Un pasito más en la fiebre de la búsqueda de la nueva Tierra: la Agencia Espacial Europea (ESA) ha encontrado un exoplaneta a 63 años luz de color azul como el nuestro.

Un equipo de astrónomos ha definido por primera vez el verdadero color de un planeta que orbita en torno a una estrella distinta del Sol, un tono cobalto que recordaría a la Tierra vista desde el espacio. Utilizando el telescopio Hubble de la NASA y la ESA, los astrónomos han podido estudiar el planeta, conocido como HD 189733b, y descubrir que no sólo se trata de un cuerpo de gas gigante muy cercano a su estrella anfitriona, sino que tiene una atmósfera muy exótica y cambiante en la que priman las neblinas y las llamaradas violentas. Y es azul: no por agua, sino porque en su atmósfera hay una gran cantidad de partículas de silicato que desprenden ese color al ser alcanzadas por la luz. Un lugar difícil para vivir, y mucho más cuando está a 63 años luz, a pesar de ser de los más cercanos y alcanzables por los telescopios apropiados.

Para medir el color y dado que HD 189733b es un planeta ligero y muy próximo a su estrella, el equipo usó Hubble para aislar la luz del planeta de la procedente del cuerpo celeste anfitrión. Y lo observaron mientras orbitaba antes, durante y después de que pasara por detrás de la estrella. Cuando pasó por detrás, la luz reflejada por el planeta fue bloqueada temporalmente de la vista y la cantidad de luz observada desde el sistema disminuyó.

“Es difícil saber qué es exactamente lo que causa el color de la atmósfera de un planeta, pero estas nuevas observaciones añaden una nueva pieza al puzzle sobre la naturaleza y la atmósfera de HD 189733b”, dijo el director del programa de observación con Hubble, Frédéric Pont. “Este planeta ha sido muy bien estudiado en el pasado”, añadió Pont, convencido de que, tras haber conseguido determinar el color, se podrá “imaginar cómo sería este planeta si se pudiera mirar directamente”.

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Exoplanetas: la búsqueda de la segunda Tierra

El nuevo planeta azul es una muesca más de los buscadores de las nuevas Gaia, y la promesa de una imagen más digna de la ciencia-ficción: una nave espacial en la que viajan seres humanos llegando a un planeta donde no necesitan escafandra, don­de hay agua e incluso algún tipo de vida vegetal o animal que permita establecer una base permanente e iniciar la colonización de una Tierra 2, Nueva Gaia, Nova Terra o como quieran llamarla. Es el horizonte final de un sueño de exploración científica con vistas a la expansión de ese virus llamado Humanidad por toda la galaxia.

Cerca del 25% de las estrellas semejantes al sol podrían te­ner planetas parecidos, más o menos grandes que la Tierra. Durante años un telescopio como el Keck de Hawaii, al servicio de la NASA, ha ex­plorado más de 160 estrellas “amarillas” (como el Sol) y “enanas rojas”, las más via­bles de permitir la vida cerca de ellas y no carbonizarlas o congelarlas. Y el resultado del estudio ha dejado pasmado al público y ha hecho sonreír a los astrónomos que llevan años diciendo lo mismo: un 1% tiene planetas gaseosos gigantes del estilo de Júpiter; otro 7% poseían planetas similares a Neptuno, gigan­tes rocosos con una pesada y densa atmósfera; y finalmen­te, otro 12%, planetas deno­minados supertierras por su tamaño (de tres a diez veces la masa de nuestro planeta). Siguiendo ese ritmo, calculan que hay al menos un 23% de posibilidades de que haya Tierras ahí fuera, orbitan­do algún sol, a la distancia suficiente para que la tempe­ratura no sea muy alta ni muy baja (problemas de Venus y Marte, uno demasiado calien­te y tóxico y el otro demasia­do frío cuando no recibe luz solar).

Actualmente sólo 22 de las estrellas investigadas tienen comprobada, por el rastro radiométrico, de luz o por pura deducción matemá­tica, la existencia de planetas en órbita. Por ahora, y salvo la última noticia (desmentida luego por otros científicos) de que se había hallado una supertierra habitable, apenas hay 33 cuerpos planetarios reconocidos. Hay otros pla­nes, como el proyecto Kepler, que busca en 150.000 estre­llas el rastro de un planeta, y el cálculo es de al menos 100 planetas similares a la Tierra. Otra cosa es que sean habitables, tengan atmósfera y puedan colonizarse dentro de mucho tiempo debido a la increíble lejanía a la que se encuentran. Por ahora sólo tenemos una carta de la baraja: el Gliese 581 g, que orbita en la zona “templada” la enana roja Gliese 581.

 

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