Antonios Bartsiokas (Universidad de Democritus), investigador arqueológico que han determinado con exactitud en un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences que, en efecto, el hombre de la tumba I es Filipo II, que la joven es Cleopatra y el bebé muerto su hijo. La clave de todo ha sido esa rodilla herida por la anquilosis que le dejó lisiado. Arsuaga, Bartsiokas y sus ayudantes abordaron el caso como si se tratar de un crimen, de tal forma que ciencia forense, arqueología y antropología se unieron en un mismo equipo.

Acumularon decenas de informes previos para documentar las excavaciones en Vergina y poder saber el contexto, incluyendo las opciones de que Filipo estuviera en otra tumba por la gran cantidad de decoración, altares, elementos rituales y pinturas que se encontraron en otras tumbas. Pero sólo aquella parecía superponerse con la historia tradicional. La datación de los huesos fue clave para saber si coincidían los ciclos cronológicos: en efecto el cuerpo del hombre estaba entre los 45 y los 50 años, una horquilla de edad en la que entraba Filipo, Cleopatra y el pequeño niño. Determinadas parte de los huesos humanos (especialmente en los largos de mayor tamaño) se puede calcular la edad a partir de los recubrimientos de calcio superpuestos, un método muy parecido al que se usa en botánica para datar los árboles a partir de los anillos del tronco. También se analizaron las dentaduras y se aplicaron otras técnicas propias de las autopsias. El problema era que la tradición arqueológica indicaba lo contrario: pero nada mejor que un par de forenses especiales para tirar abajo tradiciones. Y la clave era aquella rodilla destrozada, atravesada y anquilosada de por vida.

Batalla de Issos

Y ahora: ¿dónde está la tumba de Alejandro Magno?

Es una cuenta pendiente de los arqueólogos, encontrar la tumba de Alejandro, muerto en Babilonia en el 323 a.C semanas antes de iniciar su expedición para conquistar Arabia. Entre las muchas hipótesis de su fallecimiento hay una con cierta base científica a partir de las descripciones de la época: malaria. Quizás la contrajera durante la última campaña en los pantanos que había entonces al oeste de la ciudad para poder mejorar la calidad de vida de la urbe. Otras teorías apuntan a un envenenamiento, pero lo cierto es que lo más probable sea la malaria. Ahora bien, ¿dónde fue enterrado el que era el gobernante más impresionante de su tiempo? Opciones para Macedonia: la famosa tumba II en Vergina y la posible tumba circular de Anfípolis. Falsa pista: en 2013 se desestimó ya que no se había excavado lo suficiente la zona, y tampoco se entendía que fuera

Sólo hay una vía aceptada por todos: Egipto, concretamente en Menfis, después de que Ptolomeo robara el catafalco de Alejandro, que supuestamente había pedido ser enterrado en Egipto. Luego Ptolomeo II se llevó el sarcófago (de oro macizo en una primera etapa) a Alejandría. Allí se construyó en los años siguientes un mausoleo (llamado Soma) para que fuera adorado como un dios, ya que incluso en época del Imperio Romano se le rindió culto. Su sarcófago fue fundido por Ptolomeo XI para pagar a sus soldados y sustituido por uno de vidrio labrado, y que se convirtió en objeto de adoración y peregrinación por los sucesivos líderes romanos: Julio César, Marco Antonio, Augusto, Tiberio, Calígula, Vespasiano, Tito, Severo (que ordenó sellarla para protegerla)… y el último, Caracalla, en el año 215 d.C.

Reconstrucción del catafalco de Alejandro

Reconstrucción del catafalco de Alejandro Magno

Su pista se pierde a partir del siglo III, cuando el Imperio cayó en crisis profunda y Alejandría sufrió rebeliones y saqueos, terremotos y tsunamis que casi la arrasan por completo, incluyendo la zona central donde se supone que estaría, el mausoleo Soma. También se sospecha de los cristianos de Alejandría, famosos ya por quemar la mítica Biblioteca y que se habrían llevado por delante también el sarcófago. Se perdió para siempre y de forma definitiva en el siglo IV. Pero hay decenas de teorías, tantas que finalmente se ha convertido en carne de conspiración.

Muchos creen que el cuerpo de Egipto era falso y que se urdió una trama entre Ptolomeo y los legisladores macedonios para poder llevarlo a su vieja patria para ser enterrado allí mientras Egipto mostraba un cadáver falso. Siguiendo esa línea del doble hay teorías para todo: se quedó en Babilonia, fue enterrado en medio del desierto egipcio, en las montañas de Afganistán, la India, el Cáucaso, Asia Menor; incluso una de las más “arriesgadas”, la de Venecia: el cuerpo momificado de Alejandro fue trasladado a Venecia como si fuera el de San Marcos, y que reposaría en la cripta de la basílica veneciana del mismo nombre.

Imperio de Alejandro Magno

Imperio de Alejandro Magno